viernes, 4 de julio de 2008

El hombre en el centro

El hombre en el centro

Desde aproximadamente el año 450 a. de C., Atenas se convirtió
en el centro cultural del mundo griego. Y también la filosofía
tomó un nuevo rumbo.
Los filósofos de la naturaleza fueron ante todo investigadores de
la naturaleza. Por ello ocupan también un importante lugar en la
historia de la ciencia. En Atenas, el interés comenzó a centrarse
en el ser humano y en el lugar de éste en la sociedad.
En Atenas se iba desarrollando una democracia con asamblea
popular y tribunales de justicia. Una condición previa de la
democracia era que el pueblo recibiera la enseñanza necesaria
para poder participar en el proceso de democratización. También
en nuestros días sabemos que una joven democracia requiere
que el pueblo reciba una buena enseñanza. En Atenas, por lo
tanto, era muy importante dominar, sobre todo, el arte de la
retórica.
Desde las colonias griegas, pronto acudió a Atenas un gran
grupo de profesores y filósofos errantes. Estos se llamaban a sí
mismos sofistas. La palabra sofista significa persona sabia o
hábil. En Atenas los sofistas vivían de enseñar a los ciudadanos.
Los sofistas tenían un importante rasgo en común con los
filósofos de la naturaleza: el adoptar una postura crítica ante los
mitos tradicionales. Pero, al mismo tiempo, los sofistas
rechazaron lo que entendían como especulaciones filosóficas
inútiles. Opinaban que, aunque quizás existiera una respuesta a
las preguntas filosóficas, los seres humanos no serían capaces
de encontrar respuestas seguras a los misterios de la naturaleza
y del universo. Ese punto de vista se llama escepticismo en
filosofía.
Pero aunque no seamos capaces de encontrar la respuesta a
todos los enigmas de la naturaleza, sabemos que somos seres
humanos obligados a convivir en sociedad. Los sofistas optaron
por interesarse por el ser humano y por su lugar en la sociedad.
«El hombre es la medida de todas las cosas», decía el sofista
Protágoras (aprox. 487-420 a. de C.), con lo que quería decir que
siempre hay que valorar lo que es bueno o malo, correcto o
equivocado, en relación con las necesidades del hombre. Cuando
le preguntaron si creía en los dioses griegos, contestó que el
asunto es complicado y la vida humana es breve. A los que, como
él, no saben pronunciarse con seguridad sobre la pregunta de si
existe o no un dios, los llamamos agnósticos.
Los sofistas viajaron mucho por el mundo, y habían visto muchos
regímenes distintos. Podían variar mucho, de un lugar a otro, las
costumbres y las leyes de los Estados. De ese modo, los sofistas
crearon un debate en Atenas sobre qué era lo que estaba
determinado por la naturaleza y qué creado por la sociedad. Así
pusieron los cimientos de una crítica social en la ciudad – estado
de Atenas.
Señalaron, por ejemplo, que expresiones tales como “pudor
natural” no siempre concordaban con la realidad. Porque si es
natural tener pudor, tiene que ser algo innato. ¿Pero es innato,
Sofía, o es un sentimiento creado por la sociedad? A una persona
que ha viajado por el mundo, la respuesta le resulta fácil: no es
natural o innato tener miedo a mostrarse desnudo. El pudor, o la
falta de pudor, está relacionado con las costumbres de la
sociedad.
Como podrás entender, los sofistas errantes crearon amargos
debates en la sociedad ateniense, señalando que no había
normas absolutas sobre lo que es correcto o erróneo. Sócrates,
por otra parte, intentó mostrar que sí existen algunas normas
absolutas y universales.

Mapa de Grecia

Mapa de Grecia
Antigua Grecia