jueves, 3 de julio de 2008

Algo de todo en todo

Algo de todo en todo

Otro filósofo que no se contentaba con la teoría de que un solo
elemento –por ejemplo el agua- pudiera convertirse en todo lo
que vemos en la naturaleza, fue Anaxágoras (500-428 a. de C).
Tampoco aceptó la idea de que tierra, aire, fuego o agua
pudieran convertirse en sangre y hueso.
Anaxágoras opinaba que la naturaleza está hecha de muchas
piezas minúsculas, invisibles para el ojo. Todo puede dividirse en
algo todavía más pequeño, pero incluso en las piezas más
pequeñas, hay algo de todo. Si la piel y el pelo no se han
convertido en otra cosa, tiene que haber piel y pelo también en la
leche que bebemos, y en la comida que comemos, opinaba él.
A lo mejor, un par de ejemplos modernos puedan ilustrar lo que
se imaginaba Anaxágoras. Mediante la técnica de láser se
pueden, hoy en día, hacer los llamados hologramas. Si el
holograma muestra un coche, y este holograma se rompe,
veremos una imagen de todo el coche, aunque conservemos
solamente la parte del holograma que muestra el parachoques.
Eso es porque todo el motivo está presente en cada piececita.
De alguna manera, también se puede decir que es así como está
hecho nuestro cuerpo. Si separo una célula de la piel de un dedo,
el núcleo de esa célula contiene no sólo la receta de cómo es mi
piel, sino que en la misma célula también está la receta de mis
ojos, del color de mi pelo, de cuántos dedos tengo y de qué
aspecto, etc. En cada célula del cuerpo hay una descripción
detallada de la composición de todas las demás células del
cuerpo. Es decir, que hay «algo de todo» en cada una de las
células. El todo está en la parte más minúscula.
A esas «partes mínimas» que contienen «algo de todo»,
Anaxágoras las llamaba «gérmenes» o «semillas».
Recordemos que para Empédocles era «el amor» lo que unía las
partes en cuerpos enteros. También Anaxágoras se imaginaba
una especie de fuerza que «pone orden» y crea animales y
humanos, flores y árboles. A esta fuerza la llamó espíritu o
entendimiento (nous).
Anaxágoras también es interesante por ser el primer filósofo de
los de Atenas. Vino de Asia Menor, pero se trasladó a Atenas
cuando tenía unos 40 años. En Atenas lo acusaron de ateo y, al
final, tuvo que marcharse de la ciudad. Entre otras cosas, había
dicho que el sol no era un dios, sino una masa ardiente más
grande que la península del Peloponeso.
Anaxágoras se interesaba en general por la astronomía. Opinaba
que todos los astros estaban hechos de la misma materia que la
Tierra. A esta teoría llegó después de haber estudiado un
meteorito. Puede ser, decía, que haya personas en otros planetas.
También señaló que la luna no lucía por propia fuerza sino que
recibe su luz de la Tierra. Explicó, además, el porqué de los
eclipses de sol.
P. D. Gracias por tu atención, Sofía. Puede ser que tengas que leer
y releer este capítulo antes de que lo entiendas todo. Pero la
comprensión tiene necesariamente que costar algún esfuerzo.
Seguramente no admirarías mucho a una amiga que entendiera
de todo sin que le hubiera costado ningún esfuerzo.
La mejor solución a la cuestión de la materia primaria y los
cambios de la naturaleza tendrá que esperar hasta mañana.
Entonces conocerás a Demócrito. ¡No digo nada más!
Sofía estaba sentada en el Callejón mirando por un pequeño hueco
en la maleza. Tenía que poner orden en sus pensamientos, después
de todo lo que acababa de leer.
Era evidente que el agua normal y corriente no podía convertirse
en otra cosa que hielo y vapor. El agua ni siquiera podía
convertirse en una pera de agua, porque incluso una pera de agua
estaba formada por algo más que agua sola. Pero, si estaba tan
segura de ello, sería porque lo había aprendido. ¿Habría podido
estar tan segura de que el hielo sólo estaba compuesto de agua si
no lo hubiera aprendido? Al menos habría tenido que estudiar muy
de cerca como el agua se congelaba y el hielo se derretía.
Sofía intentó, volver a pensar de nuevo con su propia inteligencia,
sin utilizar lo que había aprendido de otros.
Parménides se había negado a aceptar cualquier forma de cambio.
Cuanto más pensaba en ello Sofía, más convencida estaba de que
él, de alguna manera, tenía razón. Con su inteligencia, el filósofo
no podía aceptar que algo» de repente se convirtiera en algo
completamente distinto. Había sido muy valiente porque a la vez
había tenido que negar todos aquellos cambios en la naturaleza que
cualquier ser humano podía observar. Muchos se habrían reído de
él.
También Empédocles había sido muy hábil utilizando su
inteligencia al afirmar que el mundo necesariamente tenía que estar
formado por algo más que por un solo elemento originario. De ese
modo, se hacían posibles todos los cambios de la naturaleza sin
cambiar realmente.
Aquel viejo filósofo griego había descubierto todo esto utilizando
simplemente su razón. Naturalmente, habría estudiado la
naturaleza, pero noAlineación al centro tuvo posibilidad de realizar análisis químicos
como hace la ciencia hoy en día.
Sofía no sabía si tenía mucha fe en que fueran precisamente la
tierra, el aire, el fuego y el agua las materias de las que todo estaba
hecho. Pero eso no tenía importancia. En principio Empédocles
tenía razón. La única posibilidad que tenemos de aceptar todos
aquellos cambios que registran nuestros ojos, es introducir más de
un solo elemento.
A Sofía la filosofía le parecía aún mas interesante porque podía
seguir los argumentos con su propia razón, sin tener que acordarse
de todo lo que había aprendido en el instituto.
Llegó a la conclusión de que, en realidad, la filosofía no es algo
que se puede aprender, sino que quizás uno pueda aprender a
pensar filosóficamente.

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