viernes, 4 de julio de 2008

La gran explosión

La gran explosión

... también nosotros somos polvo de las estrellas..
Hilde se acomodó en el balancín muy pegada a su padre. Eran casi
las doce. Se quedaron mirando la bahía, mientras alguna
que otra
estrella pálida se dibujaba en el cielo. Suaves olas golpeaban las
piedras debajo del muelle.
El padre rompió el silencio:
–Resulta extraño pensar que vivimos en un pequeño planeta en el
universo.
–Sí.
–La Tierra es uno de los muchos planetas que se mueven
describiendo una órbita alrededor del sol. Pero sólo la Tierra
es un
planeta vivo.
–¿Y quizás el único en todo el universo?
–Sí, es posible. Pero también puede ser que el universo esté lleno
de vida, porque ¿universo es inmenso. Y las distancias
son tan
enormes que las medimos en «minutos luz» y «años luz».
–¿Y eso qué significa en realidad?
–Un minuto luz es la distancia que recorre la luz en un minuto. Y
eso es mucho, porque la luz viaja por el universo a 300. 000
kilómetros en sólo un segundo. Un minuto luz es, en otras palabras,
300. 000 por 60, o 18 millones de kilómetros. Un año luz es por
tanto casi diez billones, con b, de kilómetros.
–¿A qué distancia está el sol?
–A un poco más de ocho minutos luz. Los rayos de sol que nos
calientan las mejillas un cálido día de junio han viajado por el
universo durante ocho minutos antes de llegar a nosotros.
–¡Sigue!
–La distancia a Plutón, que es el planeta más lejano de nuestro
sistema solar, es de más de cinco horas luz desde nuestro
propio
planeta. Cuando un astrónomo mira a Plutón en su telescopio en
realidad ve cinco horas hacia atrás en el tiempo. También
podríamos decir que la imagen de Plutón emplea cinco horas en
llegar hasta aquí.
–Es un poco difícil imaginárselo, pero creo que entiendo
lo que
dices.
–Muy bien, Hilde. Pero sólo estamos empezando a orientarnos,
¿sabes? Nuestro propio sol es uno entre 400. 000 millones de otros
astros en una galaxia que llamamos Vía Láctea. Esta galaxia
se
parece a un gran disco en el que nuestro propio sol está situado en
uno de sus varios brazos en espiral. Si miramos el cielo estrellado
una noche despejada de invierno, vemos un ancho
cinturón de
estrellas. Eso se debe a que miramos hacia el centro de la Vía
Láctea.
–Será por eso por lo que en sueco la Vía Láctea se llama «Calle del
Invierno».
–La distancia a nuestra estrella más próxima de la Vía Láctea es de
cuatro años luz. Tal vez es la que vemos sobre el islote
allí
enfrente. Imagínate que en este momento hay alguien allí arriba
que mira por un potente telescopio hacia Bjerkely; entonces vería
Bjerkely tal como era hace cuatro años. Quizás viera a una niña de
once años sentada en este balancín balanceando
las piernas.
–Me dejas atónita.
–Pero ésa es sólo la estrella vecina más cercana. Toda la galaxia, o
la «nebulosa», como también la llamamos, tiene una dimensión de
90. 000 años luz. Eso significa que la luz emplea ese número de
años para llegar de un extremo de la galaxia a otro. Cuando
dirigimos nuestra mirada a una estrella de la Vía Láctea que esté a
50. 000 años luz de nuestro propio planeta, entonces
miramos 50.
000 años hacia atrás en el tiempo.
–Este pensamiento es demasiado grande para una cabecita tan
pequeña como la mía.
–La única manera que tenemos de mirar hacia el universo es
mirando hacia atrás en el tiempo. No sabremos nunca cómo es
aquello en el universo. Sólo sabemos cómo era. Cuando
miramos
una estrella que está a miles de años luz viajamos en realidad miles
de años hacia atrás en la historia del universo.
–Es completamente inconcebible.
–Pero todo lo que vemos llega a nuestro ojo como ondas
de luz. Y
estas ondas emplean tiempo en viajar por el espacio.
Podemos
hacer una comparación con los truenos. Siempre
escuchamos los
truenos unos instantes después de ver el rayo. Eso se debe a que las
ondas del sonido se mueven más lentamente que las ondas de luz.
Cuando oigo un trueno, estoy oyendo el ruido de algo que ocurrió
hace un rato. Lo mismo ocurre con las estrellas. Cuando miro una
estrella que se encuentra
a miles de años luz de nosotros, veo el
«trueno» de un suceso que se encuentra miles de años hacia atrás
en el tiempo.
–Entiendo.
–Hasta ahora sólo hemos hablado de nuestra propia galaxia.
Los
astrónomos piensan que hay aproximadamente cien mil millones
de galaxias como ésta en el universo, y cada una de estas galaxias
la componen unos cien mil millones de estrellas.
La galaxia
vecina más próxima a la Vía Láctea es la que llamamos
Nebulosa
de Andrómeda. Está a dos millones de años luz de nuestra propia
galaxia. Como ya hemos visto, esto significa
que la luz de esta
galaxia necesita dos millones de años para llegar hasta nosotros, lo
que a su vez significa que miramos
dos millones de años hacia
atrás en el tiempo cuando vemos
la nebulosa de Andrómeda allí
muy arriba en el firmamento.
Si hubiera un astrónomo listo en esa
nebulosa, y me imagino uno astuto que en este mismo momento
está dirigiendo
su telescopio hacia la Tierra, no nos vería a
nosotros. En el mejor de los casos vería unos «prehombres» de
frente plana.
–Sigo atónita.
–Las galaxias más lejanas cuya existencia se conoce hoy; se
encuentran a unos diez mil millones de años luz de nosotros.
Cuando captamos señales dc esas galaxias, miramos diez mil
millones de años hacia atrás en la historia del universo. Eso es más
o menos el doble del tiempo que ha existido nuestro propio
sistema solar.
–Me mareas.
–En sí es muy difícil concebir lo que quiere decir mirar tan atrás en
el tiempo. Pero los astrónomos han encontrado algo que tiene aún
más importancia para nuestra visión del mundo.
–¡Cuéntame!
–Resulta que ninguna de las galaxias del universo está quieta.
Todas las galaxias del universo se van alejando las unas de las
otras a una enorme velocidad. Cuanto más lejos se encuentran
de
nosotros, más rápido parece que se mueven. Esto significa que la
distancia entre las galaxias se hace cada vez mayor.
–Intento imaginármelo.
–Si tienes un globo y pintas puntitos negros en él, los puntitos se
irán alejando lentamente los unos de los otros conforme
vayas
hinchando el globo.
–¿A qué se debe eso?
–La mayoría de los astrónomos están de acuerdo en que la
expansión del universo sólo puede tener una explicación. Una vez,
hace aproximadamente 15 mil millones de años, toda la materia del
universo estaba concentrada en una pequeña zona. La materia era
tan compacta que la gravedad la calentó enormemente. Finalmente
estaba tan caliente y era tan compacta que estalló. Este estallido lo
llamamos la gran explosión, en inglés «big bang».
–Sólo pensar en ello me hace temblar
–La gran explosión hizo que toda la materia del universo
fuese
lanzada en todas las direcciones, y conforme la materia
se iba
enfriando, se formaban estrellas y galaxias, lunas y planetas.
–¿Pero dijiste que el universo sigue ampliándose?
–Y eso se debe precisamente a aquella explosión que tuvo lugar
hace miles de millones de años. Porque el universo no tiene una
geografía eterna. El universo es un acontecimiento.
El universo es
una explosión. Las galaxias siguen alejándose
las unas de las otras
a una enorme velocidad.
–¿Y así continuarán eternamente?
–Es una posibilidad. Pero también existe otra posibilidad.
A lo
mejor recuerdas que Alberto le habló a Sofía de las dos fuerzas que
hacen que los planetas se mantengan en órbitas
constantes
alrededor del sol.
–La gravedad y la inercia, ¿no?
–Así es también la relación entre las galaxias. Porque aunque el
universo sigue expandiéndose, la gravedad actúa en sentido
contrario. Y un día, tal vez dentro de unos miles de millones
de
años, quizás la gravedad haga que los astros se vuelvan a reunir,
conforme las fuerzas de la gran explosión empiecen
a menguar.
Entonces tendremos una explosión inversa, llamada «implosión».
Pero las distancias son tan enormes que ocurrirá a cámara lenta.
Puedes compararlo con lo que pasa cuando soltamos el aire de un
globo.
–¿Todas las galaxias volverán a ser absorbidas otra vez en un
núcleo compacto?
–Sí, lo has entendido. ¿Pero qué pasará luego?
–Entonces tendrá que haber una nueva «explosión» que haga que el
universo se vuelva a expandir. Porque las mismas
leyes de la
naturaleza seguirán en vigor. De esa manera se formarán nuevas
estrellas y, galaxias.
–Correcto. En cuanto al futuro del universo, los astrónomos
se
imaginan dos posibilidades: o bien el universo continuará
expandiéndose para siempre, de modo que gradualmente
habrá
cada vez más distancia entre las galaxias, o bien el universo
comenzará a encogerse de nuevo. Lo que es decisivo para lo que va
a ocurrir es cuánto es el peso o la masa del universo. Y sobre este
punto los astrónomos no tienen todavía conocimientos
muy
seguros.
–Pero si el universo es tan pesado que un día empieza a encogerse
¿a lo mejor se ha expandido y encogido muchísimas
veces ya?
–Esa es una conclusión natural. Pero en este punto el pensamiento
se divide en dos. También puede ocurrir que la expansión del
universo sea algo que sólo ocurra una vez. Pero si el universo sigue
expandiéndose eternamente, la pregunta de cómo empezó todo se
hace más apremiante.
–¿Porque cómo surgió toda la materia que de repente estalló?
–Para un creyente puede resultar natural considerar «la gran
explosión» como el propio momento de la Creación. En la Biblia
pone que Dios dijo: «Hágase la luz». Recordarás que Alberto
señaló que la religión cristiana tiene una visión «lineal
» de la
Historia. Desde una fe cristiana en la Creación, conviene
más
pensar que el universo se seguirá expandiendo.
¿Sí?
–En Oriente han tenido una visión cíclica de la Historia.
Es decir;
que la historia se repite eternamente. En la India existe por ejemplo
una vieja doctrina según la cual el mundo constantemente se
desdobla para luego volverse a empaquetar Así se alterna entre lo
que los hindúes llaman «Día de Brahman”
y «Noche de
Brahmán». Esta idea armoniza mejor, naturalmente,
con que el
universo se expanda y se encoja, para volver a expandirse después,
en un eterno proceso «cíclico».
Me lo imagino como un gran corazón cósmico que late y late y
late...
–A mí me parece que las dos teorías son igual de inconcebibles
e
igual de emocionantes.
–Y pueden compararse con la gran paradoja de la eternidad
en la
que Sofía una vez estuvo pensando sentada en su jardín: o el
universo ha exitido siempre, o ha nacido una vez de repente de la
nada...
Hilde se echó mano a la frente.
–¿Qué ha sido eso?
–Creo que me ha picado un tábano.
–Habrá sido Sócrates que intentaba sacarte del letargo...
Sofía y Alberto habían estado sentados en el deportivo
rojo
escuchando al mayor hablar a Hilde sobre el universo.
–¿Te has dado cuenta de que los papeles han sido
completamente cambiados? –preguntó Alberto después de un
rato.
–¿Qué quieres decir?
–Antes eran ellos quienes nos escuchaban a nosotros,
y
nosotros no los podíamos ver. Ahora somos nosotros quienes los
escuchamos a ellos, pero ahora ellos no nos pueden ver a
nosotros.
–E incluso hay algo más.
–¿En qué estás pensando?
–Al principio no sabíamos que existía otra realidad, en la que
vivían Hilde y el mayor. Ahora son ellos los que no saben nada de
nuestra realidad.
–Esa es la dulce venganza.
–Pero el mayor podría intervenir en nuestro mundo...
–Nuestro mundo no fue sino una intervención suya.
–No quiero perder la esperanza de que también nosotros
podamos un día intervenir en su mundo.
–Pero sabes que eso es completamente imposible. ¿Te acuerdas
de lo que pasó en el café Cinderella? Vi cómo te quedaste tirando
de aquella botella de coca-cola.
Sofía se quedó mirando al jardín mientras el mayor hablaba de
«la gran explosión». Esta expresión le hizo pensar
en algo.
Empezó a hurgar en el coche.
–¿Qué pasa? –preguntó Alberto.
–Nada.
Abrió la guantera y encontró una llave inglesa. Con la llave en la
mano se acercó al balancín y se puso justo delante de Hilde y su
padre. Primero intentó captar la mirada
de Hilde, pero le fue
imposible. Al final levantó la llave inglesa muy alto por encima
de su cabeza y golpeó con ella muy fuerte la frente de Hilde.
–¡Ay! –dijo Hilde.
Luego Sofía también golpeó con la llave inglesa la frente del
mayor, pero él no reaccionó en absoluto.
¿Qué ha sido eso? –preguntó él. Hilde le miró:
–Creo que me ha picado un tábano.
–Habrá sido Sócrates que intentaba sacarte del letargo.
Sofía se tumbó en la hierba e intentó empujar el balancín.
Pero
no se movía ni un ápice. ¿O había conseguido que se moviera un
milímetro?
–Sopla como un vientecillo fresco por el suelo –dijo Hilde.
–A mí me parece que tenemos una temperatura muy suave,
–Pero no es sólo eso. Aquí hay algo.
–Solamente tú y yo y la suave noche de verano.
–No, hay algo en el aire.
–¿Qué puede ser?
–¿Te acuerdas del plan secreto de Alberto?
–¿Cómo no me iba a acordar?
–Y desaparecieron de la fiesta en el jardín. Como si se los
hubiera tragado la tierra.
–Pero...
–”como si se los hubiera tragado la tierra... “
–En algún punto la historia tiene que acabar. Sólo era algo que yo
escribí.
–Aquello si, pero no lo que ocurrió después. Fíjate, si estuvieran
aquí...
–¿Crees que eso puede ser?
–Siento algo extraño, papá.
Sofía volvió corriendo al coche.
–Impresionante –tuvo que admitir Alberto, mientras
ella se metía
en el coche con la llave inglesa–. A lo mejor resulta que la chica
tiene facultades especiales.
El mayor puso su brazo alrededor de Hilde.
–¿Has oído la maravillosa música de las olas que golpean las
piedras?
–Mañana tendremos que llevar la barca al agua.
–¿Pero oyes los extraños susurros del viento? ¡Mira cómo tiemblan
las hojas de los álamos.
–Es el planeta vivo...
–Escribiste que había algo “entre líneas”.
–¿Sí?
–Quizás haya algo «entre líneas” también en este jardín.
–Desde luego la naturaleza está llena de enigmas. Y estamos
hablando de las estrellas del firmamento.
–Pronto habrá estrellas en el agua también.
–Sí, eso que llamabas la fosforescencia del mar cuando eras
pequeña. En cierta manera tenías razón, porque tanto la
fosforescencia como todos los demás organismos están hechos de
elementos químicos que algún día fueron mezclados y cocidos
en
una estrella.
–¿Nosotros también?
–--Sí, también nosotros somos polvo de las estrellas.
–¡Qué bonito!
–Cuando los radiotelescopios captan luz de galaxias lejanas
que se
encuentran a miles de millones de años luz de distancia,
registran
el aspecto que tenía el espacio en el tiempo primigenio, justo
después de la gran explosión.. Todo lo que los seres humanos
vemos en el cielo son fósiles cósmicos de hace miles y millones de
años. Lo único que puede hacer un astrólogo
es predecir el pasado.
–¿Porque las estrellas de las constelaciones se han distanciado
las
unas de las otras antes de que la luz de las estrellas llegue hasta
nosotros?
–Hace sólo un par de miles de años las constelaciones tenían un
aspecto bastante diferente al que tienen hoy.
–---No lo sabía.
–En una noche despejada vemos millones, por no decir miles de
millones, de años hacia atrás en la historia del universo.
De alguna
manera emprendemos el viaje de vuelta a casa.
–Eso me lo tienes que explicar mejor.
–También tú y yo empezamos con la gran explosión.. Porque toda
la materia del universo es una unidad orgánica.
Una vez, en los tiempos primigenios, toda la materia estaba
concentrada en una bola que era tan densa que la cabeza de un
alfiler habría pesado muchos miles de millones de toneladas.
Este
«átomo primigenio” estalló debido a la enorme gravitación.
Fue
como si algo se rompiera. Pero al elevar la mirada hacia el cielo
intentamos encontrar el camino de vuelta a nosotros mismos.
»Todas las estrellas y galaxias del universo están hechas de la
misma materia. En algunas partes algunas de ellas se han juntado.
Puede haber millones de años luz entre una y otra galaxia.
Pero
todas tienen el mismo origen. Todas las estrellas y los planetas son
de la misma estirpe.
–Comprendo.
–¿Qué es esa materia universal? ¿Qué fue aquello que hizo
explosión hace miles de millones de años? ¿De dónde viene?
–Ese es el gran enigma.
–Pero es algo que nos atañe en lo más profundo. Porque
nosotros
mismos somos de esa materia. Somos una chispa de la gran
hoguera que se encendió hace muchos miles de millones
de años.
–Lo has expresado de una manera muy bonita.
–Ahora bien, no debemos exagerar el significado de las grandes
cifras. Basta con tomar una piedra en la mano. El universo
habría
sido igual de inconcebible aunque sólo hubiese consistido en esta
piedra del tamaño de una naranja. La pregunta
habría seguido allí
invariablemente: ¿de dónde viene esta piedra?
Sofía se levantó de pronto en el deportivo rojo y señaló
hacia la
bahía.
–Me entran ganas de probar el bote –exclamo.
–Está amarrado. Además no seriamos capaces de mover los
remos.
–¿Lo intentamos? Estamos en la noche de San Juan...
–Por lo menos podemos bajar al agua.
Salieron del coche y bajaron corriendo por el jardín.
En el muelle intentaron soltar la cuerda, que estaba atada a una
anilla de acero; pero no lograron ni siquiera moverla.
–Como si estuviera clavada –dijo Alberto.
–Pero tenemos tiempo de sobra.
–Un auténtico filósofo no debe darse por vencido. Si al menos
lográramos... soltar esta...
–Ahora hay todavía más estrellas en el cielo –dijo Hilde.
–Sí, éste es el momento más oscuro de la noche de verano.
–Pero en el invierno echan chispas. ¿Te acuerdas de aquella noche
antes de irte al Líbano? Era el día de Año Nuevo.
–Fue cuando me decidí a escribir un libro de filosofía para ti.
Estuve en una importante librería dc Kristiansand y también en la
biblioteca municipal; pero no había nada apropiado
para jóvenes.
–Es como si estuviéramos sentados en la punta de uno de los finos
pelos de la blanca piel del conejo.
–Me pregunto si hay alguien allí afuera, en la noche de los años luz.
–¡El bote se ha soltado!
–Es verdad...
–No lo entiendo. Bajé a comprobar el amarre justo antes
de que tú
llegaras.
–¿De veras?
–Me recuerda a Sofía, cuando tomó prestado el bote de Alberto.
¿Te acuerdas de que lo dejó a la deriva?
–A lo mejor es ella la que ha estado por aquí.. –Tú te lo tomas a
broma, pero yo tengo la sensación de que ha habido alguien aquí
durante toda la noche.
–Uno de los dos tiene que nadar hasta allí.
–Lo haremos los dos, papá.

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