viernes, 4 de julio de 2008

Un alma inmortal

Un alma inmortal

Acabamos de ver que Platón pensaba que la realidad está
dividida en dos.
Una parte esel mundo de los sentidos , sobre el que sólo
podemos conseguir conocimientos imperfectos utilizando
nuestros cinco sentidos (aproximados e imperfectos). De todo lo
que hay en el mundo de los sentidos, podemos decir que «todo
fluye» y que nada permanece. No hay nada que sea en el mundo
de los sentidos, solamente se trata de un montón de cosas que
surgen y perecen.
La otra parte esel mundo de las Ideas , sobre el cual podemos
conseguir conocimientos ciertos, mediante la utilización de la
razón. Por consiguiente, este mundo de las Ideas no puede
reconocerse mediante los sentidos. Es el Mundo de lo que “es”.
Por otra parte, las Ideas son eternas e inmutables.
Según Platón, el ser humano también esta dividido en dos partes.
Tenemos un cuerpo que «fluye», y que, por lo tanto, está
indisolublemente ligado al mundo de los sentidos, y acaba de la
misma manera que todas las demás cosas pertenecientes al
mundo de los sentidos (como por ejemplo una pompa de jabón).
Todos nuestros sentidos están ligados a nuestro cuerpo y son,
por tanto, de poco fiar. Pero también tenemos un alma inmortal,
la morada de la razón. Precisamente porque el alma no es
material puede ver el mundo de las Ideas. Las Ideas son eternas
e inmutables.
Ya he dicho casi todo. Pero hay algo más, Sofía. ¡Te digo que HAY
ALGO MÁS!
Platón pensaba, además, que el alma ya existía antes de meterse
en un cuerpo. Érase una vez cuando el alma se encontraba en el
mundo de las Ideas. (Estaba en la parte de arriba del armario,
junto con todos los moldes para las pastas.) Pero en el momento
en que el alma se despierta dentro de un cuerpo humano, se ha
olvidado ya de las Ideas perfectas. Entonces, algo comienza a
suceder, se inicia un proceso maravilloso. Conforme el ser
humano va sintiendo las formas en la naturaleza, va teniendo un
vago recuerdo en su alma. El ser humano ve un caballo, un
caballo imperfecto, pero eso es suficiente para despertar en el
alma un vago recuerdo del «caballo» perfecto que el alma vio en
el mundo de las Ideas. Con esto, se despierta también una
añoranza de regresar a la verdadera morada del alma. A esa
añoranza Platón la llama eros, que significa «amor». Es decir, el
alma siente una «añoranza amorosa» por su verdadero origen. A
partir de ahora, se vive el cuerpo y todo lo sensible como algo
imperfecto e insignificante. Sobre las alas del amor volará el
alma «a casa», al mundo de las Ideas, donde será librada de la
«cárcel del cuerpo».
Me apresuro a recalcar que lo que Platón describe aquí es un
ciclo humano ideal, pues no todos los seres humanos dan rienda
suelta al alma y permiten que inicie el viaje de retorno al mundo
de las Ideas. La mayoría de las personas se aferra a los “reflejos”
de las Ideas en el mundo de los sentidos. Ven un caballo y otro
caballo, pero no ven aquello de lo que todos los caballos son
solamente malas copias. (Entran corriendo en la cocina y se
lanzan sobre todas las pastas, sin preguntarse siquiera de dónde
proceden esas pastas.) Lo que describe Platón es el «camino de
los filósofos». Su filosofía puede entenderse como una
descripción de la actividad filosófica.
Cuando ves una sombra, Sofía, también tú pensarás que tiene
que haber algo que la origina. Ves la sombra de un animal.
Quizás sea un caballo, piensas, sin estar del todo segura. Luego
te giras y ves el verdadero caballo, que es infinitamente más
hermoso y su silueta mucho más nítida que la inestable “sombra
del caballo”. PLATÓN OPINABA QUE, DE LA MISMA MANERA,
TODOS LOS FENÓMENOS DE LA NATURALEZA SON SOLAMENTE
SOMBRAS DE LOS MOLDES O IDEAS ETERNAS. No obstante, la
gran mayoría de los seres humanos está satisfecha con su vida
entre las sombras. No piensan en que tiene que haber algo que
origina las sombras. Creen que las sombras son todo, no viven
las sombras como sombras. Con ello, también se olvidan de la
inmortalidad de su propia alma.
El camino que sube de la oscuridad de la
caverna
Platón cuenta una parábola que ilustra precisamente lo que
acabamos de describir. La solemos llamar el mito de la caverna
La contaré con mis propias palabras.
Imagínate a unas personas que habitan una caverna subterránea.
Están sentadas de espaldas a la entrada, atadas de pies y manos,
de modo que sólo pueden mirar hacia la pared de la caverna.
Detrás de ellas, hay un muro alto, y por detrás del muro caminan
unos seres que se asemejan a las personas. Levantan diversas
figuras por encima del borde del muro. Detrás de estas figuras,
arde una hoguera, por lo que se dibujan sombras flameantes
contra la pared de la caverna. Lo único que pueden ver esos
moradores de la caverna es, por tanto, ese «teatro de sombras».
Han estado sentados en la misma postura desde que nacieron, y
creen por ello, que las sombras son lo único que existe.
Imagínate ahora que uno de los habitantes de la caverna empieza
a preguntarse de dónde vienen todas esas sombras de la pared
dc la caverna y, al final, consigue soltarse. ¿Qué crees que sucede
cuando se vuelve hacia las figuras que son sostenidas por detrás
del muro? Evidentemente, lo primero que ocurrirá es que la
fuerte luz le cegará. También le cegarán las figuras nítidas, ya
que, hasta ese momento, sólo había visto las sombras de las
mismas. Si consiguiera atravesar el muro y el fuego, y salir a la
naturaleza, fuera de la caverna, la luz le cegaría aún más. Pero
después de haberse restregado los ojos, se habría dado cuenta
de la belleza de todo. Por primera vez, vería colores y siluetas
nítidas. Vería verdaderos animales y flores, de los que las figuras
de la caverna sólo eran malas copias. Pero, también entonces se
preguntaría a sí mismo de dónde vienen todos los animales y las
flores. Entonces vería el sol en el cielo, y comprendería que es el
sol el que da vida a todas las flores y animales de la naturaleza,
de la misma manera que podía ver las sombras en la caverna
gracias a la hoguera.
Ahora, el feliz morador de la caverna podría haberse ido
corriendo a la naturaleza, celebrando su libertad recién
conquistada. Pero se acuerda de los que quedan abajo en la
caverna. Por eso vuelve a bajar. De nuevo abajo, intenta
convencer a los demás moradores de la caverna de que las
imágenes de la pared son sólo copias centelleantes de las cosas
reales. Pero nadie le cree. Señalan a la pared de la caverna
diciendo que lo que allí ven es todo lo que hay. Al final lo matan.
Lo que Platón describe en el mito de la caverna es el camino que
recorre el filósofo desde los conceptos vagos hasta las
verdaderas ideas que se encuentran tras los fenómenos de la
naturaleza. Seguramente también piensa en Sócrates, a quien
mataron los «moradores de la caverna» porque hurgaba en sus
ideas habituales, queriendo enseñarles el camino hacia la
verdadera sabiduría. De ese modo, el mito de la caverna se
convierte en una imagen del valor y de la responsabilidad
pedagógica del filósofo.
Lo que quiere señalar Platón es que la relación entre la oscuridad
de la caverna y la naturaleza del exterior corresponde a la
relación entre los moldes de la naturaleza y el mundo de las
Ideas. No quiere decir que la naturaleza sea triste y oscura, sino
que es triste y oscura comparada con la claridad de las Ideas.
Una foto de una muchacha hermosa no tiene por qué resultar
oscura y triste, más bien al contrario, pero sigue siendo sólo una
imagen.

Mapa de Grecia

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