viernes, 4 de julio de 2008

Conocimiento correcto

Un conocimiento correcto conduce a
acciones correctas


Ya mencioné que Sócrates pensaba que tenía por dentro una voz
divina y que esa «conciencia» le decía lo que estaba bien. «Quien
sepa lo que es bueno, también hará el bien», decía. Quería decir
que conocimientos correctos conducen a acciones correctas. Y
sólo el que hace esto se convierte en un «ser correcto». Cuando
actuamos mal es porque desconocemos otra cosa. Por eso es tan
importante que aumentemos nuestros conocimientos.
Sócrates estaba precisamente buscando definiciones claras y
universales de lo que estaba bien y de lo que estaba mal. Al
contrario que los sofistas, él pensaba que la capacidad de
distinguir entre lo que está bien y lo que está mal se encuentra
en la razón, y no en la sociedad.
Quizás esto último te resulte un poco difícil de digerir, Sofía.
Empiezo de nuevo: Sócrates pensaba que era imposible ser feliz
si uno actúa en contra de sus convicciones. Y el que sepa cómo
se llega a ser un hombre feliz, intentará serlo.
Por ello, quien sabe lo que está bien, también hará el bien, pues
ninguna persona querrá ser infeliz, ¿no?
¿Tú qué crees, Sofía? ¿Podrás vivir feliz si constantemente haces
cosas que en el fondo sabes que no están bien? Hay muchos que
constantemente mienten, y roban, y hablan mal de los demás. ¡De
acuerdo! Seguramente saben que eso no está bien, o que no es
justo, si prefieres. ¿Pero crees que eso les hace felices?
Sócrates no pensaba así.
Cuando Sofía hubo leído la carta sobre Sócrates, la metió en la caja
y salió al jardín. Quería meterse en casa antes de que su madre
volviera de la compra, para evitar un montón de preguntas sobre
dónde había estado. Además, había prometido fregar los platos.
Estaba llenando de agua la pila cuando entro su madre con dos
bolsas de compra. Quizás por eso dijo:
–Pareces estar un poco en la luna últimamente, Sofía.
Sofía no sabía por que lo decía, simplemente se le escapó:
–Sócrates también lo estaba.
–¿Sócrates?
La madre abrió los ojos de par en par.
–Es una pena que tuviera que pagar con su vida por ello –prosiguió
Sofía muy pensativa.
–¡Pero Sofía! ¡Ya no sé qué decir!
–Tampoco lo sabía Sócrates. Lo único que sabia era que no sabía
nada en absoluto. Y, sin embargo, era la persona más sabia de
Atenas.
La madre estaba atónita. Al final dijo:
–¿Es algo que has aprendido en el instituto?
Sofía negó enérgicamente con la cabeza.
–Allí no aprendemos nada... La gran diferencia entre un maestro de
escuela y un auténtico filosofo es que el maestro cree que sabe un
montón e intenta obligar a los alumnos a aprender. Un filósofo
intenta averiguar las cosas junto con los alumnos.
–De modo que estamos hablando de conejos blancos... Sabes una
cosa, pronto exigiré que me digas quien es ese novio tuyo. Si no,
empezaré a pensar que está un poco tocado.
Sofía se volvió y señaló a su madre con el cepillo de fregar.
–No es él el que está tocado. Pero es un moscardón que estorba a
los demás. Lo hace para sacarles de su manera rutinaria de pensar.
–Bueno, déjalo ya. A mí me parece que debe de ser un poco
respondón.
–No es ni respondón ni sabio. Pero intenta conseguir verdadera
sabiduría. Ésa es la diferencia entre un auténtico comodín y todas
las demás cartas de la baraja.
–¿Comodín, has dicho?
Sofía asintió.
–¿Se te ha ocurrido que hay muchos corazones y muchos rombos
en una baraja? También hay muchos tréboles y picas. Pero sólo hay
un comodín.
–Cómo contestas, hija mía.
–Y tú, cómo preguntas.
La madre había colocado toda la compra. Cogió el periódico y se
fue a la sala de estar. A Sofía le pareció que había cerrado la puerta
dando un portazo.
Cuando hubo terminado de fregar los cacharros, subió a su
habitación. Había metido el pañuelo de seda roja en la parte de
arriba de su armario, junto al lego. Ahora lo volvió a bajar y lo
miró detenidamente.

Mapa de Grecia

Mapa de Grecia
Antigua Grecia