viernes, 4 de julio de 2008

Israel

Israel

No pretendo competir con tu profesor de religión, querida Sofía;
no obstante conviene hacer un breve resumen de los
antecedentes judíos del cristianismo.
Todo empezó cuando Dios creó el mundo. En las primeras
páginas de la Biblia se habla de esta Creación. Pero más tarde los
hombres se rebelaron contra Dios. El castigo no fue sólo la
expulsión de Adán y Eva del jardín del Edén, sino también la
entrada de la muerte en el mundo.
La desobediencia de los hombres a Dios atraviesa como un hilo
rojo toda la Biblia. Si seguimos leyendo el Génesis nos enteramos
del Diluvio y del Arca de Noé. Luego leemos que Dios estableció
un pacto con Abraham y su estirpe. Según este pacto, Abraham y
su estirpe cumplirían los mandamientos de Dios, y a cambio Dios
se comprometía a proteger a los descendientes de Abraham. Este
pacto fue renovado cuando Moisés recibió las Tablas de la Ley en
el monte Sinaí. Esto ocurrió alrededor de 1. 200 años a. de C. Para
entonces los israelitas llevaban mucho tiempo de esclavitud en
Egipto, pero mediante la ayuda de Dios el pueblo pudo volver a
Israel.
Alrededor del año l000 a. de C., es decir, mucho antes de la
existencia de ninguna filosofía griega, oímos hablar de tres
grandes reyes en Israel. El primero fue Saúl, luego vino David y
tras él, el rey Salomón. Todo Israel estaba entonces unido en una
sola monarquía, y vivió, particularmente bajo el reinado del rey
David, una época de grandeza política, militar y cultural.
En su investidura los reyes eran ungidos por el pueblo
obteniendo el título de Mesías, que significaba el ungido. En el
contexto religioso los reyes eran considerados intermediarios
entre Dios y el pueblo. A los reyes se les llamaba, por tanto, hijos
de Dios, y el país podía, entonces, llamarse “reino de Dios”.
Pero Israel no tardó mucho en debilitarse, y pronto se dividió en
un reino norte (Israel) y un reino sur (Judea). En el año 722 el
reino norte fue invadido por los asirios y perdió toda importancia
política y religiosa. No les fue mejor a los del reino del sur que
fue conquistado por los babilonios en el año 586. El templo
quedó destruido y gran parte del pueblo fue conducido Babilonia.
Esta “prisión babilónica” duró hasta el año 539, en que el pueblo
pudo volver a Jerusalén para reconstruir su gran templo. No
obstante, durante la época anterior a nuestra era, los judíos
estuvieron constantemente bajo dominio extranjero.
Los judíos se preguntaban por qué se había disuelto el reino de
David y por qué su pueblo estaba siempre sometido a tantas
desgracias si Dios había prometido proteger a Israel. Pero el
pueblo, por su parte, había prometido cumplir los mandamientos
de Dios. Poco a poco se iba extendiendo la creencia de que Dios
estaba castigando a Israel por su desobediencia.
Desde aproximadamente el año 750 a. d. C. surgieron una serie
de profetas que predicaron el castigo de Dios a Israel porque el
pueblo no cumplía los mandamientos del Señor. Un día Dios
juzgaría a Israel, decían. A esta clase de predicaciones las
llamamos profecías del juicio final.
Pronto surgieron también profetas que decían que Dios salvaría
a una pequeña parte del pueblo y enviaría a un «príncipe de la
paz» o un rey de la paz de la estirpe de David para que
restituyera el antiguo reino de David. De esa manera el pueblo
tendría un futuro feliz.
«Este pueblo que camina en la oscuridad verá una gran luz», dijo
el profeta Isaías. «Y sobre aquellos que habitan el país de las
sombras, la luz brotará a rayos.» A este tipo de profecías las
llamamos profecías de salvación.
Para ser más preciso: el pueblo de Israel vivió feliz bajo el rey
David. Conforme las cosas empeoraban para los israelitas, los
profetas predicaban la llegada de un nuevo rey de la estirpe de
David. Este «Mesías» o «Hijo de Dios» salvaría al pueblo,
reconstruiría Israel como gran potencia y fundaría un «reino de
Dios».

Mapa de Grecia

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