Hegel
... lo que es «sensato» es lo que tiene posibilidad de
sobrevivir...
Hilde dejó caer con un chasquido la carpeta al suelo, y se quedó
tumbada en la cama mirando al techo, donde había algo que daba
vueltas.
Papá sí que había conseguido marearla. ¡El granuja! ¿Cómo podía
hacer algo
Sofía había intentado hablarle directamente a ella. Le pedía que se
rebelara contra su padre. Y de hecho había conseguido
sembrar en
ella una idea. Un plan..
Sofía y Alberto no tenían posibilidad de hacerle ni un rasguño a su
padre. Pero Hilde si podía. De esta manera le seria
posible a Sofía
acercarse a su padre a través de ella.
Estaba de acuerdo con Sofía y Alberto en que Albert había
ido
demasiado lejos en su juego con imágenes de sombras. Aunque
sólo se había inventado a Alberto y a Sofía, había límites
en las
manifestaciones de poder que podía permitirse.
¡Pobres Sofía y Alberto! Estaban tan indefensos ante las fantasías
del mayor como la pantalla del cine ante el proyector
Hilde si iba a dar un escarmiento a su padre cuando volviera.
Estaba planeando ya la broma que le iba a gastar.
Se fue hacia la ventana y miró la bahía. Eran casi las dos. Abrió la
ventana y gritó hacia la caseta:
–¡Mamá!
La madre salió en seguida.
–Bajaré los bocadillos dentro de una hora. ¿Te parece bien?
–Vale.
–Sólo voy a leer acerca de Hegel.
Alberto y Sofía se habían sentado cada uno en su sillón delante
de la ventana que daba al pequeño lago.
–Georg Wilhelm Friedrich Hegel fue un verdadero hijo del
Romanticismo –comenzó Alberto–. Casi se puede
decir que
siguió el espíritu alemán conforme éste se iba desarrollando en
Alemania. Nació en Stuttgart en 1770 y comenzó a estudiar
teología en Tubinga a los 18 años. A partir de 1799 colaboró con
Schelling en Jena, justo cuando
el movimiento romántico se
encontraba en su florecimiento
más explosivo. Después de ser
profesor en Jena fue nombrado catedrático en Heidelberg, que
era el centro del Romanticismo nacional alemán. Fue nombrado
catedrático
en Berlín en 1818, precisamente en la época en la
que esta ciudad estaba a punto de convertirse en un centro espiritual
de Alemania. Murió de cólera en el mes de noviembre
de
1831, pero para entonces el “hegelianismo» ya contaba con una
gran adhesión en casi todas las universidades
de Alemania.
–De modo que llegó a vivirlo casi todo.
–Sí, y ése es también el caso de su filosofía. Hegel unificó y
continuó casi todas las distintas ideas que se habían
desarrollado entre los románticos. Pero al mismo tiempo fue un
perspicaz crítico de la filosofía de Schelling, por ejemplo.
–¿Qué fue lo que criticó?
–Tanto Schelling como los demás románticos habían
pensado
que el fondo de la existencia se encontraba en lo que llamaban el
«espíritu universal». También Hegel emplea la expresión
“espíritu universal», pero le da un nuevo contenido. Al hablar de
“espíritu universal» o de razón universal», Hegel se refiere a la
suma de todas las manifestaciones humanas. Porque sólo el ser
humano tiene “espíritu». Con este significado, habla del curso del
espíritu
universal a través de la Historia. Pero no debemos olvidar
que nos está hablando de las vidas de los seres humanos,
de
las ideas de los seres humanos y de la cultura de los seres
humanos.
–Y entonces este espíritu se vuelve inmediatamente un poco
menos fantasmal. No está ya al acecho como una «inteligencia
adormecida» en piedras y árboles.
–Recordarás que Kant habló de algo que él llamaba «la cosa en
sí». Aunque rechazara que los hombres pudieran
tener algún
conocimiento claro del secreto más íntimo de la naturaleza,
señaló que existe una especie de «verdad
» inalcanzable. Hegel
dijo que «la verdad es subjetiva
», con lo que rechazó la
existencia de una «verdad» por encima o fuera de la razón
humana. Opinó que todo conocimiento es conocimiento humano.
–De alguna manera, ¿tuvo que volver a bajar la filosofía
a la
tierra, verdad?
–Pues sí, a lo mejor se puede expresar así. La filosofía de Hegel
es tan polifacética y tan variada que aquí y ahora nos
contentaremos con subrayar algunos de sus puntos
más
importantes. Es además hasta cierto punto dudoso que Hegel
tuviera una «filosofía» propia. Lo que llamamos la filosofía de
Hegel es ante todo un método para entender el curso de la
Historia. Por lo tanto, no se puede hablar de Hegel sin hablar de
la Historia de la humanidad. La filosofía
de Hegel no nos enseña
esto ni aquello sobre la «naturaleza
más íntima de la existencia»,
pero nos puede enseñar
a pensar de un modo fecundo.
–Eso también es muy importante.
–Todos los sistemas filosóficos anteriores a Hegel habían
intentado fijar criterios eternos sobre lo que el hombre
puede
saber sobre el mundo. Así lo hicieron Descartes y Spinoza, Hume
y Kant. Cada uno de ellos había intentado investigar cuál es la
base del conocimiento humano, Pero todos se pronunciaron
sobre las condiciones eternas del conocimiento humano sobre el
mundo.
–¿Pero no es ésa la obligación del filósofo?
–Hegel opinó que eso era imposible. Pensaba que la base del
conocimiento humano varía de generación en generación.
No
existe ninguna «verdad eterna». No existe ninguna «razón
eterna». El único punto fijo al que puede agarrarse el filósofo es
a la propia Historia.
–Me tendrás que explicar esto más a fondo. La Historia está en
constante cambio, ¿cómo puede entonces ser un punto fijo?
–También un río está en constante cambio, pero no por eso deja
de ser un río. Pero no puedes preguntar por la parte más
«auténtica» del río.
Claro, porque el río es tan río en un sitio como en otro.
–Para Hegel la Historia era como el curso de un río. Cada
pequeño movimiento del agua en un punto dado del río está en
realidad determinado por la caída del agua y por sus remolinos
más arriba. Pero también está determinado
por las piedras y los
meandros del río justo en ese lugar
donde tú lo estás mirando.
–Creo que lo entiendo.
–También la historia del pensamiento, o de la razón,
se puede
comparar al curso de un río. Todos los pensamientos
que vienen
«manando» de las tradiciones de Personas que han vivido antes
que tú, y las condiciones materiales que rigen en tu propia época,
contribuyen a determinar
tu manera de pensar. Por lo tanto, no
puedes afirmar
que una determinada idea sea correcta para
siempre. Pero puede ser correcta en la época y el lugar en que te
encuentras.
–¿Pero no significa que todo es igual de malo o que todo es igual
de bueno?
–No, no, algo sólo puede ser bueno o malo en relación
con un
contexto histórico. Si en 1990 te hubieras puesto a hacer
propaganda a favor de la esclavitud, hubieras
sido, en el mejor
de los casos, un payaso. No resultó tan estúpido hace 2. 500
años, aunque incluso en aquella época había voces progresistas
que hablaban en favor de abolir la esclavitud. Pero miremos un
ejemplo más cercano.
Hace sólo cien años no se consideraba tan
«irrazonable
» quemar grandes zonas de bosques con el fin de
allanar la tierra para poderla cultivar. Pero hoy en día resulta
enormemente irrazonable hacerlo. Contamos con una
información mucho más amplia para realizar tales evaluaciones.
–Ya lo había entendido.
–En cuanto a la reflexión filosófica, Hegel señaló que la razón es
algo dinámico, por no decir un proceso. Y la es ese
proceso en sí. Porque no existe ningún criterio fuera del propio
proceso histórico que pueda decidir
lo que es lo más
«verdadero» o lo más «razonable».
–¡Ejemplos, por favor!
–No puedes extraer distintas ideas de la Antiguedad o la Edad
Media, el Renacimiento y la Ilustración y decir que esto o aquello
era correcto o equivocado. Por lo tanto, tampoco puedes decir
que Platón se equivocó, o que Aristóteles tenía razón. Y tampoco
puedes decir que Hume se equivocó y que Kant o Schelling
tuvieron razón. Es una manera no-histórica de pensar.
–No suena demasiado bien.
–En general no puedes arrancar a ningún filósofo, ni a ninguna
idea en general, del contexto histórico de este filósofo
o de esta
idea. Pero, y ahora me estoy acercando a un nuevo punto, debido
a que constantemente se van añadiendo
cosas nuevas, la razón
es (progresiva), lo cual significa
que el conocimiento del hombre
está en constante ampliación y de esa manera «progresa».
–¿Entonces la filosofía de Kant resulta ser más correcta
que la de
Platón a pesar de todo?
–Sí, el «espíritu universal» ha evolucionado y se ha ampliado
desde Platón a Kant. ¡Faltaría más! Si volvemos al río podemos
decir que ha entrado más agua en él, pues han pasado más de
dos mil años. Kant no creía que sus «verdades» fueran a quedar
en la orilla como piedras inmutables.
Y sus ideas seguirían
elaborándose, y su «razón» sería objeto de crítica por parte de la
generación siguiente. Eso fue precisamente lo que pasó de
verdad.
–Pero ese río...
¿Sí?
–¿Hacia dónde fluye?
–Hegel señaló que el espíritu universal evoluciona hacia una
conciencia de sí mismo cada vez mayor. Los ríos se hacen cada
vez más anchos, conforme se acercan al mar. Según Hegel, la
Historia trata de que el espíritu universal
despierte lentamente
para concienciarse de sí mismo. El mundo ha estado aquí
siempre, pero, a través de la cultura y las actividades del hombre,
el espíritu universal se hace cada vez más consciente de su
particularidad.
–¿Cómo podía estar tan seguro de ello?
–Lo señalaba como una realidad histórica. Es decir, no pretendía
predecir nada. Cualquier persona que haya estudiado la Historia
verá que la humanidad ha ido hacia un conocimiento cada vez
mayor de si misma y también hacia un «despliegue de energías»
cada vez mayor. Según Hegel, un estudio de la Historia muestra
que la humanidad se mueve hacia una racionalidad y libertad
cada vez mayores, lo cual quiere decir que la evolución histórica,
a pesar
de todos sus rodeos, «avanza». Decimos que la Historia
«sobrepasa sus propios límites» y que tiene un «objetivo».
–Hay una evolución, eso se entiende fácilmente.
–Sí, la Historia es, como ya he dicho, una larga cadena
de
reflexiones. Hegel también señaló ciertas reglas que rigen para
esta cadena de reflexiones. Alguien que estudie
detalladamente
la Historia, se dará cuenta de que cualquier idea se sustenta
sobre la base de otra idea anterior.
Así, en cuanto se presenta
una idea, ésta será contradicha
por otra, produciéndose una
fusión entre dos maneras opuestas de pensar. Esta tensión se
anulará en cuanto surja una tercera idea, que recoja lo mejor de
los puntos de vista de las dos precedentes. A esto Hegel lo llama
evolución dialéctica.
–¿Tienes algún ejemplo?
–A lo mejor te acuerdas de que los presocráticos discutían
la
cuestión de la materia primaria y del cambio...
–Más o menos.
–Luego, los eleatos dijeron que cualquier cambio era en realidad
imposible, y por lo tanto se vieron obligados
a negar su
existencia, aun cuando sus sentidos los captaran.
Los eleatos
habían expuesto una afirmación, es decir,
un punto de vista, que
Hegel llamaba tesis.
–¿Y?
–Pero, cada vez que se expone una afirmación tan audaz, se
producirá una nueva afirmación, a la que Hegel denomina
negación. El que negó la filosofía de los eleatos fue Heráclito,
quien dijo que «todo fluye». Tenemos ya establecida
una tensión
entre dos maneras distintas de pensar.
No obstante, esta tensión
fue anulada por Empédocles, al señalar que los dos tenían algo
de razón y que los dos se habían equivocado en algo.
–Bueno, creo que empiezo a entenderlo...
–Los eleatos tuvieron razón en decir que en realidad nada
cambia, pero se equivocaron al decir que no nos podemos
fiar
de nuestros propios sentidos. Heráclito tenía razón
en que
podemos fiarnos de nuestros sentidos, pero no tenía razón en
que todo fluye.
–Porque había más de un elemento. Sólo cambiaba la
composición, no los elementos en sí.
–Exactamente. El punto de vista de Empédocles, tal como se
presenta, entre los dos puntos de vista opuestos, fue llamado
por Hegel negación de la negación.
¡Qué palabras!
–A las tres fases del conocimiento las llamó «tesis», «antítesis» y
«síntesis». Podemos decir por ejemplo que el racionalismo de
Descartes era una tesis, que fue contradicha
por la antítesis
empírica de Hume. Ahora bien, este antagonismo,
la misma
tensión entre las dos maneras de pensar,
se elevó en la síntesis
de Kant. Kant daba la razón en algunas cosas a los racionalistas
y en otras a los empiristas. También mostró que los dos grupos
se habían equivocado en puntos importantes. Pero la Historia no
acaba con Kant. Ahora la «síntesis» de Kant constituiría el punto
de partida de una nueva cadena de reflexiones llevada en tres
direcciones,
o una tríada. Pues también la «síntesis» es recibida
por una nueva «antítesis».
–Eso me resulta muy teórico.
–Sí que lo es. Pero Hegel no tiene la intención de emplear a la
fuerza ningún «esquema» para la Historia, sino que opinaba que
se podía sacar esa dialéctica leyendo la propia Historia, y señaló
que había descubierto ciertas leyes
para el desarrollo de la
razón, o, en otras palabras, para el curso del «espíritu universal»
a través de la Historia.
–Entiendo.
Ahora bien, la dialéctica de Hegel no es aplicable sólo a la
Historia. También cuando discutimos algo pensamos
dialécticamente. Intentamos trazar los fallos de una manera de
pensar; lo cual, en palabras de Hegel, es “pensar
negativamente». Pero al buscar fallos en una manera de pensar
conservamos a la vez lo mejor.
–¡Ejemplo!
–Cuando un socialista y un conservador se sientan para resolver
un problema social, se producirá rápidamente
una tensión entre
los dos modos de pensar. Esto no significa que uno tenga toda la
razón y el otro se equivoque
del todo. De hecho puede ser que
los dos tengan algo de razón y que los dos se equivoquen en
algunas cosas. Según evoluciona la discusión habrá una
conservación crítica
de lo mejor de la argumentación de ambos.
Eso espero.
Pero cuando nos encontramos en medio de una discusión de ese
tipo, no resulta siempre fácil constatar qué es lo más sensato. Lo
que es bueno y lo que es malo, tocará a la Historia demostrarlo.
Lo que es «sensato» es lo que tiene posibilidad de sobrevivir.
–Es decir, que lo que sigue vivo es lo correcto.
–O al revés: lo correcto es lo que sigue vivo.
–¿Podrías ponerme un pequeño ejemplo para que lo vea más
claro?
Hace ciento cincuenta años hubo mucha gente que luchó en favor
de los derechos de la mujer. También había muchos que
luchaban en contra. Si hoy en día estudiamos
los argumentos de
las dos partes no nos resulta difícil
ver cuáles eran los
argumentos más «razonables». Pero no debemos olvidarnos de
que tenemos la ventaja de juzgar
con mucha más información de
la que se tenía en aquella época. Resultó que los que lucharon a
favor tenían razón. Muchos se avergonzarían de ver impreso lo
que su abuelo había dicho al respecto.
–Pues si, me imagino. ¿Qué opinaba el propio Hegel?
–¿Sobre los derechos de la mujer?
–¿No es de eso de lo que estamos hablando?
–¿Quieres oír una cita?
–¡De acuerdo!
–«La diferencia entre el hombre y la mujer es igual a la que existe
entre el animal y la planta», escribió Hegel. «El animal se asemeja
al carácter del hombre, y la planta al de la mujer, porque su
evolución consiste más bien en un tranquilo despliegue de
energía, que tiene como principio la unidad indeterminada del
sentimiento. Si las mujeres están
al frente del gobierno, el
Estado está en peligro, porque no actúan conforme a las
demandas del público, sino que siguen inclinaciones y opiniones
casuales. También las mujeres se están, de alguna manera,
cultivando –no se sabe
cómo- casi como si absorbiesen las ideas
más a través de la vida que mediante la adquisición de
conocimientos. El hombre, por otra parte, tiene que alcanzar su
posición luchando por adquirir ideas y mediante enormes
esfuerzos técnicos.”
–¡Basta, basta! Prefiero no oír más citas de ese tipo.
–Pero la cita es un ejemplo magnífico de que la opinión
de lo que
es «razonable» va cambiando constantemente.
Muestra que
también Hegel fue un hijo de su época. Y nosotros también lo
somos. Nuestros juicios «evidentes
» tampoco aguantarán la
prueba de la Historia.
–¿Puedes ponerme algún ejemplo?
–No, de esto no.
–¿Por qué no?
–Porque en ese caso hubiera señalado algo que ya está
cambiando. Por ejemplo no podría señalar que es estúpido ir en
coche porque el coche contamina la naturaleza.
Ya hay mucha
gente que opina lo mismo, de modo que sería un mal ejemplo.
Pero la Historia demostrará que mucho de lo que para nosotros
son evidencias, no aguantarán
el juicio de la posteridad.
–Entiendo.
–Además conviene tomar nota de lo siguiente: precisamente
porque tantos hombres de la época de Hegel ensartaron
largos
discursos sobre la inferioridad de la mujer; contribuyeron al
mismo tiempo a acelerar la liberación de la mujer.
–¿Cómo?
–Presentaron una (tesis) o (postura). La razón por la que se
vieron obligados a ello era que las mujeres ya habían
empezado
a levantarse. Sobre aquello que todo el mundo está de acuerdo
no hace falta opinar. Cuanto más virulentas eran las
declaraciones sobre la inferioridad de la mujer, más fuertes se
hacían las (negaciones».
–Creo que lo entiendo.
–De modo que se puede decir que lo mejor es tener adversarios
enardecidos. Cuanto más extremistas sean los adversarios, más
fuerte será la reacción con la que serán
contestados. Hay un
refrán que habla de «echar leña al fuego».
–Desde luego yo noto que mi propio fuego arde intensamente
en
este momento.
–También en un sentido lógico o filosófico habrá a menudo una
tensión dialéctica entre dos conceptos.
–¡Ejemplo, por favor!
–Si yo reflexiono sobre el concepto «ser», inevitablemente
tendré
que introducir también el concepto contrario,
es decir el «no
ser», pues no se puede reflexionar sobre
el ser sin, acto seguido,
recordarse a uno mismo que no se «es» para siempre. La tensión
entre «ser» y «no ser» se disuelve en el concepto «nacimiento».
Porque el que algo nazca significa en cierta manera que es y no
es.
–Entiendo.
–De modo que la razón de Hegel es una razón dinámica.
La
realidad está llena de contradicciones y por lo tanto también una
descripción de la realidad tendrá que estar llena de
contradicciones. Te pondré un par de ejemplos: se dice que el
físico nuclear danés Niels Bohr tenía una herradura colgada
encima de su puerta.
–Da buena suerte.
–Pero es pura superstición, y de hecho Niels Bohr era de todo
menos supersticioso. Una vez que recibió la visita
de un amigo,
éste comentó sobre la herradura: «¿Tú no creerás en esas
cosas?», dijo. «No», contestó Niels Bohr, “pero he oído decir que
es muy eficaz de todos modos».
–Me has dejado atónita.
–Pero la respuesta es bastante dialéctica, algunos dirían
incluso
contradictoria. Niels Bohr, que igual que nuestro
propio poeta
Vinje, era conocido por su ambivalencia, dijo en otra ocasión lo
siguiente: existen dos clases de verdades,
las verdades
superficiales en las que queda evidente que lo contrario es
incorrecto y las verdades profundas en las que lo contrario es
igual de correcto.
–¿Qué clase de verdades pueden ser ésas?
–Si por ejemplo digo que la vida es corta...
–Entonces estoy de acuerdo.
–Pero en otra ocasión puedo decir que la vida es larga.
–Tienes razón, también eso es verdad.
–Finalmente te pondré un ejemplo de cómo una tensión dialéctica
puede desencadenar una acción espontánea
que a su vez
conduce a un cambio repentino.
–¡Cuenta!
–[imagínate una niña que siempre diga a su madre:
«Sí, mamá», «De acuerdo mamá», “Como tú quieras mamá
», «Lo
haré en seguida, mamá».
–Me produce escalofríos.
–Con el tiempo, a la madre le irrita tanta obediencia por parte de
la hija. Finalmente exclama: «¡No seas tan obediente!». Y la niña
contesta: «Como quieras, mamá».
–Yo le daría una bofetada.
–¿Verdad que sí? ¿Pero qué hubieras hecho si en lugar de eso
hubiera contestado: «¡SI, quiero ser obediente!»?
–Hubiera sido una extraña respuesta. A lo mejor le habría dado
una bofetada también en ese caso.
–Es decir que la situación no tenía salida. La tensión dialéctica
estaba tan recrudecida que tendría que llegarse a un desenlace.
–¿Te refieres a la bofetada?
–Debemos mencionar un último rasgo de la filosofía de Hegel.
–Aquí estoy.
–Recordarás que señalamos que los románticos eran
individualistas.
–«El camino secreto va hacia dentro.”
–Precisamente este individualismo se encontró con su
«negación» o antagonismo en la filosofía de Hegel. Hegel
subrayó lo que él llamaba poderes objetivos, con los cuales se
refería a la familia y al Estado. Pensaba que el individuo
era una
parte orgánica de la comunidad. La razón o el «espíritu
universal» era algo que no se hacía visible hasta la interacción
entre los seres humanos.
¡Explícate!
–La razón aparece ante todo en el lenguaje, y el lenguaje es algo
a lo que nacemos. El idioma noruego se arregla perfectamente
sin el señor Hansen, pero el señor Hansen no se arregla sin el
idioma noruego. El idioma no es creado por el individuo, sino que
es el idioma el que crea al individuo.
–Pues sí, se puede expresar así.
–De la misma manera que el individuo nace a un lenguaje
también nace a sus condiciones históricas. Nadie puede tener
una relación «libre» con esas condiciones. La persona que no
encuentre su lugar en el Estado es, por tanto, una persona «no
histórica». Te acordarás de que esta idea también era muy
importante para los grandes filósofos de Atenas. De la misma
manera que no se concibe al Estado sin ciudadanos, tampoco se
concibe al individuo sin el Estado.
Comprendo.
Según Hegel el Estado es algo «más» que cada ciudadano.
Es
incluso más que la suma de todos los ciudadanos.
Según Hegel
no es posible, por lo tanto, «darse de baja en la sociedad». Uno
que se encoge de hombros ante la sociedad en la que vive y que
quiere buscarse a sí mismo,
se convierte en un payaso.
–No sé si estoy totalmente de acuerdo con eso, pero vale,
–Según Hegel no es el individuo el que se «encuentra
a sí
mismo», sino el «espíritu universal».
–¿El espíritu universal se encuentra a sí mismo?
–Hegel dijo que el espíritu universal vuelve a sí mismo en tres
escalones.
–Me puedes explicar la escalera entera, si quieres.
–Primero el espíritu universal se conciencia de sí mismo en el
individuo, a lo cual Hegel llama razón subjetiva.
En la familia, la
sociedad y el Estado, el espíritu universal
alcanza una mayor
conciencia, a la cual Hegel denomina
razón objetiva, porque es
una razón que actúa en interacción entre las personas. Pero
queda aún un escalón...
–¡Qué emoción!
–La más elevada forma de autoconocimiento la alcanza
el
espíritu universal en la razón absoluta. Y esta “razón
absoluta»
es el arte, la religión y la filosofía. Y de éstos la filosofía es la
forma más elevada de razón porque, en la filosofía, el espíritu
universal reflexiona sobre su propia actividad
en la Historia.
Como ves, el espíritu universal no se encuentra consigo mismo
hasta llegar a la filosofía. Podríamos decir que la filosofía es el
espejo del espíritu universal.
–Esto es tan misterioso que necesito un poco de tiempo para
digerirlo. Pero me ha gustado lo último que has dicho.
–Dije que la filosofía es el espejo del espíritu universal.
–Es bonito. ¿Crees que tiene algo que ver con el espejo
de latón?
Sí, ya que preguntas.
–¿Qué quieres decir con eso?
–Supongo que ese “espejo de latón» tiene un significado
especial, ya que siempre sale a relucir.
–Entonces también tendrás alguna idea del significado
que
puede tener.
–No, no. Sólo digo que el espejo no se hubiera sacado
a relucir
tan a menudo si no tuviera un significado especial
para Hilde y
su padre. Pero sólo Hilde puede decirnos
cuál es ese significado.
–Esto es ironía romántica.
–Una pregunta imposible, Sofía.
–¿Por qué?
–Nosotros no nos dedicamos a esas cosas. Somos simplemente
víctimas indefensas de tal ironía. Si un niño dibuja algo en un
papel no puedes preguntar al papel qué es lo que muestra el
dibujo.
–Me dan escalofríos.
... lo que es «sensato» es lo que tiene posibilidad de
sobrevivir...
Hilde dejó caer con un chasquido la carpeta al suelo, y se quedó
tumbada en la cama mirando al techo, donde había algo que daba
vueltas.
Papá sí que había conseguido marearla. ¡El granuja! ¿Cómo podía
hacer algo
Sofía había intentado hablarle directamente a ella. Le pedía que se
rebelara contra su padre. Y de hecho había conseguido
sembrar en
ella una idea. Un plan..
Sofía y Alberto no tenían posibilidad de hacerle ni un rasguño a su
padre. Pero Hilde si podía. De esta manera le seria
posible a Sofía
acercarse a su padre a través de ella.
Estaba de acuerdo con Sofía y Alberto en que Albert había
ido
demasiado lejos en su juego con imágenes de sombras. Aunque
sólo se había inventado a Alberto y a Sofía, había límites
en las
manifestaciones de poder que podía permitirse.
¡Pobres Sofía y Alberto! Estaban tan indefensos ante las fantasías
del mayor como la pantalla del cine ante el proyector
Hilde si iba a dar un escarmiento a su padre cuando volviera.
Estaba planeando ya la broma que le iba a gastar.
Se fue hacia la ventana y miró la bahía. Eran casi las dos. Abrió la
ventana y gritó hacia la caseta:
–¡Mamá!
La madre salió en seguida.
–Bajaré los bocadillos dentro de una hora. ¿Te parece bien?
–Vale.
–Sólo voy a leer acerca de Hegel.
Alberto y Sofía se habían sentado cada uno en su sillón delante
de la ventana que daba al pequeño lago.
–Georg Wilhelm Friedrich Hegel fue un verdadero hijo del
Romanticismo –comenzó Alberto–. Casi se puede
decir que
siguió el espíritu alemán conforme éste se iba desarrollando en
Alemania. Nació en Stuttgart en 1770 y comenzó a estudiar
teología en Tubinga a los 18 años. A partir de 1799 colaboró con
Schelling en Jena, justo cuando
el movimiento romántico se
encontraba en su florecimiento
más explosivo. Después de ser
profesor en Jena fue nombrado catedrático en Heidelberg, que
era el centro del Romanticismo nacional alemán. Fue nombrado
catedrático
en Berlín en 1818, precisamente en la época en la
que esta ciudad estaba a punto de convertirse en un centro espiritual
de Alemania. Murió de cólera en el mes de noviembre
de
1831, pero para entonces el “hegelianismo» ya contaba con una
gran adhesión en casi todas las universidades
de Alemania.
–De modo que llegó a vivirlo casi todo.
–Sí, y ése es también el caso de su filosofía. Hegel unificó y
continuó casi todas las distintas ideas que se habían
desarrollado entre los románticos. Pero al mismo tiempo fue un
perspicaz crítico de la filosofía de Schelling, por ejemplo.
–¿Qué fue lo que criticó?
–Tanto Schelling como los demás románticos habían
pensado
que el fondo de la existencia se encontraba en lo que llamaban el
«espíritu universal». También Hegel emplea la expresión
“espíritu universal», pero le da un nuevo contenido. Al hablar de
“espíritu universal» o de razón universal», Hegel se refiere a la
suma de todas las manifestaciones humanas. Porque sólo el ser
humano tiene “espíritu». Con este significado, habla del curso del
espíritu
universal a través de la Historia. Pero no debemos olvidar
que nos está hablando de las vidas de los seres humanos,
de
las ideas de los seres humanos y de la cultura de los seres
humanos.
–Y entonces este espíritu se vuelve inmediatamente un poco
menos fantasmal. No está ya al acecho como una «inteligencia
adormecida» en piedras y árboles.
–Recordarás que Kant habló de algo que él llamaba «la cosa en
sí». Aunque rechazara que los hombres pudieran
tener algún
conocimiento claro del secreto más íntimo de la naturaleza,
señaló que existe una especie de «verdad
» inalcanzable. Hegel
dijo que «la verdad es subjetiva
», con lo que rechazó la
existencia de una «verdad» por encima o fuera de la razón
humana. Opinó que todo conocimiento es conocimiento humano.
–De alguna manera, ¿tuvo que volver a bajar la filosofía
a la
tierra, verdad?
–Pues sí, a lo mejor se puede expresar así. La filosofía de Hegel
es tan polifacética y tan variada que aquí y ahora nos
contentaremos con subrayar algunos de sus puntos
más
importantes. Es además hasta cierto punto dudoso que Hegel
tuviera una «filosofía» propia. Lo que llamamos la filosofía de
Hegel es ante todo un método para entender el curso de la
Historia. Por lo tanto, no se puede hablar de Hegel sin hablar de
la Historia de la humanidad. La filosofía
de Hegel no nos enseña
esto ni aquello sobre la «naturaleza
más íntima de la existencia»,
pero nos puede enseñar
a pensar de un modo fecundo.
–Eso también es muy importante.
–Todos los sistemas filosóficos anteriores a Hegel habían
intentado fijar criterios eternos sobre lo que el hombre
puede
saber sobre el mundo. Así lo hicieron Descartes y Spinoza, Hume
y Kant. Cada uno de ellos había intentado investigar cuál es la
base del conocimiento humano, Pero todos se pronunciaron
sobre las condiciones eternas del conocimiento humano sobre el
mundo.
–¿Pero no es ésa la obligación del filósofo?
–Hegel opinó que eso era imposible. Pensaba que la base del
conocimiento humano varía de generación en generación.
No
existe ninguna «verdad eterna». No existe ninguna «razón
eterna». El único punto fijo al que puede agarrarse el filósofo es
a la propia Historia.
–Me tendrás que explicar esto más a fondo. La Historia está en
constante cambio, ¿cómo puede entonces ser un punto fijo?
–También un río está en constante cambio, pero no por eso deja
de ser un río. Pero no puedes preguntar por la parte más
«auténtica» del río.
Claro, porque el río es tan río en un sitio como en otro.
–Para Hegel la Historia era como el curso de un río. Cada
pequeño movimiento del agua en un punto dado del río está en
realidad determinado por la caída del agua y por sus remolinos
más arriba. Pero también está determinado
por las piedras y los
meandros del río justo en ese lugar
donde tú lo estás mirando.
–Creo que lo entiendo.
–También la historia del pensamiento, o de la razón,
se puede
comparar al curso de un río. Todos los pensamientos
que vienen
«manando» de las tradiciones de Personas que han vivido antes
que tú, y las condiciones materiales que rigen en tu propia época,
contribuyen a determinar
tu manera de pensar. Por lo tanto, no
puedes afirmar
que una determinada idea sea correcta para
siempre. Pero puede ser correcta en la época y el lugar en que te
encuentras.
–¿Pero no significa que todo es igual de malo o que todo es igual
de bueno?
–No, no, algo sólo puede ser bueno o malo en relación
con un
contexto histórico. Si en 1990 te hubieras puesto a hacer
propaganda a favor de la esclavitud, hubieras
sido, en el mejor
de los casos, un payaso. No resultó tan estúpido hace 2. 500
años, aunque incluso en aquella época había voces progresistas
que hablaban en favor de abolir la esclavitud. Pero miremos un
ejemplo más cercano.
Hace sólo cien años no se consideraba tan
«irrazonable
» quemar grandes zonas de bosques con el fin de
allanar la tierra para poderla cultivar. Pero hoy en día resulta
enormemente irrazonable hacerlo. Contamos con una
información mucho más amplia para realizar tales evaluaciones.
–Ya lo había entendido.
–En cuanto a la reflexión filosófica, Hegel señaló que la razón es
algo dinámico, por no decir un proceso. Y la
proceso en sí. Porque no existe ningún criterio fuera del propio
proceso histórico que pueda decidir
lo que es lo más
«verdadero» o lo más «razonable».
–¡Ejemplos, por favor!
–No puedes extraer distintas ideas de la Antiguedad o la Edad
Media, el Renacimiento y la Ilustración y decir que esto o aquello
era correcto o equivocado. Por lo tanto, tampoco puedes decir
que Platón se equivocó, o que Aristóteles tenía razón. Y tampoco
puedes decir que Hume se equivocó y que Kant o Schelling
tuvieron razón. Es una manera no-histórica de pensar.
–No suena demasiado bien.
–En general no puedes arrancar a ningún filósofo, ni a ninguna
idea en general, del contexto histórico de este filósofo
o de esta
idea. Pero, y ahora me estoy acercando a un nuevo punto, debido
a que constantemente se van añadiendo
cosas nuevas, la razón
es (progresiva), lo cual significa
que el conocimiento del hombre
está en constante ampliación y de esa manera «progresa».
–¿Entonces la filosofía de Kant resulta ser más correcta
que la de
Platón a pesar de todo?
–Sí, el «espíritu universal» ha evolucionado y se ha ampliado
desde Platón a Kant. ¡Faltaría más! Si volvemos al río podemos
decir que ha entrado más agua en él, pues han pasado más de
dos mil años. Kant no creía que sus «verdades» fueran a quedar
en la orilla como piedras inmutables.
Y sus ideas seguirían
elaborándose, y su «razón» sería objeto de crítica por parte de la
generación siguiente. Eso fue precisamente lo que pasó de
verdad.
–Pero ese río...
¿Sí?
–¿Hacia dónde fluye?
–Hegel señaló que el espíritu universal evoluciona hacia una
conciencia de sí mismo cada vez mayor. Los ríos se hacen cada
vez más anchos, conforme se acercan al mar. Según Hegel, la
Historia trata de que el espíritu universal
despierte lentamente
para concienciarse de sí mismo. El mundo ha estado aquí
siempre, pero, a través de la cultura y las actividades del hombre,
el espíritu universal se hace cada vez más consciente de su
particularidad.
–¿Cómo podía estar tan seguro de ello?
–Lo señalaba como una realidad histórica. Es decir, no pretendía
predecir nada. Cualquier persona que haya estudiado la Historia
verá que la humanidad ha ido hacia un conocimiento cada vez
mayor de si misma y también hacia un «despliegue de energías»
cada vez mayor. Según Hegel, un estudio de la Historia muestra
que la humanidad se mueve hacia una racionalidad y libertad
cada vez mayores, lo cual quiere decir que la evolución histórica,
a pesar
de todos sus rodeos, «avanza». Decimos que la Historia
«sobrepasa sus propios límites» y que tiene un «objetivo».
–Hay una evolución, eso se entiende fácilmente.
–Sí, la Historia es, como ya he dicho, una larga cadena
de
reflexiones. Hegel también señaló ciertas reglas que rigen para
esta cadena de reflexiones. Alguien que estudie
detalladamente
la Historia, se dará cuenta de que cualquier idea se sustenta
sobre la base de otra idea anterior.
Así, en cuanto se presenta
una idea, ésta será contradicha
por otra, produciéndose una
fusión entre dos maneras opuestas de pensar. Esta tensión se
anulará en cuanto surja una tercera idea, que recoja lo mejor de
los puntos de vista de las dos precedentes. A esto Hegel lo llama
evolución dialéctica.
–¿Tienes algún ejemplo?
–A lo mejor te acuerdas de que los presocráticos discutían
la
cuestión de la materia primaria y del cambio...
–Más o menos.
–Luego, los eleatos dijeron que cualquier cambio era en realidad
imposible, y por lo tanto se vieron obligados
a negar su
existencia, aun cuando sus sentidos los captaran.
Los eleatos
habían expuesto una afirmación, es decir,
un punto de vista, que
Hegel llamaba tesis.
–¿Y?
–Pero, cada vez que se expone una afirmación tan audaz, se
producirá una nueva afirmación, a la que Hegel denomina
negación. El que negó la filosofía de los eleatos fue Heráclito,
quien dijo que «todo fluye». Tenemos ya establecida
una tensión
entre dos maneras distintas de pensar.
No obstante, esta tensión
fue anulada por Empédocles, al señalar que los dos tenían algo
de razón y que los dos se habían equivocado en algo.
–Bueno, creo que empiezo a entenderlo...
–Los eleatos tuvieron razón en decir que en realidad nada
cambia, pero se equivocaron al decir que no nos podemos
fiar
de nuestros propios sentidos. Heráclito tenía razón
en que
podemos fiarnos de nuestros sentidos, pero no tenía razón en
que todo fluye.
–Porque había más de un elemento. Sólo cambiaba la
composición, no los elementos en sí.
–Exactamente. El punto de vista de Empédocles, tal como se
presenta, entre los dos puntos de vista opuestos, fue llamado
por Hegel negación de la negación.
¡Qué palabras!
–A las tres fases del conocimiento las llamó «tesis», «antítesis» y
«síntesis». Podemos decir por ejemplo que el racionalismo de
Descartes era una tesis, que fue contradicha
por la antítesis
empírica de Hume. Ahora bien, este antagonismo,
la misma
tensión entre las dos maneras de pensar,
se elevó en la síntesis
de Kant. Kant daba la razón en algunas cosas a los racionalistas
y en otras a los empiristas. También mostró que los dos grupos
se habían equivocado en puntos importantes. Pero la Historia no
acaba con Kant. Ahora la «síntesis» de Kant constituiría el punto
de partida de una nueva cadena de reflexiones llevada en tres
direcciones,
o una tríada. Pues también la «síntesis» es recibida
por una nueva «antítesis».
–Eso me resulta muy teórico.
–Sí que lo es. Pero Hegel no tiene la intención de emplear a la
fuerza ningún «esquema» para la Historia, sino que opinaba que
se podía sacar esa dialéctica leyendo la propia Historia, y señaló
que había descubierto ciertas leyes
para el desarrollo de la
razón, o, en otras palabras, para el curso del «espíritu universal»
a través de la Historia.
–Entiendo.
Ahora bien, la dialéctica de Hegel no es aplicable sólo a la
Historia. También cuando discutimos algo pensamos
dialécticamente. Intentamos trazar los fallos de una manera de
pensar; lo cual, en palabras de Hegel, es “pensar
negativamente». Pero al buscar fallos en una manera de pensar
conservamos a la vez lo mejor.
–¡Ejemplo!
–Cuando un socialista y un conservador se sientan para resolver
un problema social, se producirá rápidamente
una tensión entre
los dos modos de pensar. Esto no significa que uno tenga toda la
razón y el otro se equivoque
del todo. De hecho puede ser que
los dos tengan algo de razón y que los dos se equivoquen en
algunas cosas. Según evoluciona la discusión habrá una
conservación crítica
de lo mejor de la argumentación de ambos.
Eso espero.
Pero cuando nos encontramos en medio de una discusión de ese
tipo, no resulta siempre fácil constatar qué es lo más sensato. Lo
que es bueno y lo que es malo, tocará a la Historia demostrarlo.
Lo que es «sensato» es lo que tiene posibilidad de sobrevivir.
–Es decir, que lo que sigue vivo es lo correcto.
–O al revés: lo correcto es lo que sigue vivo.
–¿Podrías ponerme un pequeño ejemplo para que lo vea más
claro?
Hace ciento cincuenta años hubo mucha gente que luchó en favor
de los derechos de la mujer. También había muchos que
luchaban en contra. Si hoy en día estudiamos
los argumentos de
las dos partes no nos resulta difícil
ver cuáles eran los
argumentos más «razonables». Pero no debemos olvidarnos de
que tenemos la ventaja de juzgar
con mucha más información de
la que se tenía en aquella época. Resultó que los que lucharon a
favor tenían razón. Muchos se avergonzarían de ver impreso lo
que su abuelo había dicho al respecto.
–Pues si, me imagino. ¿Qué opinaba el propio Hegel?
–¿Sobre los derechos de la mujer?
–¿No es de eso de lo que estamos hablando?
–¿Quieres oír una cita?
–¡De acuerdo!
–«La diferencia entre el hombre y la mujer es igual a la que existe
entre el animal y la planta», escribió Hegel. «El animal se asemeja
al carácter del hombre, y la planta al de la mujer, porque su
evolución consiste más bien en un tranquilo despliegue de
energía, que tiene como principio la unidad indeterminada del
sentimiento. Si las mujeres están
al frente del gobierno, el
Estado está en peligro, porque no actúan conforme a las
demandas del público, sino que siguen inclinaciones y opiniones
casuales. También las mujeres se están, de alguna manera,
cultivando –no se sabe
cómo- casi como si absorbiesen las ideas
más a través de la vida que mediante la adquisición de
conocimientos. El hombre, por otra parte, tiene que alcanzar su
posición luchando por adquirir ideas y mediante enormes
esfuerzos técnicos.”
–¡Basta, basta! Prefiero no oír más citas de ese tipo.
–Pero la cita es un ejemplo magnífico de que la opinión
de lo que
es «razonable» va cambiando constantemente.
Muestra que
también Hegel fue un hijo de su época. Y nosotros también lo
somos. Nuestros juicios «evidentes
» tampoco aguantarán la
prueba de la Historia.
–¿Puedes ponerme algún ejemplo?
–No, de esto no.
–¿Por qué no?
–Porque en ese caso hubiera señalado algo que ya está
cambiando. Por ejemplo no podría señalar que es estúpido ir en
coche porque el coche contamina la naturaleza.
Ya hay mucha
gente que opina lo mismo, de modo que sería un mal ejemplo.
Pero la Historia demostrará que mucho de lo que para nosotros
son evidencias, no aguantarán
el juicio de la posteridad.
–Entiendo.
–Además conviene tomar nota de lo siguiente: precisamente
porque tantos hombres de la época de Hegel ensartaron
largos
discursos sobre la inferioridad de la mujer; contribuyeron al
mismo tiempo a acelerar la liberación de la mujer.
–¿Cómo?
–Presentaron una (tesis) o (postura). La razón por la que se
vieron obligados a ello era que las mujeres ya habían
empezado
a levantarse. Sobre aquello que todo el mundo está de acuerdo
no hace falta opinar. Cuanto más virulentas eran las
declaraciones sobre la inferioridad de la mujer, más fuertes se
hacían las (negaciones».
–Creo que lo entiendo.
–De modo que se puede decir que lo mejor es tener adversarios
enardecidos. Cuanto más extremistas sean los adversarios, más
fuerte será la reacción con la que serán
contestados. Hay un
refrán que habla de «echar leña al fuego».
–Desde luego yo noto que mi propio fuego arde intensamente
en
este momento.
–También en un sentido lógico o filosófico habrá a menudo una
tensión dialéctica entre dos conceptos.
–¡Ejemplo, por favor!
–Si yo reflexiono sobre el concepto «ser», inevitablemente
tendré
que introducir también el concepto contrario,
es decir el «no
ser», pues no se puede reflexionar sobre
el ser sin, acto seguido,
recordarse a uno mismo que no se «es» para siempre. La tensión
entre «ser» y «no ser» se disuelve en el concepto «nacimiento».
Porque el que algo nazca significa en cierta manera que es y no
es.
–Entiendo.
–De modo que la razón de Hegel es una razón dinámica.
La
realidad está llena de contradicciones y por lo tanto también una
descripción de la realidad tendrá que estar llena de
contradicciones. Te pondré un par de ejemplos: se dice que el
físico nuclear danés Niels Bohr tenía una herradura colgada
encima de su puerta.
–Da buena suerte.
–Pero es pura superstición, y de hecho Niels Bohr era de todo
menos supersticioso. Una vez que recibió la visita
de un amigo,
éste comentó sobre la herradura: «¿Tú no creerás en esas
cosas?», dijo. «No», contestó Niels Bohr, “pero he oído decir que
es muy eficaz de todos modos».
–Me has dejado atónita.
–Pero la respuesta es bastante dialéctica, algunos dirían
incluso
contradictoria. Niels Bohr, que igual que nuestro
propio poeta
Vinje, era conocido por su ambivalencia, dijo en otra ocasión lo
siguiente: existen dos clases de verdades,
las verdades
superficiales en las que queda evidente que lo contrario es
incorrecto y las verdades profundas en las que lo contrario es
igual de correcto.
–¿Qué clase de verdades pueden ser ésas?
–Si por ejemplo digo que la vida es corta...
–Entonces estoy de acuerdo.
–Pero en otra ocasión puedo decir que la vida es larga.
–Tienes razón, también eso es verdad.
–Finalmente te pondré un ejemplo de cómo una tensión dialéctica
puede desencadenar una acción espontánea
que a su vez
conduce a un cambio repentino.
–¡Cuenta!
–[imagínate una niña que siempre diga a su madre:
«Sí, mamá», «De acuerdo mamá», “Como tú quieras mamá
», «Lo
haré en seguida, mamá».
–Me produce escalofríos.
–Con el tiempo, a la madre le irrita tanta obediencia por parte de
la hija. Finalmente exclama: «¡No seas tan obediente!». Y la niña
contesta: «Como quieras, mamá».
–Yo le daría una bofetada.
–¿Verdad que sí? ¿Pero qué hubieras hecho si en lugar de eso
hubiera contestado: «¡SI, quiero ser obediente!»?
–Hubiera sido una extraña respuesta. A lo mejor le habría dado
una bofetada también en ese caso.
–Es decir que la situación no tenía salida. La tensión dialéctica
estaba tan recrudecida que tendría que llegarse a un desenlace.
–¿Te refieres a la bofetada?
–Debemos mencionar un último rasgo de la filosofía de Hegel.
–Aquí estoy.
–Recordarás que señalamos que los románticos eran
individualistas.
–«El camino secreto va hacia dentro.”
–Precisamente este individualismo se encontró con su
«negación» o antagonismo en la filosofía de Hegel. Hegel
subrayó lo que él llamaba poderes objetivos, con los cuales se
refería a la familia y al Estado. Pensaba que el individuo
era una
parte orgánica de la comunidad. La razón o el «espíritu
universal» era algo que no se hacía visible hasta la interacción
entre los seres humanos.
¡Explícate!
–La razón aparece ante todo en el lenguaje, y el lenguaje es algo
a lo que nacemos. El idioma noruego se arregla perfectamente
sin el señor Hansen, pero el señor Hansen no se arregla sin el
idioma noruego. El idioma no es creado por el individuo, sino que
es el idioma el que crea al individuo.
–Pues sí, se puede expresar así.
–De la misma manera que el individuo nace a un lenguaje
también nace a sus condiciones históricas. Nadie puede tener
una relación «libre» con esas condiciones. La persona que no
encuentre su lugar en el Estado es, por tanto, una persona «no
histórica». Te acordarás de que esta idea también era muy
importante para los grandes filósofos de Atenas. De la misma
manera que no se concibe al Estado sin ciudadanos, tampoco se
concibe al individuo sin el Estado.
Comprendo.
Según Hegel el Estado es algo «más» que cada ciudadano.
Es
incluso más que la suma de todos los ciudadanos.
Según Hegel
no es posible, por lo tanto, «darse de baja en la sociedad». Uno
que se encoge de hombros ante la sociedad en la que vive y que
quiere buscarse a sí mismo,
se convierte en un payaso.
–No sé si estoy totalmente de acuerdo con eso, pero vale,
–Según Hegel no es el individuo el que se «encuentra
a sí
mismo», sino el «espíritu universal».
–¿El espíritu universal se encuentra a sí mismo?
–Hegel dijo que el espíritu universal vuelve a sí mismo en tres
escalones.
–Me puedes explicar la escalera entera, si quieres.
–Primero el espíritu universal se conciencia de sí mismo en el
individuo, a lo cual Hegel llama razón subjetiva.
En la familia, la
sociedad y el Estado, el espíritu universal
alcanza una mayor
conciencia, a la cual Hegel denomina
razón objetiva, porque es
una razón que actúa en interacción entre las personas. Pero
queda aún un escalón...
–¡Qué emoción!
–La más elevada forma de autoconocimiento la alcanza
el
espíritu universal en la razón absoluta. Y esta “razón
absoluta»
es el arte, la religión y la filosofía. Y de éstos la filosofía es la
forma más elevada de razón porque, en la filosofía, el espíritu
universal reflexiona sobre su propia actividad
en la Historia.
Como ves, el espíritu universal no se encuentra consigo mismo
hasta llegar a la filosofía. Podríamos decir que la filosofía es el
espejo del espíritu universal.
–Esto es tan misterioso que necesito un poco de tiempo para
digerirlo. Pero me ha gustado lo último que has dicho.
–Dije que la filosofía es el espejo del espíritu universal.
–Es bonito. ¿Crees que tiene algo que ver con el espejo
de latón?
Sí, ya que preguntas.
–¿Qué quieres decir con eso?
–Supongo que ese “espejo de latón» tiene un significado
especial, ya que siempre sale a relucir.
–Entonces también tendrás alguna idea del significado
que
puede tener.
–No, no. Sólo digo que el espejo no se hubiera sacado
a relucir
tan a menudo si no tuviera un significado especial
para Hilde y
su padre. Pero sólo Hilde puede decirnos
cuál es ese significado.
–Esto es ironía romántica.
–Una pregunta imposible, Sofía.
–¿Por qué?
–Nosotros no nos dedicamos a esas cosas. Somos simplemente
víctimas indefensas de tal ironía. Si un niño dibuja algo en un
papel no puedes preguntar al papel qué es lo que muestra el
dibujo.
–Me dan escalofríos.