viernes, 4 de julio de 2008

Las formas son las cualidades de las cosas

Las formas son las cualidades de las cosas

Tras haber aclarado su relación con la teoría de las Ideas de
Platón, Aristóteles constata que la realidad está compuesta de
una serie de cosas individuales que constituyen un conjunto de
materia y forma. La «materia» es el material del que está hecha
una cosa, y la «forma» son las cualidades específicas de la cosa.
Delante de ti aletea una gallina, Sofía. La «forma» de la gallina es
precisamente aletear, y también cacarear y poner huevos. Así
pues, la «forma» de la gallina son las propiedades específicas de
la especie «gallina» o, dicho de otra manera, lo que hace la
gallina. Cuando la gallina muere, y con ello deja de cacarear, la
«forma» de la gallina deja de existir. Lo único que queda es la
«materia» de la gallina (¡qué triste, verdad, Sofía!), pero entonces,
ya no es una gallina.
Como ya he indicado, Aristóteles se interesaba por los cambios
que tienen lugar en la naturaleza. En la (“materia” siempre hay
una posibilidad de conseguir una determinada «forma». Podemos
decir que la «materia» se esfuerza por hacer realidad una
posibilidad inherente. Cada cambio que tiene lugar en la
naturaleza es, según Aristóteles, una transformación de la
materia de posibilidad a realidad
No te preocupes, Sofía, te lo explicaré. Intentaré hacerlo con una
historia divertida. Érase una vez un escultor que estaba
agachado sobre un enorme bloque de granito. Todos los días
daba martillazos y picaba la piedra enorme, y un día recibió la
visita de un niño. «¿Qué estás buscando?», preguntó el niño.
«Espera y verás», dijo el escultor. Al cabo de unos días el niño
volvió. Para entonces el escultor había esculpido un hermoso
caballo del bloque de granito. El niño lo miró asombrado, y luego
se volvió al escultor y dijo: «¿Cómo podías saber que el caballo
estaba ahí dentro?».
Pues eso, ¿cómo podía saberlo? De alguna manera el escultor
había visto la «forma» del caballo en el bloque de granito. Porque
precisamente ese bloque de granito tenía una posibilidad
inherente de transformarse en caballo. De esa manera, pensaba
Aristóteles, todas las cosas de la naturaleza tienen una
posibilidad inherente de realizar o concluir una determinada
«forma».
Volvamos a la gallina y al huevo. Un huevo de gallina tiene una
posibilidad inherente de convertirse en gallina, lo cual no
significa que todos los huevos de gallina acaben convirtiéndose
en gallinas, pues algunos acaban en la mesa del desayuno como
huevo pasado por agua, tortilla o huevos revueltos, sin que la
«forma» inherente del huevo llegue a hacerse realidad. Pero
también resulta evidente que el huevo de gallina no puede
convertirse en un ganso. Esa posibilidad no está en el huevo de
gallina. Así vemos que la “forma” de una cosa nos dice algo
sobre la «posibilidad» de la cosa, así como sobre las limitaciones
de la misma.
Al hablar Aristóteles de la “forma” y de la “materia” de las cosas,
no se refería únicamente a los organismos vivos. De la misma
manera que la «forma» de la gallina es aletear, poner huevos y
cacarear, la «forma» de la piedra es caer al suelo. Naturalmente,
puedes levantar una piedra y tirarla muy alto al aire, pero no
puedes tirarla hasta la luna porque la naturaleza de la piedra es
caer al suelo. (En realidad debes tener cuidado al realizar este
experimento, pues la piedra podría fácilmente llegar a vengarse,
ya que busca el retorno más rápido posible a la tierra, ¡y pobre
de aquel que le impida su camino!)

Mapa de Grecia

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Antigua Grecia