viernes, 4 de julio de 2008

La Ilustración

La Ilustración

... desde cómo se hace una aguja hasta cómo se funde un
cañón...
Hilde había empezado a leer el capítulo sobre el Renacimiento
cuando de pronto oyó la puerta de abajo. Miró el reloj.
Eran Las
cuatro.
La madre subió la escalera corriendo y abrió la puerta.
–¿No has estado en la iglesia?
–Sí, sí.
–Pero... ¿con qué ropa?
–Con la que llevo ahora.
–¿En camisón?
–Mmm... he estado en la Iglesia de María.
–¿La Iglesia de Maria?
–Es una vieja iglesia de la Edad Media.
–¡Hilde!
Dejó la carpeta y miró a su madre.
–Me olvidé de la hora, mamá. Lo siento, pero estoy leyendo algo
apasionante, ¿sabes?.
La madre no pudo sino sonreír;
–Es un libro mágico, –añadió Hilde.
–Bueno, bueno. Y una vez más: felicidades, Hilde.
–¡No sé si soporto ya más felicitaciones!
–Pero yo no... Bueno, me voy a acostar un rato, y luego haré una
cena estupenda. He comprado fresones.
–Yo seguiré leyendo.
La madre desapareció y Hilde siguió leyendo.
Sofía acompañó a Hermes a través de la ciudad. En el Portal de
Alberto encontró una nueva postal del Líbano fechada
el 15. 6.
De pronto entendió el sistema de las fechas. Las Postales fechadas
antes del 15 de junio eran “copias» de postales que Hilde ya había
recibido. Las que llevaban la fecha de hoy sólo le llegaban
mediante la carpeta de anillas.
Querida Hilde. Sofía está llegando a casa del Profesor de filosofía.
Ella pronto cumplirá quince años, pero tú ya los cumpliste ayer ¿O
es hoy, Hildecita? Si es hoy será muy adentrado el día...
Hilde leyó cómo Alberto explicaba a Sofía el Renacimiento
y la
nueva ciencia, los racionalistas del siglo XVII y el empirismo
británico.
Reaccionó varias veces al encontrarse con nuevas postales y
felicitaciones que su padre había pegado a las narraciones. Había
conseguido que esos comunicados se cayesen de cuadernos,
apareciesen en el interior de un plátano y se metieran
dentro de un
ordenador. Sin costarle el más mínimo esfuerzo conseguía que
Alberto tuviera lapsus al hablar y llamara Hilde a Sofía. El colmo
era que hubiera hecho hablar a Hermes: «¡ Felicidades, Hilde!».
Hilde estaba de acuerdo con Alberto en que se estaba pasando
al
compararse a si mismo con Dios y con la providencia divina. ¿Pero
con quién estaba realmente de acuerdo en ese caso? ¿No era su
padre el que había puesto esas palabras de reproche,
o de reproche
hacia él mismo, en boca de Alberto? Llegó a pensar que la
comparación con Dios no era tan mala a pesar de todo. Su padre
era más o menos un dios omnipotente para el mundo de Sofía.
Cuando Alberto estaba a punto de empezar a hablar de Berkeley
Hilde estaba tan expectante como lo había estado Sofía. ¿Qué
pasaría ahora? Desde hacía tiempo se veía venir que algo muy
especial iba a suceder cuando llegaran a este filósofo que había
negado la existencia de un mundo material fuera de la conciencia
del hombre. Pues Hilde ya había consultado
la enciclopedia.
Empezó con que estaban delante de la ventana viendo que el padre
de Hilde había enviado un avión con una cinta donde ponía
«Felicidades» y que surcaba el aire. Al mismo tiempo empezaron a
aparecer «nubes negras en la lejanía».
«Ser o no ser» no es, pues, toda la cuestión. Otra cuestión es qué
somos. ¿Somos personas reales? ¿Nuestro mundo está compuesto
por cosas verdaderas, o estamos rodeados de conciencia?
No era de extrañar que Sofía comenzara a morderse las uñas. Hilde
nunca había tenido ese vicio pero en ese momento
no se sentía
muy- valiente ella tampoco.
Y resultó que: «... para nosotros esa “voluntad o espíritu” que
causa ‘todo en todo” también podría ser el padre de Hilde».
¿Quieres decir que ha sido como una especie de Dios para
nosotros?
–Sin modestia, sí. ¡Pero debería darle vergüenza!
–¿Y qué pasa con Hilde?
–Ella es un ángel, Sofía.
–¿Un ángel?
–Hilde es aquella a la que se dirige el «espíritu».
Con esto, Sofía se marchó corriendo de casa de Alberto y salió a la
tormenta. ¿Podría haber sido la misma tormenta que había llegado
a Bjerkely unas horas después de que Sofía cruzara, la ciudad
corriendo?
Mañana es mi cumpleaños, pensó. ¿No resultaba demasiado
penoso tener que reconocer que la vida es un sueño justo el día
antes de cumplir quince años? Era como soñar que te tocaban diez
millones en a lotería y de repente,
justo antes del gran sorteo, darte
cuenta de que todo había sido un sueño.
Sofía cruzó corriendo el campo de deportes mojado. De repente se
dio cuenta de que una persona venía corriendo
hacia ella. Era su
madre. Los rayos reventaron el cielo repetidamente.
Cuando se encontraron las dos, la madre la abrazó.
–¿Qué es lo que nos está sucediendo, mi pequeña?
–No lo sé-contestó Sofía llorando. Es como una pesadilla.
Hilde notó que sus ojos estaban húmedos. «Ser o no ser, ésa es la
cuestión.”
Tiró la carpeta sobre la cama y se levantó para pasearse por la
habitación. Al final se puso delante del espejo de latón, y allí se
quedó de pie hasta que su madre vino a avisarla de que estaba
preparada la cena. Cuando llamó a la puerta, Hilde no tenía idea de
cuánto tiempo había estado así, de pie. Pero estaba segura, estaba
totalmente segura de que el reflejo del espejo
le había guiñado los
ojos.
Durante la cena intentó ser una homenajeada agradecida.
Pero
estaba pensando constantemente en Alberto y Sofía.
¿Qué les pasaría ahora que sabían que el padre de Hilde era el que
decidía todo? Aunque... saber saber... en realidad no sabían nada.
¿No era más bien que papá hacía como si supieran?
Pero de todos
modos el problema seguía siendo el mismo: ahora que Sofía y
Alberto lo «sabían» todo, habían llegado en cierta manera al final
del camino.
Estuvo a punto de atragantarse con un trozo grande de patata,
cuando de pronto se dio cuenta de que ese planteamiento a lo mejor
era también aplicable a su propio mundo. Los hombres habían
llegado cada vez más lejos en la comprensión
de las leyes de la
naturaleza. ¿La Historia podía simplemente
seguir y seguir incluso
después de que las últimas piezas de los puzles de la filosofía y de
la ciencia se hubiesen colocado?
¿O los hombres se estaban
acercando al fin de la Historia?
No había una conexión entre el
desarrollo del pensamiento
y de la ciencia, por un lado, y el efecto
invernadero y selvas tropicales quemadas, por el otro? Quizás no
fuera, al fin y al cabo, ninguna tontería llamar «pecado original» a
la necesidad
del hombre de saber.
Esta pregunta era tan grande y tan aterradora que Hilde intentó
olvidarse de ella. Además seguramente entendería más al seguir
leyendo el regalo de cumpleaños de papá.
Cuando se terminaron el helado con fresas italianas, dijo la madre:
–Ahora haremos exactamente lo que más te apetezca.
–Sé que suena un poco raro, pero sólo tengo ganas de seguir
leyendo el regalo de papá.
–Sí, pero no debes permitir que te deje completamente aturdida.
–No te preocupes.
Hilde se acordó de cómo Sofía había hablado con su madre.
¿A lo
mejor papá había metido algo de la madre de Hilde en esa otra
madre? Decidió no hablar de conejos blancos que se sacan del
sombrero de copa del universo, al menos no hoy.
–Por cierto... –dijo al levantarse de la mesa.
–No encuentro mi cruz de oro.
La madre la miró con cara de misterio.
–La encontré junto al muelle hace muchas semanas. ¡Debiste de
perderla allí, despistada!
–¿Se lo has contado a papá?
–No me acuerdo pues, sí, supongo.
–¿Entonces dónde está?
Su madre fue a buscarla en su propio joyero. Hilde oyó un grito de
sorpresa desde el dormitorio: pronto volvió al salón.
–¿Sabes... ?, en este momento no la encuentro.
–Lo suponía.
Abrazó a su madre y subió a la buhardilla de nuevo. Por fin pudo
seguir leyendo sobre Sofía y Alberto. Se tumbó en la cama con la
pesada carpeta sobre las rodillas.
Sofía se despertó cuando su madre entró en su cuarto con una
bandeja llena de regalos. En una botella vacía había
metido una
bandera.
–¡Felicidades, Sofía!
Sofía se restregó los ojos para despertarse. intentó acordarse de
todo lo que había pasado el día anterior. Pero todo eran
simplemente piezas sueltas de un rompecabezas.
Una de las
piezas era Alberto, otras eran Hilde y el mayor. Una era Berkeley,
otra era Bjerkely. La pieza más negra era la tremenda tormenta.
Casi le había dado una especie
de ataque de nervios. Su madre le
había dado un masaje
y la había metido en la cama con una taza
de leche caliente
con miel. Se había dormido instantáneamente.
Creo que estoy viva balbució.
–Claro que estás viva. Y hoy cumples quince años.
–¿Estás completamente segura?
–Completamente segura. ¿No iba a saber una madre el día en que
nació su única hija? El 13 de junio de 1975..., a la una y media,
Sofía. Fue el momento más feliz de mi vida.
¿Estás segura de que no es todo un sueño?
–Pero al menos es un buen sueño despertarse con panecillos y
Fanta y regalos de cumpleaños.
Dejó la bandeja con los regalos sobre una silla y salió un
momento de la habitación. Cuando volvió trajo otra bandeja esta
vez con panecillos y Fanta. La puso en el extremo
de la cama de
Sofía y fue como todos los cumpleaños. Desenvolvieron los
paquetes mientras recordaban tiempos pasados, hasta el parto
hacía quince años. Su madre le regaló una raqueta de tenis.
Nunca había jugado al tenis, pero había una pista al aire libre
muy cerca de su casa. Su padre le había enviado
un minitelevisor
con radio incorporada. La pantalla no era mayor que
una fotografía normal. Y había otras cosas
de tías y de amigos
de la familia.
Al cabo de un rato, su madre dijo:
–¿Te parece que debo tomarme el día libre hoy?
–No, ¿por qué?
–Es que ayer estabas muy desconcertada. Si esto sigue
así creo
que tendremos que pedir hora a un psicólogo.
–Te lo puedes ahorrar.
¿Sólo fue la tormenta, o también fue ese Alberto?
–¿Y tú, qué? «¿Qué nos está pasando, hija mía?», dijiste.
–Me preocupaba que últimamente estuvieras vagando por la
ciudad para encontrarte con extraños. Quizás sea culpa mía...
–Nadie tiene la culpa de que yo haga un pequeño cursillo de
filosofía en mi tiempo libre. Vete al trabajo, mamá. Tenemos una
reunión en el colegio hoy a las diez. Sólo para que nos den las
notas y para tomar algo.
–¿Sabes ya las notas?
–Sólo sé que tendré más sobresalientes que la última vez.
Al poco rato de marcharse la madre, sonó el teléfono.
–Sofía Amundsen.
–Soy Alberto.
–Ah...
–El mayor estuvo derrochando dinamita ayer.
–No entiendo lo que quieres decir.
–Los truenos, Sofía.
–No sé qué pensar.
–Esa es la mayor virtud del filósofo. Estoy orgulloso de cuánto
has aprendido en tan poco tiempo.
–Tengo miedo de que nada sea real
–Se llama angustia existencial y suele ser simplemente
una
transición a un nuevo conocimiento.
–Creo que necesito una pausa en el curso.
–¿Hay muchas ranas en tu jardín estos días?
Solía tuvo que reírse. Alberto prosiguió.
–Creo que deberíamos seguir trabajando. Por cierto, felicidades.
Tenemos que acabar completamente el curso antes de San Juan.
Es nuestra última esperanza.
–¿Nuestra última esperanza de qué?
–¿Estás cómodamente sentada? Vamos a necesitar un poco de
tiempo, ¿sabes?
–Estoy cómoda.
–¿Te acuerdas de Descartes?
–«Pienso, luego existo.”
–Por el momento estamos completamente vacíos en nuestra duda
metódica. Quizás resulte que somos pensamiento,
y eso es algo
muy distinto a pensar uno mismo. Tenemos buenas razones para
creer que pertenecemos a la imaginación del padre de Hilde y de
ese modo constituimos
una especie de entretenimiento en el
cumpleaños de la hija del mayor en Lillesand. ¿Me sigues?
–Sí...
–Pero en esto también va incorporada una contradicción.
Si
somos fruto de la imaginación de alguien, no tenemos derecho a
«creer» nada en absoluto. En ese caso, toda esta conversación
telefónica es pura imaginación.
–Y entonces no tenemos libre albedrío. Es el mayor el que
planifica todo lo que decimos y hacemos. De modo que
simplemente podemos colgar.
–No, ahora estás simplificando demasiado.
–¡ Explícate!
–¿Dirías que una persona planifica todo aquello con lo que
sueña? Puede que el padre de Hilde esté al tanto de todo lo que
hacemos, y que intentar escapar de su omnisciencia
resulte tan
difícil como intentar escapar de la propia sombra. Pero puede
ser, y por eso he empezado a elaborar un plan, que el mayor no
haya decidido de antemano lo que va a pasar. Puede ser que no
lo decida hasta el mismo momento, es decir, hasta el momento
de la creación. Puede que justo en ese momento tengamos
iniciativa propia para dirigir nuestros hechos y nuestros
movimientos. Una iniciativa
así estará compuesta de impulsos
tremendamente débiles
comparados con los del mayor. Poca
resistencia podremos
poner contra fuertes situaciones
exteriores tales como perros que hablan, aviones de hélice con
cintas de felicitación,
recados en plátanos y truenos encargados
de antemano.
Pero no debemos excluir que tengamos una pequeñísima
y débil voluntad propia.
–¿Cómo puede ser posible eso?
–El mayor es evidentemente omnisciente en nuestro pequeño
mundo, pero no significa que sea omnipotente. Al menos
debemos intentar vivir nuestras vidas como si no lo fuera.
–Creo que entiendo lo que quieres decir.
–El truco sería poder lograr hacer algo completamente
por
nuestra cuenta, me refiero a algo que el mayor ni siquiera fuera
capaz de descubrir.
–¿Cómo va a ser eso posible si no existimos?
–¿Quién ha dicho que no existimos? La cuestión no es si
existimos sino qué somos y quién somos. Aunque resultara
que
solamente somos impulsos en la compleja mente del mayor, eso
no nos quita nuestra poca existencia.
–¿Y tampoco nuestro libre albedrío?
–Estoy en ello, Sofía.
–Pero el padre de Hilde también sabrá que tú “estás en ello».
–Decididamente. Pero no conoce el plan en sí. Intento
encontrar
un punto «arquimédico».
–¿Un punto «arquimédico»?
–Arquímedes era un científico helenístico. «Dame un punto fijo»,
dijo, «y yo moveré el mundo». Un punto así es lo que tenemos
que buscar para podernos salir del universo
interno del mayor.
–Sería una verdadera hazaña.
–Pero no nos vamos a poder escapar antes de haber terminado
del todo el curso de filosofía. Hasta entonces nos tendrá bien
cogidos. Al parecer ha decidido que yo debo guiarte a través de
los siglos hasta nuestra propia época.
Pero nos quedan pocos
días antes de que coja el avión de vuelta en Oriente Medio. Si no
hemos logrado librarnos de su pegajosa imaginación antes de
que llegue a Bjerkely, entonces estaremos perdidos.
–Me das miedo...
–Primero tendré que darte la primera información indispensable
sobre la Ilustración francesa. Luego tendremos que mirar a
grandes rasgos la filosofía de Kant, antes de acercarnos al
Romanticismo. Y para nosotros dos, Hegel será una pieza
importante. Y con él tampoco podemos evitar
describir el
indignado ajuste de cuentas de Kierkegaard a la filosofía
hegeliana. También tendremos que decir algunas
palabras sobre
Marx, Darwin y Freud. Y si nos da tiempo
a hacer unos
comentarios concluyentes sobre Sartre y el existencialismo, el
plan podrá ponerse en marcha.
–Eso es mucho para sólo una semana.
–Por eso tenemos que empezar ahora mismo. ¿Puedes
venir
ahora?
–Tengo que ir al colegio. Nos van a dar las notas y vamos a tomar
algo.
–Déjalo. Si somos pura conciencia sólo es pura imaginación
el
que dulces y coca-colas y cosas así sepan a algo en absoluto.
–Pero las notas...
–Sofía, o vives en un universo maravilloso en un planeta
minúsculo en una de los millones de galaxias, o constituyes
algunos impulsos electromagnéticos en la conciencia
del mayor.
Y tú hablas de «notas». ¡Debería darte vergüenza!
–Lo siento.
–Pero bueno, pásate por el colegio antes de vernos. Podría tener
mala influencia sobre Hilde el que tú hicieras novillos el último
día de colegio. Ella seguramente va al colegio aunque sea su
cumpleaños, porque es un ángel.
–Entonces iré justo después del colegio.
–Podemos vernos en la Cabaña del Mayor.
–¿En la Cabaña del Mayor?
–Clic.
Hilde puso la carpeta de anillas sobre las rodillas. Con eso ultimo
su padre lograba que le remordiera un poco la conciencia
por
haber hecho novillos el último día del colegio. ¡El granuja!
Se quedó un instante meditando en qué clase de plan podía
tramar Alberto. Se sintió tentada a mirar la última hoja de la
carpeta, pero no, eso sería hacer trampa. Más valía darse prisa y
seguir leyendo.
No obstante, estaba convencida de que Alberto si tenía razón en
un punto. Una cosa era que el padre tuviera una especie
de
control sobre lo que les sucedía a Sofía y Alberto. Pero seguro
que no sabía lo que les iba a suceder mientras estaba
escribiendo. A lo mejor escribía alguna cosa a toda prisa, algo
que no descubriría hasta mucho más tarde. Precisamente en este
espacio estaba la relativa libertad de Sofía y Alberto.
De nuevo Hilde tuvo la sensación de que Sofía y Alberto eran
personas reales. Aunque el mar esté en calma total, no significa
que no esté sucediendo algo en la profundidad, pensó.
¿Pero por qué lo pensó?
Por lo menos no era un pensamiento que se movía en la
superficie.
En el colegio todo el mundo felicitó a Sofía.
En cuanto hubo escuchado los últimos “feliz verano» del
profesor, Sofía se fue corriendo a casa. Jorunn intentó retenerla,
pero Sofía le dijo que tenía cosas que hacer.
En el buzón encontró dos postales del Líbano. En ambas
postales ponía «HAPPY BIRTHDAY – 15 YEARS». Eran de esas
tarjetas que se compran para los cumpleaños.
Una de las dos iba dirigida a «Hilde Møller Knag c/o Sofía
Amundsen...”. Pero la otra tarjeta era para la propia Sofía.
Ambas
llevaban el matasellos del Batallón de las Naciones
Unidas del 15
de junio.
Sofía leyó primero la tarjeta dirigida a ella:
Querida Sofía Amundsen. Hoy también tú te mereces una
felicitación. Felicidades, Sofía. Y gracias por todo lo que has
hecho por Hilde hasta ahora.
Atentamente Mayor Albert Knag.
Sofía no sabía muy bien cómo reaccionar al ver que el padre de
Hilde le había enviado una postal también a ella. De alguna
manera, le pareció un bonito detalle.
En la tarjeta para Hilde ponía:
Mi pequeña Hilde. No sé ni en qué día estamos ni qué hora será
en Lillesand. No importa mucho. Si te conozco
bien, no es
demasiado tarde para mandar desde aquí una última o al menos
penúltima felicitación. ¡Pero tampoco debes quedarte hasta muy
tarde! Alberto pronto te hablará sobre las ideas de la Ilustración
francesa. Se centrará
en los siete puntos siguientes:
1. Rebelión contra las autoridades
2. Racionalismo
3, La idea de «ilustrar»
4. Optimismo cultural
5. Vuelta a la naturaleza
6. Cristianismo humanizado
7. Derechos humanos
Era evidente que seguía teniéndolos bajo control.
Sofía abrió la puerta con la llave y dejó el boletín de las notas
con todos los sobresalientes sobre la mesa de la cocina. A
continuación se metió por el seto y se fue corriendo
al bosque.
De nuevo tuvo que cruzar el pequeño lago a remo. Albedo estaba
sentado en los escalones de la cabaña cuando ella llegó. Le hizo
señas para que se sentara
a su lado.
Hacía bueno, pero de la pequeña laguna subía una húmeda y
fresca corriente. Era como si el tiempo no se hubiese
recuperado
aún después de la tormenta.
–Vayamos al grano –dijo Alberto–. Después de Hume el siguiente
gran sistematizador fue el alemán Kant. Pero también Francia
produjo muchos pensadores importantes
en el siglo XVIII.
Podemos decir que el centro de gravedad
filosófico de Europa se
encontraba en Inglaterra en la primera mitad del siglo XVIII, en
Francia a mediados del mismo siglo y en Alemania hacia finales.
–Un desplazamiento del Oeste al este, por así decirlo.
–Exactamente, Mencionaré brevemente algunas ideas que fueron
comunes en muchos de los filósofos franceses
de la Ilustración,
como Montesquieu, Voltaire, Rousseau y muchos otros. Me he
concentrado en siete puntos.
–Ya lo sabía.
Sofía le alcanzó la postal del padre de Hilde. Alberto suspiró
profundamente.
–Podría haberse ahorrado esto... Una primera frase clave es, como
ya sabes, “rebelión contra las autoridades», Varios de los
filósofos franceses de la Ilustración visitaron Inglaterra, país que,
en muchos aspectos, era más liberal que su propia patria.
Quedaron fascinados por las ciencias naturales inglesas,
particularmente por Newton y su física universal. Pero también
fueron inspirados por la filosofía británica, muy especialmente
por Locke y su filosofía política.
De vuelta a su patria, Francia,
comenzaron a atacar a las viejas autoridades. Pensaban que era
muy importante adoptar una postura escéptica ante todas las
verdades heredadas,
y que el propio individuo tenía que buscar
las respuestas
a las preguntas. En este punto estaban influenciados
por Descartes.
–Porque él había construido todo desde la base.
–Exacto. La rebelión contra las viejas autoridades se dirigía en
parte contra el poder de la Iglesia, del rey y de la nobleza. En el
siglo XVIII estas instituciones eran mucho más poderosas en
Francia que en Inglaterra.
–Y vino la Revolución.
–Sí en 1789. Pero las nuevas ideas llegaron mucho antes. La
siguiente palabra clave es «racionalismo».
–Yo creía que el racionalismo murió con Hume.
–El mismo Hume no murió hasta 1776, aproximadamente
veinte
años después que Montesquieu y sólo dos años antes que
Voltaire y Rousseau, que murieron en 1 778 los dos. Pero los tres
habían estado en Inglaterra y conocían
bien la filosofía de Locke.
Tal vez recuerdes que Locke no fue un empirista muy
consecuente, porque opinaba, por ejemplo, que tanto la fe en
Dios como ciertas normas morales,
son inherentes a la razón del
hombre. Este punto es también el núcleo de la filosofía francesa
de la Ilustración.
Dijiste además que los franceses siempre han sido un poco más
racionalistas que los británicos.
–Y esa diferencia tiene sus raíces en la Edad Media. Cuando los
ingleses hablan de «sentido común», los franceses
suelen hablar
de «evidencia». La expresión inglesa tiene que ver con la
«experiencia común», y la francesa con «lo evidente», es decir
con la razón.
–Entiendo.
–Al igual que los humanistas de la Antigüedad, como Sócrates y
los estoicos, la mayor parte de los filósofos
de la Ilustración
tenía una fe inquebrantable en la razón del hombre. Esto era tan
destacable que muchos llaman a la época francesa de la
ilustración simplemente «Racionalismo
». Las nuevas ciencias
naturales habían demostrado que la naturaleza estaba
organizada racionalmente. Los filósofos
de la Ilustración
consideraron su cometido construir
una base también para la
moral, la religión y la ética, de acuerdo con la razón inalterable
de las personas. Esto fue precisamente lo que condujo a la propia
idea de «Ilustración
». Ése fue el punto número tres.
»Ahora hacía falta «ilustrar» a las grandes capas del pueblo,
porque ésta era la condición previa para una sociedad
mejor. Se
pensaba que la miseria y la opresión se debían a la ignorancia y
a la superstición. Por lo tanto, había
que tomarse muy en serio la
educación de los niños y del pueblo en general. No es una
casualidad que la pedagogía
como ciencia tenga sus raíces en la
Ilustración.
–Entonces el sistema escolar data de la Edad Media y la
pedagogía de la Ilustración.
–Pues sí, así es. La obra más representativa de la ilustración es
una gran enciclopedia. Me refiero a la Enciclopedia,
que salió en
28 tomos entre 1751 y 1772, con aportaciones de todos los
grandes filósofos de la Ilustración.
«Aquí está todo», se decía,
«desde cómo se hace una aguja hasta cómo se funde un cañón».
–El siguiente punto es «optimismo cultural».
–Podrías hacerme el favor de no mirar esa postal mientras estoy
hablando.
–Perdona.
–En cuanto se difundieran la razón y los conocimientos,
la
humanidad haría grandes progresos, pensaron los filósofos
de
la Ilustración. Era simplemente cuestión de tiempo que la
sinrazón y la ignorancia cedieran ante una humanidad
«ilustrada». Esta idea ha sido predominante en Europa Occidental
hasta hace un par de décadas. Hoy en día ya no estamos tan
convencidos de que todo «desarrollo
» sea para bien. Pero
incluso esta crítica contra la «civilización
» fue planteada por los
filósofos ilustrados franceses.
–Quizás deberíamos haberlos escuchado.
–Algunos de ellos se convirtieron en defensores de «una vuelta a
la naturaleza». Para los filósofos de la época, la «naturaleza»
significaba casi lo mismo que la «razón». porque la razón
humana proviene de la naturaleza, al contrario
que la iglesia y la
civilización. Señalaron que los «pueblos naturales» a menudo
eran más sanos y más felices
que los europeos, debido a que no
estaban «civilizados». Rousseau fue quien lanzó la consigna:
«Tenemos que volver a la naturaleza». Porque la naturaleza es
buena, y el hombre es bueno «por naturaleza». El mal está en la
sociedad.
Rousseau pensaba también que el niño debe vivir en
su estado «natural» de inocencia mientras pueda. Podríamos
decir que la idea de valorar la infancia en sí data de la
Ilustración. Hasta entonces la infancia había sido considerada
más bien como una preparación a la vida de adulto. Pero somos
seres humanos, y vivimos nuestras vidas en la Tierra también
mientras somos niños.
–Ya lo creo.
–Hubo que convertir la religión en algo natural.
–¿Qué querían decir con eso?
–Había que colocar la religión en concordancia con la razón
natural de los hombres. Muchos lucharon por lo que podemos
llamar «concepto humanizado del cristianismo
», lo cual
constituye el punto seis de nuestra lista. Evidentemente había
varios materialistas tan consecuentes que no creían en ningún
Dios, y que por lo tanto tomaron una postura atea. Pero la
mayoría de los filósofos de la Ilustración pensó que era
irracional concebir un mundo sin Dios. Para eso el mundo estaba
organizado demasiado racionalmente.
El mismo punto de vista
había sido adoptado por Newton, por ejemplo. Asimismo se
consideraba razonable
creer en la inmortalidad del alma. Como
para Descartes, la cuestión de si el hombre tiene un alma inmortal
se convirtió más en una cuestión de razón que de fe.
–Eso me resulta un poco extraño. Para mí es un típico ejemplo de
aquello que uno sólo puede creer y no saber.
–Pero tú tampoco vives en el siglo XVIII. Según los filósofos
de la
ilustración había que eliminar del cristianismo todos aquellos
dogmas irracionales que se habían añadido a la sencilla
predicación de Jesús en el curso de 1a historia de la iglesia.
–Entonces lo comprendo.
–Muchos también defendieron algo que se llama deísmo.
–¡ Explícate!
–«Deísmo» viene de una idea que dice que Dios creó el mundo
alguna vez hace muchísimo tiempo, pero que desde entonces no
ha aparecido ante el mundo. De esta forma Dios queda reducido
a un «ser superior» que sólo se da a conocer ante los hombres
mediante la naturaleza
y sus leyes, es decir; no se revela de
ninguna manera «sobrenatural». Un tal «Dios filosófico» lo
encontramos también en Aristóteles, para quien Dios era la
«causa primera
» o «primer motor» del universo.
–Entonces sólo nos queda un punto, y se refiere a «derechos
humanos».
–Sí, que tal vez sea lo más importante. En general podemos decir
que la filosofía de la Ilustración francesa tenía
una orientación
más práctica que la inglesa.
–¿Fueron consecuentes con su filosofía y actuaron de acuerdo
con ella?
–Sí, los filósofos de la Ilustración francesa no se contentaron
con
tener puntos de vista teóricos sobre el lugar del hombre en la
sociedad. Lucharon activamente a favor de lo que llamaron los
«derechos naturales» de los ciudadanos.
En primer lugar se
trataba de la lucha contra la censura,
y, consecuentemente, a
favor de la libertad de imprenta. Había
que garantizar el derecho del individuo a pensar
libremente y a expresar sus ideas referentes a la religión,
la
moral y la ética. Además se luchó en contra de la esclavitud de
los negros y a favor de un trato más humano a los delincuentes.
Creo que estoy de acuerdo con casi todo esto.
El principio de la «inviolabilidad del individuo» fue finalmente
incorporado a la «Declaración de los Derechos Humanos», que
fue aprobada por la Asamblea Nacional Francesa en 1 789. Esta
declaración de derechos humanos constituiría una importante
base para nuestra propia Constitución de 1814.
–Pero todavía hay mucha gente que tiene que luchar
por estos
derechos.
–Sí, desgraciadamente. Pero los filósofos de la Ilustración querían
afirmar ciertos derechos que todos los seres humanos tenemos
simplemente en virtud de haber nacido seres humanos. Eso era
lo que querían decir con «derechos naturales». Aún hoy en día se
habla de un «derecho
natural» que a menudo puede contrastar
con las leyes
de un determinado país. Todavía hay individuos, o
grupos
enteros de la población, que indican este «derecho
natural» para rebelarse contra la falta de derecho, la falta de
libertad y la represión.
–¿Y qué pasó con los derechos de la mujer?
–La revolución de 1789 confirmó una serie de derechos
que
serían válidos para todos los «ciudadanos». Pero «ciudadano» era
más bien considerado el hombre. Y no obstante vemos
precisamente en la revolución francesa los primeros ejemplos de
la lucha de la mujer.
–Ya era hora.
–Ya en 1787 el filósofo ilustrado Condorcet publicó un escrito
sobre los derechos de la mujer. Pensaba que las mujeres tenían
los mismos «derechos naturales» que los hombres. Durante la
revolución de 1789 las mujeres participaron activamente en la
lucha contra la vieja sociedad feudal. Eran las mujeres, por
ejemplo, las que iban al frente en las manifestaciones que al final
obligaron al rey a marcharse
del palacio de Versalles. En París se
formaron grupos
de mujeres. Aparte de la demanda de los
mismos derechos
políticos que los hombres, también pedían
cambios en las leyes del matrimonio y en la condición social de
la mujer.
–¿Obtuvieron esos derechos?
–No. Como tantas veces más tarde, la cuestión de los derechos de
la mujer surgió en relación con una revolución.
Pero en cuanto
las cosas se tranquilizaron dentro de un nuevo orden, se volvió a
instaurar la vieja sociedad machista.
–Típico.
–Una de las que más lucharon a favor de los derechos
de la
mujer durante la revolución francesa fue Olympe de Gouges. En
1791, es decir dos años después de la revolución,
hizo pública
una declaración sobre los derechos de la mujer. Ya que la
declaración sobre los «derechos de los ciudadanos» no contenía
ningún artículo sobre los «derechos
naturales» de las mujeres,
Olympe de Couges exigió
para las mujeres los mismos derechos
que regían para los hombres.
–¿Cómo le fue?
–Fue ejecutada en 1793. Y se prohibió toda clase de actividad
política a la mujer.
–¡Qué asco!
–Hasta el siglo XIX, no se puso verdaderamente en marcha la
lucha de la mujer, tanto en Francia como en el resto de Europa.
Paulatinamente la lucha iba dando fruto.
En Noruega, por ejemplo las mujeres no obtuvieron el sufragio
universal hasta 1913. Y todavía existen muchos países en los que
las mujeres tienen mucho por qué luchar.
–Pueden contar con mi apoyo.
Alberto se quedó sentado mirando al pequeño lago. Al fin dijo:
–Creo que esto era lo que tenía que decirte sobre la filosofía de
la Ilustración.
–¿Por qué dices «creo»?
–No tengo la sensación de que vaya a salir nada más.
Mientras hablaba empezaron a suceder cosas junto al agua. En
medio del lago, el agua comenzó a salir a chorros desde el fondo.
Pronto se levantó algo enorme y feo sobre la superficie.
¡Un monstruo marino! –exclamó Sofía.
La criatura oscura serpenteó varias veces por el agua. Luego
volvió al fondo y el agua se volvió a quedar tan en calma como
antes.
Alberto dijo simplemente:
–Entremos en la cabaña.
Se levantaron y entraron en la casita.
Sofía se puso delante de los cuadros de Berkeley y Bjerkely.
Señaló la pintura de Bjerkely y dijo:
–Creo que Hilde vive dentro de este cuadro. Entre los dos
cuadros también había colgado un bordado
en el que ponía
«LIBERTAD, IGUALDAD Y FRATERNIDAD
».
Sofía se dirigió a Alberto:
–¿Lo has colgado tú aquí?
Él se limitó a decir que no con la cabeza, con un gesto
desolador.
En ese momento Sofía descubrió un sobre en la repisa de la
chimenea. «Para Hilde y Sofía», ponía en el sobre. Sofía entendió
en seguida de quién era la carta, pero el que ya contara también
con ella, constituía una novedad.
Abrió el sobre y leyó en voz alta:
Queridas ambas. El profesor de filosofía de Sofía también
debería haber subrayado la importancia que tuvo la filosofía
francesa de la Ilustración para los ideales y principios
sobre los
que se basan las Naciones Unidas. Hace doscientos años el lema
«Libertad, igualdad y fraternidad» contribuyó a unir a la
burguesía francesa. Hoy estas mismas
palabras deberían unir al
mundo entero. La humanidad
es una sola familia. Nuestros
descendientes son nuestros
propios hijos y nietos. ¿Qué clase
de mundo van a heredar de nosotros?
La madre de Hilde llamó por la escalera diciendo que la película
empezaría en diez minutos y que había metido una pizza en el
horno. Hilde se sentía completamente agotada después de todo lo
que había leído. Llevaba levantada desde las seis.
Decidió emplear el resto de la tarde en celebrar su cumpleaños
en
compañía de su madre. Pero antes tenía que mirar algo en la
enciclopedia.
Gouges... no. ¿De Gouges? Otra vez negativo. ¿Olympe de
Gouges? Tampoco. Su enciclopedia no traía ni una palabra de una
mujer que había sido ejecutada por su lucha a favor de las mujeres.
Era escandaloso.
¿Porque no podía ser un personaje inventado por papá?
Hilde bajó al salón a mirar en una enciclopedia más grande.
–Sólo voy a consultar una cosa –dijo a su madre, que la miraba
asombrada.
Se llevó a su habitación el tomo que iba de FORV a GP
Gouges... ¡Sí ahí estaba!
Gouges, Marie Olympe de (1748-1793), escritora francesa. durante
la Revolución Francesa fue conocida por numerosos folletos sobre
cuestiones sociales y una serie de obras de teatro. Fue una de las
pocas personas que durante la Revolución trabajó por que los
derechos humanos
rigieran también para las mujeres. Publicó en
1791 La declaración de los derechos de la mujer. Fue ejecutada en
1793 por haberse atrevido
a defender a Luis XVI y atacar a
Robespierre. (Bibliografía: L. Lacaur,
Les Origines du féminisme
contemporain, 1900.)

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