jueves, 3 de julio de 2008

Cuatro elementos

Cuatro elementos

En cierto modo, las ideas de Parménides y Heráclito eran
totalmente contrarias. La razón de Parménides le decía que nada
puede cambiar. Pero los sentidos de Heráclito decían, con la
misma convicción, que en la naturaleza suceden constantemente
cambios. ¿Quién de ellos tenía razón? ¿Debemos fiarnos de la
razón o de los sentidos?
Tanto Parménides como Heráclito dicen dos cosas.
Parménides dice:
a) que nada puede cambiar y
b) que las sensaciones, por lo tanto, no son de fiar.
Por el contrario, Heráclito dice:
a) que todo cambia (todo fluye) y
b) que las sensaciones son de fiar
¡Difícilmente dos filósofos pueden llegar a estar en mayor
desacuerdo! ¿Pero cuál de ellos tenía razón? Empédocles (494-
434 a. de C.) de Sicilia sería el que lograra salir de los enredos en
los que se había metido la filosofía. Opinaba que, tanto
Parménides como Heráclito, tenían razón en una de sus
afirmaciones, pero que los dos se equivocaban en una cosa.
Empédocles pensaba que el gran desacuerdo se debía a que los
filósofos habían dado por sentado(error esencial en Parménides)
que había un solo elemento. De ser así, la diferencia entre lo que
dice la razón y lo que «vemos con nuestros propios ojos» seria
insuperable.
Es evidente que el agua no puede convertirse en un pez o en una
mariposa. El agua no puede cambiar. El agua pura sigue siendo
agua pura para siempre. De modo que Parménides tenía razón en
decir que «nada cambia».
Al mismo tiempo, Empédocles le daba la razón a Heráclito en que
debemos fiarnos de lo que nos dicen nuestros sentidos.
Debemos creer lo que vemos, y vemos, precisamente, cambios
constantes en la naturaleza.
Empédocles llegó a la conclusión de que lo que había que
rechazar era la idea de que hay un solo elemento. Ni el agua ni el
aire son capaces, por sí solos, de convertirse en un rosal o en
una mariposa, razón por la cual resulta imposible que la
naturaleza sólo tenga un elemento.
Empédocles pensaba que la naturaleza tiene en total cuatro
elementos o «raíces», como él los llama. Llamó a esas cuatro
raíces tierra, aire, fuego y agua.
Todos los cambios de la naturaleza se deben a que estos cuatro
elementos se mezclan y se vuelven a separar, pues todo está
compuesto de tierra, aire, fuego y agua, pero en distintas
proporciones de mezcla. Cuando muere una flor o un animal, los
cuatro elementos vuelven a separarse. Éste es un cambio que
podemos observar con los ojos. Pero la tierra y el aire, el fuego y
el agua quedan completamente inalterados o intactos con todos
esos cambios en los que participan. Es decir, que no es cierto que
«todo» cambia (en contra de Heráclito). En realidad, no hay nada
que cambie, lo que ocurre es, simplemente, que cuatro elementos
diferentes se mezclan y se separan, para luego volver a
mezclarse.
Podríamos compararlo con un pintor artístico: si tiene sólo un
color –por ejemplo el rojo- no puede pintar árboles verdes. Pero
si tiene amarillo, rojo, azul y negro, puede obtener hasta cientos
de colores, mezclándolos en distintas proporciones.
Un ejemplo de cocina demuestra lo mismo. Si sólo tuviera harina,
tendría que ser un mago para poder hacer un bizcocho. Pero si
tengo huevos y harina, leche y azúcar, entonces puedo hacer un
montón de tartas y bizcochos diferentes, con esas cuatro
materias primas.
No fue por casualidad el que Empédocles pensara que las
«raíces» de la naturaleza tuvieran que ser precisamente tierra,
aire, fuego y agua. Antes que él, otros filósofos habían intentado
mostrar por qué el elemento básico tendría que ser agua, aire o
fuego. Tales y Anaxímenes ya habían señalado el agua y el aire
como elementos importantes de la naturaleza. Los griegos
también pensaban que el fuego era muy importante. Observaban,
por ejemplo, la importancia del sol para todo lo vivo de la
naturaleza, y, evidentemente, conocían el calor del cuerpo
humano y animal.
Quizás Empédocles vio cómo ardía un trozo de madera; lo que
sucede entonces, es que algo se disuelve. Oímos cómo la madera
cruje y gorgotea. Es el agua. Algo se convierte en humo. Es el
aire. Vemos ese aire. Algo queda cuando el fuego se apaga. Es la
ceniza, o la tierra.
Empédocles señala, como hemos visto, que los cambios en la
naturaleza se deben a que las cuatro raíces se mezclan y se
vuelven a separar. Pero queda algo por explicar. ¿Cuál es la causa
por la que los elementos se unen para dar lugar a una nueva
vida? ¿Y por qué vuelve a disolverse «la mezcla», por ejemplo,
una flor?
Empédocles pensaba que tenía que haber dos fuerzas que
actuasen en la naturaleza. Las llamó «amor» y «odio». Lo que une
las cosas es «el amor», y lo que las separa, es «el odio».
Tomemos nota de que el filósofo distingue aquí entre
«elemento» y «fuerza». Incluso, hoy en día, la ciencia distingue
entre «los elementos» y «las fuerzas de la naturaleza». La ciencia
moderna dice que todos los procesos de la naturaleza pueden
explicarse como una interacción de los distintos elementos, y
unas cuantas fuerzas de la naturaleza.
Empédocles también estudió la cuestión de qué es lo que pasa
cuando observamos algo con nuestros sentidos. ¿Cómo puedo
ver una flor, por ejemplo? ¿Qué sucede entonces? ¿Has pensado
en eso, Sofía? ¡Si no, ahora tienes la ocasión!
Empédocles pensaba que nuestros ojos estaban formados de
tierra, aire, fuego y agua, como todo lo demás en la naturaleza. Y
«la tierra» que tengo en mi ojo capta lo que hay de tierra en lo
que veo, «el aire» capta lo que es de aire, «el fuego» de los ojos
capta lo que es de fuego y «el agua» lo que es de agua. Si el ojo
hubiera carecido de uno de los cuatro elementos, yo tampoco
hubiera podido ver la naturaleza en su totalidad.

Mapa de Grecia

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