jueves, 3 de julio de 2008

Demócrito

Demócrito

... el juguete más genial del mundo...
Sofía cerró la caja de galletas que contenía todas las hojas escritas
a maquina que había recibido del desconocido profesor de
filosofía. Salió a hurtadillas del Callejón y se quedó un instante
mirando al jardín. De repente, se acordó de lo que había pasado la
mañana anterior. Su madre había bromeado con la carta de amor,
durante el desayuno. Ahora se apresura hasta el buzón para evitar
que aquello volviera a suceder. Recibir una carta de amor dos días
seguidos, daría exactamente el doble de corte que recibir una.
¡De nuevo había allí un pequeño sobre blanco! Sofía comenzó a
vislumbrar una especie de sistema en las entregas: cada tarde había
encontrado un sobre grande y amarillo en el buzón. Mientras leía la
carta grande, el filósofo solía deslizarse hasta el buzón con un
sobrecito blanco.
Esto significaba que no le resultaría difícil descubrirlo. ¿O
descubrirla? Si se colocaba ante la ventana de su cuarto, tendría
buena vista sobre el buzón y seguro que llegaría a ver al misterioso
filósofo. Porque sobrecitos blancos no surgen por si mismos así
como así.
Sofía decidió estar muy atenta al día siguiente. Era viernes y tenía
todo el fin de semana por delante.
Subió a su habitación y abrió allí el sobre. Esta vez sólo había una
pregunta en la nota, pero la pregunta era, si cabe, más loca que
aquellas tres que habían venido en la carta de amor.
¿Por qué el lego es el juguete más genial del mundo?
En primer lugar, Sofía no estaba segura de estar de acuerdo con
que el lego fuese el juguete más genial del mundo, al menos había
dejado de jugar con él hacía muchos años.
En segundo lugar, no era capaz de entender qué podía tener que ver
el lego con la filosofía.
Pero era una alumna obediente, y empezó a buscar en el estante
superior de su armario. Allí encontró una bolsa de plástico llena de
piezas del lego de muchos tamaños y colores.
Por primera vez en mucho tiempo, se puso a construir con las
pequeñas piezas. Mientras lo hacia, le venían a la mente
pensamientos sobre el lego.
Resulta fácil construir con las piezas del lego, pensó. Aunque
tengan distinta forma y color, todas las piezas pueden ensamblarse
con otras. Además son indestructibles. Sofía no recordaba haber
visto nunca una pieza del lego rota. De hecho, todas las piezas
parecían tan frescas y nuevas como el día, hacía ya muchos años,
en que se lo habían regalado. Y sobre todo: con las piezas del lego
podía construir cualquier cosa. Y luego podía desmontarlas y
construir algo completamente distinto.
¿Qué más se puede pedir? Sofía llegó a la conclusión de que el
lego, efectivamente, muy bien podía llamarse el juguete más genial
del mundo. Pero seguía sin entender que tenía que ver con la
filosofía.
Pronto Sofía construyó una gran casa de muñecas. Apenas se
atrevió a confesarse a sí misma que hacía mucho tiempo que no lo
había pasado tan bien como ahora. ¿Por qué dejaban las personas
de jugar?
Cuando la madre llegó a casa y vio lo que Sofía había hecho, se le
escapó: –¡Qué bien que todavía seas capaz de jugar como una niña!
–¡Bah! Estoy trabajando en una complicada investigación
filosófica.
Su madre dejó escapar un profundo suspiro. Seguramente estaba
pensando en el conejo y en el sombrero de copa.
Al volver del instituto al día siguiente, Sofía se encontró con un
montón de nuevas hojas en un gran sobre amarillo. Se llevó el
sobre a su habitación, y se puso enseguida a leer, aunque al mismo
tiempo vigilaría el buzón.

Mapa de Grecia

Mapa de Grecia
Antigua Grecia