viernes, 4 de julio de 2008

La Edad Media

La Edad Media

... recorrer una parte del camino no significa equivocarse de
camino...
Transcurrió una semana sin que Sofía supiera nada más de Alberto
Knox. Tampoco recibió más postales del Líbano, pero hablaba
constantemente con Jorunn de las que habían encontrado en la
Cabaña del Mayor. Jorunn estaba muy nerviosa, pero al no suceder
nada más, el susto iba quedando olvidado entre los deberes y el
badmington.
Sofía repasó las cartas de Alberto muchas veces para ver si
encontraba algo que pudiera arrojar alguna luz sobre Hilde y todo
lo que tenía que ver con ella. De esa forma también tuvo la
oportunidad de digerir la filosofía de la Antigüedad. Ya no le
costaba ningún trabajo distinguir entre Demócrito y Sócrates,
Platón y Aristóteles.
El viernes 25 de mayo estaba en la cocina haciendo la comida para
su madre, a punto de volver del trabajo. Eso era lo acordado para
los viernes. Ese día preparaba una sopa de sobre de pescado, con
albóndigas y zanahorias. Muy sencillo.
Había empezado a soplar el viento. Mientras removía la sopa, Sofía
se volvió hacia la ventana y miró fuera. Los abedules se
balanceaban como espigas de trigo.
De repente algo golpeó el cristal de la ventana. Sofía se volvió de
nuevo y descubrió un trozo de cartón pegado en el vidrio.
Se acercó a la ventana y vio que era una postal. A través del cristal
pudo leer: “Hilde Møller Knag c/o Sofía Amundsen... “
Justo lo que había pensado. Abrió la ventana y recogió la postal.
¿Habría llegado volando desde el Líbano?
También esta postal tenía fecha del viernes 15 de junio.
Sofía quitó la cacerola de la placa y se sentó junto a la mesa de la
cocina. La postal decía:
Querida Hilde. No sé si esta postal te llegará el día de tu
cumpleaños. Espero que así sea o que si no, al menos, no hayan
transcurrido demasiados días. Que transcurra una semana o dos
para Sofía no significa necesariamente que transcurra tanto
tiempo para nosotros. Yo volveré a casa la víspera de San Juan.
Entonces nos sentaremos juntos en el balancín mirando al mar,
Hilde. Tenemos tantas cosas de qué hablar.
Abrazos de tu papá, que a veces se deprime por ese conflicto de
mil años entre judíos, cristianos y musulmanes: constantemente me
obligo a mi mismo a recordar que estas tres religiones tienen sus
raíces en Abraham. ¿Rezarán entonces al mismo Dios? Pues no.
En este sitio Caín y Abel aún no han terminado su pelea.
P. D. ¿Puedo acaso decirte que des recuerdos a Sofía ? Pobre
chica, aún no entiende el porqué de las cosas. ¿Lo entiendes tú,
quizás ?
Sofía se inclinó sobre la mesa. Estaba agotada. Desde luego que no
entendía nada. ¿Lo entendería Hilde?
Si el padre de Hilde le enviaba saludos a Sofía, significaba que
Hilde sabía más de Sofía que Sofía de Hilde. Todo resultaba tan
complicado que Sofía volvió a las cacerolas.
Una postal que se posa en la ventana así como así. Correo aéreo, en
el verdadero sentido de la palabra.
En cuanto hubo vuelto a poner la cacerola en la placa, sonó el
teléfono.
¡Ojalá fuera papá! Si volviera a casa le contaría todo lo que le
había sucedido en las últimas semanas. No, sería Jorunn o mamá...
Sofía corrió hasta el aparato.
–Sofía Amundsen.
–Soy yo –dijo alguien al otro lado del teléfono.
Sofía estaba segura de tres cosas: no era papá. Pero era una voz de
hombre. Estaba además convencida de que había oído exactamente
la misma voz en otra ocasión.
–¿Quién es? –preguntó.
–Soy Alberto.
–Ahh...
Sofía no sabía qué contestar. Se acordaba de la voz del vídeo sobre
Atenas.
–¿Estas bien?
–Pues si...
–Pero a partir de ahora no habrá más cartas. Tenemos que vernos
personalmente, Sofía. Empieza a urgir, ¿sabes?
–¿Por qué?
–Estamos a punto de ser cercados por el padre de Hilde. –¿Cómo
cercados?
–Por todos los lados, Sofía. Ahora tenemos que colaborar.
–Aunque no serás de mucha ayuda hasta que te haya hablado de la
Edad Media. Deberemos hacer el Renacimiento y el siglo XVII
también.
Además Berkeley juega un papel clave.
–De ese, había un cuadro en la Cabaña del Mayor, ¿verdad?
–Sí. Quizás sea precisamente sobre él sobre el que se libre la
batalla.
–Suena como a una especie de guerra.
–Lo llamaría más bien una lucha espiritual. Tendremos que llamar
la atención de Hilde y conseguir que se ponga de nuestra parte,
antes de que su padre vuelva a Lillesand.
–No entiendo nada.
–Bueno, quizás los filósofos te abran los ojos. Búscame en la
iglesia de Maria mañana de madrugada a las cuatro. Pero ven sola,
hija mía.
–¿Tendré que ir en plena noche?
Clic.
–¡Oiga!
¡Qué tío más malo! ¡Había colgado! Sofía volvió corriendo a la
cocina. La sopa estaba a punto de salirse. Echó el pescado y las
zanahorias y bajó el fuego.
¿En la Iglesia de Maria? Era una vieja iglesia medieval de piedra.
Sofía creía que sólo se usaba para conciertos y misas muy
especiales. En verano estaba abierta de vez en cuando para los
turistas. ¿Pero cómo iba a estar abierta en plena noche?
Cuando llegó su madre, Sofía ya había metido la postal del Líbano
en el armario junto a las demás cosas de Alberto y Hilde. Después
de comer se fue a casa de Jorunn.
–Tenemos que hacer un acuerdo un poco especial –dijo a su amiga
en cuanto esta abrió la puerta.
Y no dijo nada más hasta que se hubieron encerrado en la
habitación de Jorunn.
–Es un poco problemático –prosiguió Sofía.
–¡Venga!
–Tendré que decir a mamá que me quedo a dormir aquí.
–Muy bien.
–Pero no es verdad, ¿comprendes? Estaré en otro sitio.
–Eso es peor. ¿Es algún lío de chicos?
–No, pero es un lío de Hilde.
Jorunn silbó suavemente, y Sofía la miro fijamente a los ojos.
–Vendré aquí tarde esta noche –dijo–. Pero tendré que salir a
escondidas alrededor de las tres. Tendrás que encubrirme hasta que
vuelva.
–¿Pero a dónde vas a ir, Sofía?, ¿qué vas a hacer?
–Lo siento. He recibido ordenes de no decir nada.
No era nada difícil obtener permiso para dormir en casa de alguna
amiga. Mas bien al contrario. Sofía tenía de vez en cuando la
sensación de que a su madre le gustaba tener la casa para ella sola.
–¿Vendrás a la hora de comer mañana, verdad? –fue el único
comentario de su madre.
–Si no vengo, sabes dónde estoy.
¿Por qué decía eso, si ese era precisamente el punto débil?
La estancia en casa de su amiga empezó como todas las veces que
se quedaba a dormir allí, charlando hasta bien entrada la noche,
con la única diferencia de que Sofía puso el despertador a las tres,
cuando, sobre la una, se dispusieron por fin a dormir.
Jorunn apenas se despertó cuando Sofía paró el despertador dos
horas más tarde.
–Ten cuidado –dijo Jorunn.
Sofía empezó a andar. Había varios kilómetros hasta la Iglesia de
María, y aunque sólo había dormido un par de horas, se sentía
totalmente despejada. Sobre las colinas, al este, notaba una nube
roja.
Cuando por fin se encontró ante la vieja iglesia de piedra eran ya
las cuatro. Sofía empujo la pesada puerta. ¡Estaba abierta!
La iglesia estaba vacía y silenciosa. A través de las vidrieras
flotaba una luz azulada que revelaba miles de minúsculas
partículas de polvo en el aire. Era como si el polvo se reuniera en
gruesas vigas que atravesaran la nave de la iglesia. Sofía se sentó
en un banco en el medio. Allí se quedó sentada mirando al altar y a
un viejo crucifijo pintado con colores opacos.
Pasaron unos minutos. De repente empezó a sonar el órgano. Sofía
no se atrevió a darse la vuelta. Sonaba como un viejo salmo, quizás
de la Edad Media también.
Luego todo volvió a quedar en silencio, pero pronto oyó unos
pasos que se acercaban por detrás de ella. ¿Debería volverse ya?
Optó por clavar su mirada en el Jesús crucificado.
Las pisadas la sobrepasaron y vio una figura acercarse. Llevaba un
hábito marrón de monje. Sofía podría haber jurado que se trataba
de un monje de la Edad Media.
Tenía miedo pero no estaba aterrorizada. Cuando el monje llegó al
presbiterio, dio un rodeo y subió al pulpito. Se inclinó sobre él,
miró a Sofía y dijo algo en latín.
–Gloria patri et filio et spiritu sancto. Sicut erat in principio et nunc
et semper in saecola saecolorum.
–¡Habla noruego, tonto! –exclamó Sofía.
Las palabras retumbaron en la vieja iglesia de piedra.
Entendió que el monje tenía que ser Alberto Knox. Y sin embargo
se arrepintió de haberse expresado de un modo tan poco solemne
en una vieja iglesia. Pero tenía miedo, y cuando se tiene miedo
resulta una especie de consuelo romper con todas las reglas y
tabúes.
–¡Chis... !
Alberto levantó una mano, como hacen los curas cuando quieren
que los feligreses se sienten.
–¿Qué hora es, hija mía? –pregunto.
–Las cuatro menos cinco –exclamó Sofía.
–contestó Sofía. Ya no tenía miedo.
–Entonces ha llegado la hora. En este momento comienza la Edad
Media.
–¿La Edad Media empieza a las cuatro? –preguntó Sofía perpleja.
–Alrededor de las cuatro, sí. Luego fueron las cinco y las seis y las
siete. Pero era como si el tiempo se hubiera detenido. Se hicieron
las ocho y las nueve y las diez. Pero seguía siendo Edad Media,
¿sabes? Ya es hora de levantarse a un nuevo día, pensarás. Pues sí,
entiendo lo que quieres decir. Pero es fin de semana, sabes, un fin
de semana sin fin. Se hicieron las once y las doce y la una, lo que
corresponde a lo que llamamos la Alta Edad Media. Fue cuando se
construyeron las grandes catedrales en Europa. Alrededor de las
catorce horas algún que otro gallo cantó. Y entonces, no hasta
entonces, empieza a desvanecerse.
–Entonces la Edad Media duró nueve horas –dijo Sofía.
Alberto movió la cabeza, que asomó por debajo de la capucha del
hábito marrón, y miró a la congregación que en ese momento sólo
se componía de una muchacha de catorce años.
–Sí, si una hora son cien años. Imaginemos que Jesús nació a
medianoche. Pablo inició sus viajes misioneros un poco antes de
las doce y media y murió en Roma un cuarto de hora más tarde.
Hasta cerca de las tres la Iglesia cristiana estaba más o menos
prohibida, pero en el año 313 el cristianismo era una religión
aceptada en el Imperio Romano. Eso era bajo el reinado del
emperador
Constantino, que se dejó bautizar en su lecho de muerte muchos
años después. Desde el ano 380 el cristianismo fue la religión del
Estado en todo el Imperio Romano.
–¿Pero no se disolvió el Imperio Romano?
–Sí, había empezado ya a derrumbarse. Nos encontramos ante uno
de los cambios culturales mas importantes de toda la Historia.
Alrededor del año 300, Roma estaba amenazada tanto por las tribus
que llegaban desde el norte, como por una disolución interna. En el
año 330 el emperador Constantino traslada la capital del Imperio
romano a Constantinopla, ciudad que él mismo había fundado a la
entrada del Mar Negro. Esta nueva ciudad era considerada por
algunos como “la otra Roma”. En el año 395 el Imperio Romano
fue dividido en dos: el imperio romano occidental, con Roma en el
centro, y el imperio romano oriental, con la nueva ciudad de
Constantinopla como capital. En el año 410 Roma fue saqueada
por pueblos bárbaros, y en el 476 todo Estado romano occidental
pereció. El imperio romano oriental subsistió como Estado hasta el
año 1453, en que los turcos conquistaron Constantinopla.
–¿Fue entonces cuando la ciudad tomo nombre, Estambul?
–Cierto. Otra fecha digna de recordar es el año 529. Entonces la
Iglesia cerró la academia de Platón en Atenas. En ese mismo año
se fundó la Orden de los Benedictinos como la primera gran orden
religiosa. De esta manera el año 529 se convierte en un símbolo de
cómo la Iglesia cristiana puso una tapadera encima de la filosofía
griega. A partir de entonces los conventos tuvieron el monopolio
de la enseñanza, la reflexión y la contemplación. Pronto serán las
cinco y media...
Sofía ya había entendido hacía rato lo que Alberto quería decir con
todas esas horas. La medianoche era el año 0, la una equivalía al
año 100 después de Cristo, las 6 era el año 600 después de Cristo, y
las 14 horas era el año 1400 después de Cristo...
Alberto prosiguió.
–Por “Edad Media”, se entiende en realidad un periodo de tiempo
entre otras dos épocas. La expresión surgió en el Renacimiento, en
el que se consideró la Edad Media como una “larga noche de mil
años”, que había “enterrado” a Europa entre la Antigüedad y el
Renacimiento. La expresión «medieval» se usa incluso hoy en día
en un sentido peyorativo para expresar todo aquello que es
autoritario y rígido. Pero otros han considerado la Edad Media
como un «tiempo de mil años de crecimiento». Fue, por ejemplo,
en la Edad Media cuando comenzó a configurarse el sistema
escolar. Ya a principios de la época surgieron las primeras escuelas
en los conventos. A partir del año 1100 se contó con las escuelas
de las catedrales y alrededor del ano 1200 se fundaron las primeras
universidades. Incluso hoy en día las materias están divididas en
diferentes grupos o “facultades”, como en la Edad Media.
–Mil años son muchos anos.
–Pero el cristianismo necesitó tiempo para penetrar en el pueblo.
En el transcurso de la Edad Media se fueron desarrollando también
las diferentes naciones, con ciudades y castillos, música y poesía
populares. ¿Qué habría sido de los cuentos populares y las baladas
sin la Edad Media? Bueno, ¿que habría sido Europa sin la Edad
Media, Sofía? ¿Una provincia romana? La resonancia que tienen
nombres como Inglaterra, Alemania o Noruega se encuentra
precisamente en esta inmensa profundidad que se llama Edad
Media. En esta profundidad nadan muchos peces gordos, aunque
no siempre los veamos. Snorri fue un hombre de la Edad Media,
también lo fueron Olaf el Santo
[4]
y Carlomagno. Por no decir
Romeo y Julieta.
Y un montón de apuestos príncipes y majestuosos reyes, valientes
caballeros andantes y bellas doncellas, vidrieros anónimos y
constructores geniales de órganos. Y aún no he mencionado ni a
los frailes de los conventos, ni a los peregrinos, ni a las curanderas.
–Tampoco has mencionado a los sacerdotes.
–Cierto. El cristianismo no llegó a Noruega hasta el año 1000, pero
seria una exageración decir que toda Noruega se convirtió en país
cristiano después de la batalla de Stiklestad. Antiguas ideas
paganas seguían vivas bajo la superficie cristiana, y con los
elementos cristianos se mezclaron muchos precristianos. Por
ejemplo en lo que se refiere a la celebración noruega de la Navidad
había una mezcla entre costumbres cristianas y antiguas
costumbres nórdicas que dura hasta nuestros días. ¿Conoces la
frase que dice que los viejos cónyuges acaban por parecerse el uno
al otro? Así sucede que la torta navideña, el cerdito navideño y la
cerveza navideña
[5]
X se asocian a los Reyes de Oriente y al
pesebre de Belén. No obstante debemos subrayar que el
cristianismo poco a poco empezaba a dominar en lo que se refiere
al concepto de la vida. Hablamos, por tanto, a menudo de la Edad
Media como una “cultura cristiana unitaria”.
–¿Entonces no fue sólo oscura y triste?
–Los primeros siglos después del ano 400 fueron verdaderamente
años de decadencia cultural. Los tiempos de los Romanos habían
sido una época de mucha cultura, con grandes ciudades que tenían
sus sistemas públicos de cloacas, barrios y bibliotecas; por no
mencionar la grandiosa arquitectura. Toda esta cultura se
desintegró en los primeros siglos de la Edad Media, también en lo
que se refiere al comercio y a la economía monetaria. En la Edad
Media se volvió a la economía en especie, a la economía del
intercambio. A partir de ahora la economía se caracterizaría por lo
que llamamos feudalismo, que quiere decir que algunos
importantes señores feudales eran propietarios de la tierra que los
campesinos tenían que trabajar para ganarse el sustento. También
la población disminuyó fuertemente durante aquellos primeros
siglos. Basta con mencionar que Roma era una ciudad que llegaba
al millón de habitantes en la Antigüedad y que ya en el año 600 la
población de la antigua metrópolis había descendido a 40. 000. De
modo que una modesta población andaba entre los restos de
edificios majestuosos de los tiempos gloriosos de esta ciudad
venida a menos. Cuando necesitaban material de construcción
tenían ruinas de sobra de donde coger. Esto ha irritado
enormemente a los arqueólogos de nuestros días, a los que les
hubiera gustado que las gentes de la Edad Media no hubieran
tocado los viejos monumentos.
–Eso es fácil de decir después.
–La importancia política de Roma acabó ya hacia finales del siglo
IV. No obstante, el obispo de Roma pronto se convertiría en la
cabeza de toda la Iglesia católica romana, y recibió el nombre de
“Papa”, o “Padre-”, y poco a poco fue considerado el vicario de
Jesús en la Tierra. De esa manera Roma funcionó como capital
cristiana durante casi toda la Edad Media. No había muchos que s
atrevieran a hablar en contra de Roma, aunque poco a poco los
reyes y príncipes de los nuevos Estados nacionales iban
adquiriendo tanto poder que alguno de ellos se atrevió a oponerse
al gran poder de la Iglesia.
Sofía miró al sabio monje.
–Dijiste que la Iglesia cerró la Academia de Platón en Atenas.
¿Todos los filósofos griegos fueron olvidados?
–Sólo en parte. Se conocían algunos escritos de Aristóteles y otros
de Platón. Pero el antiguo Imperio Romano se iba dividiendo en
tres zonas culturales. En Europa Occidental tuvimos la cultura
cristiana de lengua latina, con Roma como capital. En Europa
Oriental surgió una cultura cristiana de lengua griega y con
Constantinopla como capital. Más adelante la ciudad adquirió el
nombre griego de Bizancio. Por lo tanto, hablamos a menudo de
una Edad Media bizantina, a diferencia de la Edad Media católica
romana. No obstante, también el norte de África y el Oriente
Medio habían pertenecido al Imperio Romano. Esta región
desarrolló una cultura musulmana de lengua árabe. Tras la muerte
de Mahoma en el año 632, el Oriente Medio y el norte de África
fueron conquistados por el Islam. Pronto también España fue
incorporada a la región cultural musulmana. El Islam tuvo sus
lugares sagrados, tales como La Meca, Medina, Jerusalén y
Bagdad. Los árabes también se quedaron con la antigua ciudad
helénica de Alejandría. De esa forma gran parte de la ciencia
griega fue heredada por los árabes. Durante toda la Edad Media los
árabes fueron los más importantes en ciencias tales como
matemáticas, química. astronomía o medicina. Incluso hoy en día
seguimos utilizando los números arábigos. Así pues, en varios
campos la cultura árabe era superior a la griega.
–Pregunté que qué le pasó a la filosofía griega.
–¿Te imaginas un ancho río que durante algún tiempo se divide en
tres ríos distintos, para volver a juntarse luego otra vez en un gran
río?
–Sí, me lo imagino.
–Entonces también te imaginarás cómo la cultura grecorromana se
perpetuó en parte en la cultura católica romana en el oeste, en parte
a través de la cultura romana oriental en el este, y en parte a través
de la cultura árabe en el sur. Platón en el este y Aristóteles con los
árabes en el sur. Pero también había algo de todo en los tres ríos.
Lo importante es que a finales de la Edad Media los tres ríos se
vuelven a unir en el norte de Italia. La influencia árabe llegó a
través de España, la griega de Grecia y Bizancio. Ahora empieza el
Renacimiento; ahora empieza el “renacimiento” de la cultura
antigua. De alguna manera esto quiere decir que la cultura de la
Antigüedad había sobrevivido a la larga Edad Media.
–Entiendo.
–Pero no hay que anticipar los hechos. Primero charlaremos un
poco sobre la filosofía de la Edad Media, hija mía. Y ya no te
hablaré desde el púlpito. Voy a bajar.
Sofía notaba en los ojos que solo había dormido unas horas. Ver
descender del púlpito de la Iglesia de María al extraño monje fue
como vivir un sueño.
Alberto se acercó hasta el presbiterio. Primero miro hacia el altar
donde estaba el viejo crucifijo. Luego se volvió hacia Sofía y se
acercó con pasos lentos para sentarse junto a ella en el banco.
Resultaba extraño estar tan cerca de él. Debajo de la capucha Sofía
vio dos ojos negros. Pertenecían a un hombre de mediana edad con
perilla.
¿Quién eres?, pensó. ¿Por qué has aparecido en mi vida?
–Nos iremos conociendo mejor –dijo él, como si hubiese leído sus
pensamientos...
Mientras estaban así sentados, haciéndose cada vez más intensa la
luz que entraba por las vidrieras, Alberto Knox empezó a hablar de
la filosofía de la Edad Media.
–Los filósofos de la Edad Media dieron más o menos por sentado
que el cristianismo era lo verdadero –empezó a decir.
–La cuestión era si había que creer en los milagros cristianos o si
también era posible acercarse a las verdades cristianas mediante la
razón. ¿Qué relación había entre los filósofos griegos y lo que
decía la Biblia? ¿Había una contradicción entre la Biblia y la razón,
o eran compatibles la fe y la razón? Casi toda la filosofía medieval
versó sobre esta única pregunta.
Sofía asintió impaciente. Ya había contestado a esta pregunta sobre
la fe y la razón en el control de religión.
–Veamos este planteamiento del problema en los dos filósofos más
importantes de la Edad Media. Podemos empezar con San Agustín,
que vivió del 354 al 430. En la vida de esta persona podemos
estudiar la transición entre la Antigüedad tardía y el comienzo de la
Edad Media. San Agustín nació en la pequeña ciudad de Tagaste,
en el norte de África, pero ya con dieciséis años se fue a estudiar a
Cartago. Más tarde viajó a Roma y a Milán, y vivió sus últimos
años como obispo en la ciudad de Hipona, situada a unas millas al
oeste de Cartago. Sin embargo no fue cristiano toda su vida. San
Agustín pasó por muchas religiones y corrientes filosóficas antes
de convertirse al cristianismo.
–¿Puedes ponerme algunos ejemplos?
–Durante un período fue maniqueo. Los maniqueos eran una secta
religiosa muy típica de la Antigüedad tardía. Era una doctrina de
salvación mitad religiosa, mitad filosófica. La idea era que el
mundo está dividido en bien y mal, en luz y oscuridad, espíritu y
materia. Con su espíritu las personas podían elevarse por encima
mundo de la materia y así poner las bases para la salvación del
alma. Pero esta fuerte diferenciación entre el bien y el mal no le dic
ninguna paz a San Agustín. De joven estaba muy interesado por lo
que solemos llamar “el problema del mal”, es decir, la cuestión del
origen del mal. Durante otra época estuvo influenciado por la
filosofía estoica, y según los estoicos no existía esa fuerte
separación entre el bien y el mal. Pero sobre todo estuvo influido
San Agustín por la otra tendencia filosófica importante de la
Antigüedad tardía, es decir; por el neoplatonismo, en el que se
encontró con la idea de que toda la existencia tiene una naturaleza
divina.
–¿Y entonces se convirtió en un obispo neoplatatónico?
–Pues casi sí. Primero se volvió cristiano, pero el cristianismo de
San Agustín tiene fuertes rasgos de la manera de razonar del
platonismo. Así comprenderás, Sofía, que no se trata de ninguna
ruptura traumática con la filosofía griega, aunque estemos entrando
en la Edad cristiana. Gran parte de la filosofía griega fue llevada a
la nueva época a través de los Padres de la Iglesia como San
Agustín.
–¿Quieres decir que San Agustín fue cincuenta por ciento cristiano
y cincuenta por ciento neoplatónico?
–Evidentemente él mismo opinaba que era cien por cien cristiano.
Pero no veía una gran distinción entre el cristianismo y la filosofía
de Platón. Pensó que la coincidencia entre la filosofía de Platón y
la doctrina cristiana era tan clara que se preguntaba si Platón no
habría conocido partes del Antiguo Testamento. Esto es muy
dudoso, claro está. Podríamos decir que fue San Agustín el que
“cristianizó” a Platón.
–Por lo menos np se despidió de todo lo que tenía que ver con la
filosofíaaunque empezara a creer en el cristianismo. ¿verdad?
–Pero señaló que, en cuestiones religiosas, la razón sólo puede
llegar hasta unos limites. El cristianismo también es un misterio
divino al que sólo nos podemos acercar a través de la fe. Pero si
creemos en el cristianismo, Dios “iluminará” nuestra alma para que
consigamos unos conocimientos sobrenaturales de Dios. El mismo
San Agustín había descubierto que la filosofía sólo podía llegar
hasta ciertos límites. Hasta que no se convirtió al cristianismo, su
alma no encontró la paz. “Nuestro corazón está intranquilo hasta
encontrar descanso en Ti”, escribe.
–No entiendo muy bien cómo la teoría de las Ideas de Platón podía
unirse con el cristianismo –objetó Sofía–. ¿Qué pasa con las Ideas
eternas?
–Es verdad que San Agustín piensa que Dios creó el mundo de la
nada. Esta es una idea bíblica. Los griegos tendían a pensar que el
mundo había existido siempre. Pero él opinaba que antes de crear
Dios el mundo, las “ideas” existían en los pensamientos de Dios.
Incorporó de esta manera las ideas platónicas en Dios, salvando así
el pensamiento platónico de las ideas eternas.
–Qué listo.
–Pero esto demuestra como San Agustín y otros Padres de la
Iglesia se esforzaron al máximo por
unificar la manera de pensar judía con la griega. En cierta manera
fueron ciudadanos de dos culturas. También en la problemática del
mal, San Agustín recurre al neoplatonismo. Opina, como Plotino,
que el mal es la “ausencia de Dios”. El mal no tiene una existencia
propia, es algo que no es. Porque la Creación de Dios es en
realidad sólo buena. El mal se debe a la desobediencia de los
hombres, pensaba San Agustín. O, para decirlo con sus propias
palabras: “la buena voluntad es obra de Dios, la mala voluntad es
desviarse de la obra de Dios”.
–¿También opinaba que los seres humanos tienen un alma divina?
–Sí y no. San Agustín dice que hay un abismo infranqueable entre
Dios y el mundo. En este punto se apoya firmemente sobre
cimientos bíblicos, y rechaza la idea de Plotino de que todo es Uno.
Pero también subraya que el ser humano es un ser espiritual. Tiene
un cuerpo material, que pertenece al mundo físico donde la polilla
y el óride corroen, pero también tiene un alma que puede reconocer
a Dios.
–¿Qué sucede con el alma humana cuando morimos?
–Según San Agustín toda la humanidad entró en perdición después
del pecado original. Y sin embargo, Dios ha determinado que
algunos seres humanos serán salvados de la perdición eterna.
–Entonces opino que igual podría haber decidido que nadie fuera a
la perdición –objetó Sofía.
–Pero en este punto San Agustín rechaza cualquier derecho del
hombre a criticar a Dios. En este contexto se remite a algo que
escribió San Pablo en su Carta a los romanos:
¿Pero quién eres tú, hombre, que protestas contra Dios? ¿Puede lo
que está formado decir al que lo formó: “¿Por qué me hiciste
así?”. ¿No es el alfarero el señor de la arcilla para que del mismo
material pueda hacer una vasija fina y una vasija barata?
–¿Entonces quiere decir que Dios está sentado en el cielo jugando
con los seres humanos?
–La idea de San Agustín es que ningún ser humano se merece la
salvación de Dios. Y sin embargo Dios ha elegido a algunos que se
salvarán de la perdición. Para él, por lo tanto- no existe ningún
secreto sobre quién se salva y quién se pierde ya que está decidido
de antemano. Somos arcilla en la mano de Dios. Dependemos
totalmente de su misericordia.
–Entonces volvió en cierto modo a la vieja fe en el destino.
–Algo así. Pero San Agustín no les quita a los hombres la
responsabilidad de sus propias vidas. Nos aconsejó que viviésemos
de manera que por nuestro ciclo vital pudiéramos darnos cuenta de
que pertenecemos a los elegidos. Porque no niega que tengamos un
libre albedrío. Pero Dios “ha visto de antemano” cómo vamos a
vivir.
–¿No es eso un poco injusto? –preguntó Sofía–. Sócrates opinaba
que todos los seres humanos tenían las mismas posibilidades
porque todos tenían la misma capacidad de razonar. Pero San
Agustín dividió la humanidad en dos grupos. Uno de los dos
grupos se salvará, el otro se perderá.
–Sí, con la teología de San Agustín nos hemos alejado ya un poco
del humanismo de Atenas. Pero no fue San Agustín el que dividió
la humanidad en dos grupos. Se apoya en la doctrina de la Biblia
sobre la salvación y la perdición. En una gran obra llamada La
ciudad de Dios, profundiza sobre este pensamiento.
–¡Cuenta!
–La expresión “Ciudad de Dios” o “Reino de Dios”, procede de la
Biblia y de la predicación de Jesús. San Agustín piensa que la
Historia trata de la lucha que se libra entre la “Ciudad de Dios” y la
“Ciudad terrena”. La dos “ciudades, “ no son ciudades políticas
fuertemente separadas entre ellas. Luchan por el poder en cada
persona. No obstante, la Ciudad de Dios está presente de un modo
mas o menos claro en la Iglesia, y la Ciudad terrena está presente
en los Estados políticos, por ejemplo en el Imperio Romano, que se
desintegró precisamente en la época de San Agustín. Esta idea se
iba haciendo cada vez más clara conforme la Iglesia y el Estado
luchaban por el poder a lo largo de la Edad Media. “No existe
ninguna salvación fuera de la Iglesia”, se había dicho ya. La
Ciudad de Dios de San Agustín se identificó por tanto, finalmente,
con la Iglesia como organización. Hasta la Reforma, en el siglo
XVI, no se protestaría contra la idea de que el hombre tuviera que
pasar por la Iglesia para recibir la gracia de Dios.
–Entonces ya era hora.
–También debemos fijarnos en el hecho de que San Agustín fuera
el primer filósofo, de los que hemos estudiado, que introdujo la
propia Historia en su filosofía. La lucha entre el bien y el mal no
era en absoluto algo nuevo. Lo nuevo es que esta lucha se libra
dentro de la Historia. En este sentido no hay mucho platonismo en
San Agustín, sino que se encuentra firmemente plantado en la
visión lineal de la Historia, tal como la encontramos en el Antiguo
Testamento. La idea es que Dios necesita la Historia para realizar
su “Ciudad de Dios”. La Historia es necesaria para educar a los
hombres y destruir el mal. 0, como dice San Agustín: “La
providencia divina conduce la Historia de la humanidad desde
Adán hasta el final de la Historia, como si se tratara de la historia
de un sólo individuo que se desarrolla gradualmente desde la
infancia hasta la vejez”.
Sofía miró su reloj.
–Son las ocho –dijo–. Pronto tendré que irme.
–Pero primero voy a hablarte del otro gran filósofo medieval. ¿Nos
sentamos fuera?
Alberto se levantó del banco, juntó las palmas de las manos y
comenzó a salir lentamente de la iglesia. Parecía como si estuviese
rezando a Dios o como si meditara algunas verdades espirituales.
Sofía le siguió; le pareció que no tenía elección.
Fuera había todavía una fina capa de neblina sobre el suelo. El sol
había salido hacía mucho, pero aún no había penetrado del todo en
la neblina matutina. La Iglesia de María se encontraba en las
afueras de un viejo barrio de la ciudad.
Alberto se sentó en un banco delante de la iglesia. Sofía pensaba en
lo que podría ocurrir si alguien pasaba por allí. Ya era bastante
insólito estar sentado en un banco a las ocho de la mañana, pero
aun más insólito era estar sentada junto a un monje medieval.
–Son las 8 –empezó Alberto–. Han pasado unos cuatrocientos años
desde San Agustín. Ahora comienza la larga jornada escolar. Hasta
las 10 los colegios de los conventos son los únicos que se ocupan
de la enseñanza. Entre las 10 y las 11 se fundan las primeras
escuelas de las catedrales y sobre las 12 las primeras universidades.
En la misma época se construyen además las grandes catedrales
góticas. También esta iglesia se construyó en el siglo XIII. En esta
ciudad no había recursos para construir una gran catedral.
–Supongo que tampoco haría falta –comento Sofía–. No hay cosa
peor que las iglesias vacías.
–Bueno, las grandes catedrales no se construyeron únicamente para
acoger a grandes congregaciones. Se levantaron en honor a Dios y
eran en sí una especie de servicio divino. Pero también ocurrió otra
cosa en este período de la Edad Media, algo que tiene importancia
para filósofos como nosotros.
–¡Cuéntame!
Alberto prosiguió.
–La influencia de los árabes en España comenzó a hacerse notar.
Durante toda la Edad Media los árabes tuvieron una viva tradición
aristotélica, y desde finales del siglo XII, árabes eruditos iban al
norte de Italia, invitados por los príncipes de esa región. De esta
manera muchos de los escritos de Aristóteles fueron conocidos y
poco a poco traducidos del griego y del árabe al latín. Esto
despertó un nuevo interés por cuestiones científicas, además de
revivir la antigua polémica sobre la relación entre las revelaciones
cristianas y la filosofía griega. En los asuntos de ciencias naturales
ya no se podía pasar por alto a Aristóteles. ¿Pero en que ocasiones
había que escuchar al filósofo y en cuales había que apoyarse
exclusivamente en la Biblia? ¿Me sigues?
Sofía asintió brevemente, y el monje prosiguió.
–El filósofo más grande y más importante de la Alta Edad Media
fue Tomás de Aquino, que vivió de 1225 a 1274. Nació en la
pequeña ciudad de Aquino, entre Roma y Nápoles, pero trabajó
también como profesor de filosofía en la universidad de Paris. Lo
llamo “filósofo”, pero también fue, en la misma medida, teólogo.
En aquella época no había en realidad una verdadera distinción
entre “filosofía” y “teología”. Para resumir podemos decir que
Tomás de Aquino cristianizó a Aristóteles de la misma manera que
San Agustín había cristianizado a Platón al comienzo de la Edad
Media.
–¿No era un poco raro cristianizar a filósofos que vivieron muchos
cientos de años antes de Jesucristo?
–En cierta manera si. Pero cuando hablamos de la «cristianización»
de los dos grandes filósofos griegos queremos decir que fueron
interpretados y explicados de tal manera que no se consideraran
una amenaza contra la doctrina cristiana. De Tomás de Aquino se
dice que “cogió el toro por los cuernos”.
–No sabía que la filosofía tuviera que ver con las corridas de toros.
–Tomás de Aquino fue de los que intentaron unir la filosofía de
Aristóteles y el cristianismo. Decimos que creó la gran síntesis
entre la fe y el saber. Y lo hizo precisamente entrando en la
filosofía de Aristóteles y tomándole sus palabras.
–O por los cuernos. No he dormido apenas esta noche, de modo
que me temo que tendrás que explicarte mejor.
–Tomás de Aquino pensó que no tenía por qué haber una
contradicción entre lo que nos cuenta la filosofía o la razón y lo
que nos revela la fe. Muy a menudo el cristianismo y la filosofía
nos dicen lo mismo. Por lo tanto podemos, con la ayuda de la
razón, llegar a las mismas verdades que las que nos cuenta la
Biblia.
–¿Como es posible eso? ¿La razón nos puede decir que Dios creó
el mundo en seis días? ¿O que Jesús era hijo de Dios?
–No, a esa clase de “dogmas de fe”, solo tenemos acceso a través
de la fe y de la revelación cristiana. Pero Tomás opinaba que
también existen una serie de “verdades teológicas naturales”. Con
esto se refería a verdades a las que se puede llegar tanto a través de
la revelación cristiana como a través de nuestra razón innata o
natural. Una verdad de ese tipo es, por ejemplo, la que dice que hay
un Dios. Tomás opinaba que hay dos caminos que conducen a
Dios. Un camino es a través de la fe y la revelación. El otro camino
es a través de la razón y las observaciones hechas con los sentidos.
Bien es verdad que, de estos caminos, el de la fe y la revelación es
el más seguro, porque es fácil desorientarse si uno se fía
exclusivamente de la razón. Pero el punto clave de Tomas es que
no tiene que haber necesariamente una contradicción entre un
filósofo como Aristóteles y la doctrina cristiana.
–¿Entonces igual podemos apoyarnos en Aristóteles que en la
Biblia?
–No, no. Aristóteles sólo llega hasta un punto en el camino
porque no llegó a conocer la revelación cristiana. Pero recorrer
una parte del camino no significa equivocarse de camino.
Por
ejemplo, no es incorrecto decir que Atenas está en Europa.
Pero tampoco es muy preciso. Si un libro sólo te dice que
Atenas es una ciudad europea, quizás sea también conveniente
consultar un libro de geografía en el que se te proporcione
toda la verdad: Atenas es la capital de Grecia, que a su
vez es un pequeño país en la parte sureste de Europa. Si tienes
suerte, a lo mejor también te cuenta algo de la Acrópolis por
no decir de Sócrates, Platón v Aristóteles.
–Pero también era verdad el primer dato sobre Atenas.
–¡Exactamente! Lo que quiso mostrar Tomás es que solo
existe una verdad. Cuando Aristóteles señala algo que nuestra
razón reconoce como verdad, entonces tampoco contradice
la
doctrina cristiana. Podemos acercarnos plenamente a una parte
de la verdad mediante nuestra razón y nuestras observaciones
hechas con los sentidos son precisamente esas verdades
las
que menciona Aristóteles cuando describe el reino animal y el
reino vegetal. Otra parte de la verdad nos la ha revelado
Dios
a través de la Biblia. Pero las dos partes de la verdad se
superponen la una a la otra en muchos puntos importantes.
También hay algunas cuestiones sobre las que la Biblia y la razón
nos dicen exactamente lo mismo.
–¿Por ejemplo que existe un Dios?
–Exactamente. También la filosofía de Aristóteles suponía
que había un Dios, o una causa primera, que pone en marcha
todos los procesos de la naturaleza. Pero no nos proporciona
ninguna descripción más detallada de Dios. En este punto
tenemos que apoyarnos exclusivamente en la Biblia y en la
palabra de Cristo.
–¿Es tan seguro que realmente existe un Dios?
–Naturalmente es algo que se puede discutir. Pero incluso
hoy
en día la mayor parte de la gente está de acuerdo en que al
menos la razón del ser humano no puede probar que no haya
un Dios. Tomás fue más allá. Pensaba que basándose en la
filosofía de Aristóteles se podía probar la existencia de Dios.
–No está mal.
–También con la razón podemos reconocer que todo lo que
hay a nuestro alrededor tiene que tener una «causa original
»,
decía. Dios se ha revelado ante los hombres tanto a través de la
Biblia como a través de la razón. De esta manera, existe una
«teología revelada» y una «teología natural». Lo mismo ocurre
con la moral. En la Biblia podemos leer cómo quiere Dios que
vivamos. Pero a la vez Dios nos ha provisto de una conciencia
que nos capacita para distinguir entre el bien y el mal sobre
una base natural. Hay pues «dos caminos» también para la
vida moral podemos saber que está mal herir a otras personas,
aunque no hayamos leído en la Biblia: «Haz con tu prójimo lo
que quieres que tu prójimo haga contigo». Pero también en
este punto lo más seguro es seguir los mandamientos de la
Biblia.
–Creo que lo entiendo –dijo Sofía–. Es más o menos como que
podemos saber que hay tormenta tanto viendo los relámpagos
como oyendo los truenos.
–Correcto. Aunque seamos ciegos podemos oír que truena. Y
aunque seamos sordos podemos ver los relámpagos. Lo mejor
es, claro está, ver y oír. Pero no hay ninguna «contradicción
»
entre lo que vemos y lo que oímos. Al contrario, las dos
impresiones se complementan.
–Entiendo.
–Déjame añadir otra imagen. Si lees una novela, por ejemplo
Victoria de Knut Hamsun...
–De hecho la he leído...
–¿Conoces algo sobre el autor leyendo simplemente la novela
que ha escrito?
–Al menos puedo saber que existe un autor que la ha escrito.
–¿Puedes saber algo más de él?
–Tiene una visión bastante romántica del amor.
–Cuando lees esta novela, que es creación de Hamsun,
obtienes una impresión de la naturaleza de Hamsun. Pero no
puedes contar con encontrar datos personales sobre el autor.
Por ejemplo, ¿puedes saber mediante la lectura de Victoria la
edad que tenía el autor al escribir la novela, dónde vivía o
cuántos hijos tenía?
–Claro que no.
–Ese tipo de datos los podrás encontrar en una biografía
sobre
Knut Hamsun. Solamente en una biografía o autobiografía,
sabrás más acerca del autor como «persona».
–Sí, así es.
–Más o menos así es la relación entre la obra de creación
de
Dios y la Biblia. Sólo mediante la observación de la naturaleza
podemos reconocer que hay un Dios. No resulta difícil
ver que ama las flores y los animales, si no, no los hubiera
creado. Pero sólo en la Biblia encontramos información sobre
la persona de Dios, es decir, en su «autobiografía».
–Qué ejemplo más bueno!
–Mmm...
Por primera vez Alberto se quedó pensativo, sin decir nada.
–¿Esto tiene algo que ver con Hilde? -se le escapó a Sofía.
–Pero si no sabemos con seguridad si existe alguna «Hilde»
–Pero sabemos que se colocan señales de ella en muchos
sitios. Postales y pañuelos de seda, una cartera verde, un
calcetín...
Alberto asintió.
–Y parece que esas señales dependen de dónde quiera
colocarlas el padre de Hilde. Pero hasta ahora sólo sabemos
que hay una persona que nos manda todas las postales. Ojalá
hubiera escrito un poco sobre él también. Bueno, ya volveremos
a ese asunto.
–Son las 12. Tengo que volver a casa antes de que se acabe
la
Edad Media.
–Acabaré con unas palabras sobre cómo Tomás de Aquino se
quedó con la filosofía de Aristóteles en todos los puntos en los
que ésta no contradecía la teología de la Iglesia. Este es el caso
de la lógica de Aristóteles, de su filosofía del conocimiento así
como la de la naturaleza. ¿Te acuerdas de la descripción de
Aristóteles de una cadena evolutiva desde plantas
y animales
a seres humanos?
Sofía asintió.
–Aristóteles pensaba que esta escala señalaba a un Dios que
constituía una especie de cumbre de existencia. Este esquema
se adaptaba fácilmente a la teología cristiana. Según Tomás
hay un grado evolutivo de existencia, desde plantas y animales
hasta seres humanos, desde los seres humanos a los ángeles, y
desde los ángeles a Dios. El hombre tiene, al igual que los
animales, un cuerpo con órganos sensoriales, pero el ser
humano tiene también una razón con «pensamientos profundos
». Los ángeles no tienen tal cuerpo, por lo tanto tienen
también una inteligencia inmediata e instantánea. No necesitan
“pensárselo» como los seres humanos, no necesitan deducir
algo de un punto a otro. Saben todo lo que pueden saber los
hombres sin tener que ir paso a paso como nosotros. Como los
ángeles no tienen cuerpo, tampoco morirán nunca. No son
eternos como Dios, porque también ellos fueron creados por
Dios. Pero no tienen ningún cuerpo del que puedan separarse;
por tanto, no morirán nunca.
–Suena maravilloso.
–Pero por encima de los ángeles domina Dios. Él puede verlo
y saberlo todo en una sola y continua visión.
–Entonces nos está viendo ahora.
–Sí quizás nos esté viendo. Pero no ahora. Para Dios no existe
el tiempo como existe para nosotros. Nuestro «ahora» no es el
«ahora» de Dios. Aunque para nosotros pasen unas semanas,
no necesariamente pasan unas semanas para Dios.
–Eso es un poco horrible –se le escapó a Sofía.
Se tapó la boca con una mano. Alberto la miró, y Sofía
prosiguió.
–He recibido otra postal del padre de Hilde. Escribió algo así
como que si pasa una semana o dos para Sofía no significa
necesariamente que pase tanto tiempo para nosotros. ¡Casi lo
mismo que lo que acabas de decir sobre Dios!
Sofía pudo ver cómo la cara bajo la capucha se encogía en un
gesto impetuoso.
–¡Debería avergonzarse!
Sofía no entendió lo que quería decir con eso, quizás sólo fuera
una manera de hablar, Alberto prosiguió.
–Desgraciadamente Tomás de Aquino también se quedó
con
la visión que de la mujer tenía Aristóteles. Te acordarás de que
Aristóteles pensaba que la mujer era algo así como un hombre
imperfecto. Opinaba además que los hijos sólo heredaban
las
cualidades del padre. Como la mujer era pasiva v receptiva,
el
hombre era el activo y el que daba la forma. Estos
pensamientos armonizaban, según Tomás de Aquino, con las
palabras de la Biblia, donde se dice, entre otras cosas, que la
mujer fue creada de una costilla del hombre.
–¡Tonterías!
–Conviene añadir que el que algún mamífero pone huevos no
se supo hasta 1827. Por lo tanto quizás no fuera tan extraño
que se pensara que el hombre era el que daba la forma y la
vida en la procreación. Además debemos tener en cuenta que
según Tomás la mujer es inferior al hombre sólo físicamente.
El alma de la mujer tiene el mismo valor que la del hombre. En
el cielo hay igualdad entre hombres y mujeres, simplemente
porque dejan de existir todas las diferencias físicas
entre los
sexos.
–¡Qué desconsuelo! ¿No había filósofas en la Edad Media?
–La Iglesia estuvo fuertemente dominada por los hombres,
lo
cual no significa que no hubiese pensadoras. Una de ellas
fueHildegarda de Fibingen ...
Sofía abrió los ojos de par en par.
–¿Tiene ella algo que ver con Hilde?
–¡Qué de preguntas haces! Hildegarda era una monja del valle
del Rhin que vivió de 1098 a 1179. A pesar de ser mujer era
predicadora botánica y científica. Podría simbolizar la idea de
que a menudo las mujeres eran las más realistas, por no decir
las más científicas, en la Edad Media.
–He preguntado que si tiene algo que ver con Hilde.
–Entre los judíos y los cristianos había una creencia que decía
que Dios no sólo era hombre. También tenía un lado femenino
o una «naturaleza materna». Porque también las mujeres
están creadas a imagen y semejanza de Dios. En griego este
lado femenino de Dios se llamaba Sophia. «Sophia» o «Sofía»
significa «sabiduría».
Sofía se sentía abatida. ¿Por qué nadie le había contado esto
antes? ¿Y por qué ella nunca había preguntado?
Alberto prosiguió:
–Tanto entre los judíos como en la iglesia ortodoxa Sophia, o
la naturaleza materna de Dios, jugó cierto papel durante
la
Edad Media. En Occidente cayó en el olvido. Entonces llega
Hildegarda. Cuenta que Sophia se le apareció. Iba vestida con
una túnica dorada decorada con valiosas joyas.
Ahora Sofía se levantó del banco. Sophia se le había aparecido
a Hildegarda...
–Quizás yo me aparezca a Hilde.
Se volvió a sentar. Por tercera vez Alberto le puso la mano en
el hombro.
–Eso es algo que tenemos que averiguar. Pero ya es casi la 1.
Tú tendrás que comer, y una nueva época se está acercando.
Te convoco a una reunión sobre el Renacimiento. Hermes te
buscará en el jardín.
Y el extraño monje se levantó y comenzó a caminar hacia la
iglesia. Sofía se quedó sentada pensando en Hildegarda y
Sophia, Hilde y Sofía. De pronto se sobresaltó. Se levantó del
asiento y llamó al profesor de filosofía vestido de monje.
–¿También hubo un Alberto en la Edad Media?
Alberto caminó un poco más despacio, giró suavemente la
cabeza y dijo:
–Tomás de Aquino tenía un famoso profesor de filosofía.
Se
llamaba Alberto Magno...
Metió la cabeza por la puerta de la Iglesia de María y desapareció.
Sofía no se resignó. Volvió a entrar en la iglesia. Pero no había
absolutamente nadie. ¿Había desaparecido Alberto por el
suelo?
Mientras salía de la iglesia se fijó en una imagen de la Virgen
Maria. Se colocó muy cerca del cuadro y lo miró fijamente.
De repente descubrió una gotita de agua bajo uno de los ojos
de la Virgen. ¿Sería una lágrima?
Sofía salió corriendo de la iglesia y no paró hasta casa de
Jorunn.

Mapa de Grecia

Mapa de Grecia
Antigua Grecia