jueves, 3 de julio de 2008

La visión mítica del mundo

La visión mítica del mundo

¡Hola, Sofía! Tenemos mucho que hacer, de modo que empecemos
ya.
Por filosofía entendemos una manera de pensar totalmente
nueva que surgió en Grecia alrededor del año600 antes de Cristo.
Hasta entonces, habían sido las distintas religiones las que
habían dado a la gente las respuestas a todas esas preguntas
que se hacían. Estas explicaciones religiosas se transmitieron de
generación en generación a través de los mitos.
Un mito es un relato sobre dioses, un relato que pretende
explicar el principio de la vida.
Por todo el mundo ha surgido, en el transcurso de los milenios,
una enorme flora de explicaciones míticas a las cuestiones
filosóficas. Los filósofos griegos intentaron enseñar a los seres
humanos que no debían fiarse de tales explicaciones.
Para poder entender la manera de pensar de los primeros
filósofos, necesitamos comprender lo que quiere decir tener una
visión mítica del mundo. Utilizaremos como ejemplos algunas
ideas de la mitología nórdica; no hace falta cruzar el río para
coger agua.
Seguramente habrás oído hablar de Tor y su martillo.
Antes de que el cristianismo llegara a Noruega, la gente creía que
Tor viajaba por el cielo en un carro tirado por dos machos
cabríos.
Cuando agitaba su martillo, había truenos y rayos.
La palabra noruega «torden» (truenos) significa precisamente
eso, «ruidos de Tor».
Cuando hay rayos y truenos, también suele llover. La lluvia tenía
una importancia vital para los agricultores en la época vikinga;
por eso Tor fue adorado como el dios de la fertilidad.
Es decir: la respuesta mítica a por que llueve, era que Tor agitaba
su martillo; y, cuando llovía, todo crecía bien en el campo.
Resultaba en sí incomprensible cómo las plantas en el campo
crecían y daban frutos, pero los agricultores intuían que tenía
que ver con la lluvia. Y, además, todos creían que la lluvia tenía
algo que ver con Tor, lo que le convirtió en uno de los dioses
más importantes del Norte.
Tor también era importante en otro contexto, en un contexto que
tenía que ver con todo el concepto del mundo.
Los vikingos se imaginaban que el mundo habitado era una isla
constantemente amenazada por peligros externos. A esa parte
del mundo la llamaban Midgard (el patio en el medio), es decir, el
reino situado en el medio. En Midgard se encontraba además
Asgard (el patio de los dioses), que era el hogar de los dioses.
Fuera de Midgard estaba Urgard (el patio de fuera), es decir, el
reino que se encontraba fuera. Aquí vivían los peligrosos trolls
(gigantes), que constantemente intentaban destruir el mundo
mediante astutos trucos.
A esos monstruos malvados se les suele llamar “fuerzas del
caos”. Tanto en la religión nórdica como en la mayor parte de
otras culturas, los seres humanos tenían la sensación de que
había un delicado equilibrio de poder entre las fuerzas del bien y
del mal.
Los trolls podían destruir Midgard raptando a la diosa de la
fertilidad, Freya. Si lo lograban, en los campos no crecería nada y
las mujeres no darían a luz. Por eso era tan importante que los
dioses buenos pudieran mantenerlos en jaque.
También en este sentido Tor jugaba un papel importante. Su
martillo no sólo traía la lluvia, sino que también era un arma
importante en la lucha contra las fuerzas peligrosas. El martillo
le daba un poder casi ilimitado. Por ejemplo, podía echarlo tras
los trolls y matarlos. Y además, no tenía que tener miedo de
perderlo, porque funcionaba como un bumerán, y siempre volvía
a él.
He aquí la explicación mítica de cómo se mantiene la naturaleza,
y cómo se libra una constante lucha entre el bien y el mal. Y esas
explicaciones míticas eran precisamente las que los filósofos
rechazaban.
Pero no se trataba únicamente de explicaciones. La gente no
podía quedarse sentada de brazos cruzados esperando a que
interviniesen los dioses cuando amenazaban las desgracias –
tales como sequías o epidemias–. Las personas tenían que tomar
parte activa en la lucha contra el mal. Esta participación se
llevaba a cabo mediante distintos actos religiosos o ritos.
El acto religioso más importante en la época de la antigua
Noruega era el sacrificio, que se hacía con el fin de aumentar el
poder del dios. Los seres humanos tenían que hacer sacrificios a
los dioses para que éstos reuniesen fuerzas suficientes para
combatir a las fuerzas del caos. Esto se conseguía, por ejemplo,
mediante el sacrificio de un animal al dios en cuestión. Era
bastante corriente sacrificar machos cabríos a Tor. En lo que se
refiere a Odín, también se sacrificaban seres humanos.
El mito más conocido en Noruega lo conocemos por el poema
«Trymskvida» (La canción sobre Trym).
En él se cuenta que Tor se quedó dormido y que, cuando se
despertó, su martillo había desaparecido. Se enfureció tanto que
las manos le temblaban y la barba le vibraba. Acompañado por
su amigo Loke fue a preguntar a Freya si le dejaba sus alas para
que éste pudiera volar hasta Jotunheimen (el hogar de los
gigantes), con el fin de averiguar si eran los trolls los que le
habían robado el martillo. Allí Loke se encuentra con Trym, el rey
de los gigantes, que, en efecto, empieza a presumir de haber
robado el martillo y de haberlo escondido a ocho millas bajo
tierra. Y añade que no devolverá el martillo hasta que no logre
casarse con Freya.
¿Me sigues, Sofía? Los dioses buenos se encuentran de repente
ante un dramático secuestro: los trolls se han apoderado de su
arma defensiva más importante, lo que da lugar a una situación
insostenible. Mientras los trolls tengan en su poder el martillo de
Tor, tienen el poder total sobre el mundo de los dioses y de los
humanos. Y a cambio del martillo exigen a Freya. Pero tal
intercambio resulta igual de imposible: si los dioses tienen que
desprenderse de su diosa de la fertilidad, la que vela por todo lo
que es vida, la hierba en el campo se marchitará y los dioses y
los humanos morirán. Es decir, la situación no tiene salida. Si te
imaginas un grupo de terroristas amenazando con hacer explotar
una bomba atómica en el centro de París o de Londres, si no se
cumplen sus peligrosísimas exigencias, entiendes muy bien esta
historia.
El mito cuenta que Loke vuelve a Asgard, donde pide a Freya que
se vista de novia, porque hay que casarla con los trolls.
Desgraciadamente, Freya se enfada y dice que la gente pensará
que está loca por los hombres si accede a casarse con un troll.
Entonces al dios Heimdal se le ocurre una excelente idea. Sugiere
que disfracen a Tor de novia. Podrán atarle el pelo y ponerle
piedras en el pecho para que parezca una mujer. Evidentemente
a Tor no le hace muy feliz esta propuesta, pero entiende
finalmente que la única posibilidad que tienen los dioses de
recuperar el martillo es seguir el consejo de Heimdal.
Al final, Tor se viste de novia. Loke le va a acompañar como
dama de honor. «Vayamos las dos mujeres a Jotunheimen», dice
Loke.
Si prefieres un idioma más moderno, diríamos que Tor y Loke
son los «policías antiterroristas» de los dioses. Disfrazados de
mujeres deben meterse en el baluarte de los trolls para
recuperar el martillo de Tor.
En cuanto llegan a Jotunheimen, los trolls empiezan los
preparativos de la boda. Pero, durante la fiesta nupcial, la novia –
es decir Tor–, se come un buey entero y ocho salmones. También
se bebe tres barriles de cerveza. A Trym le extraña, y los
«soldados del comando» disfrazados están a punto de ser
descubiertos. Pero Loke consigue escapar de la peligrosa
situación. Dice que Freya no ha comido en ocho noches por la
enorme ilusión que le hacía ir a Jotunheimen.
Trym levanta el velo para besar a la novia, pero da un salto del
susto, al mirar dentro de los agudos ojos de Tor. También esta
vez es Loke el que salva la situación. Dice que la novia no ha
dormido en ocho noches por la enorme ilusión que le hacía la
boda. Entonces Trym ordena que se traiga el martillo y que se
ponga sobre las piernas de la novia, durante la ceremonia de la
boda.
Se cuenta que Tor se echó a reír cuando le llevaron su martillo.
Primero mató con él a Trym, y luego a toda la estirpe de los
gigantes. Y así el siniestro secuestro tuvo un final feliz.
Una vez más, Tor –el Batman o el James Bond de los dioses- había
vencido a las fuerzas del mal.
Hasta ahí el propio mito, Sofía. ¿Pero qué significa en realidad?
No creo que se haya inventado sólo por gusto. Con este mito se
pretende dar una explicación a algo. Ese algo podría ser lo
siguiente: cuando había sequías en el país, la gente necesitaba
una explicación de por qué no llovía. ¿Sería acaso porque los
dioses habían robado el martillo de Tor?
El mito puede querer dar también una explicación a los cambios
de estación del año: en invierno, la naturaleza muere porque el
martillo de Tor está en Jotunheimen. Pero, en primavera,
consigue recuperarlo. Así pues, el mito intenta dar a los seres
humanos respuestas a algo que no entienden.
Pero habría algo que explicar además del mito. A menudo, los
seres humanos realizaron distintos actos religiosos relacionados
con el mito. Podemos imaginarnos que la respuesta de los
humanos a sequías o a malos años sería representar el drama
que describía el mito. Quizá disfrazaban de novia a algún
hombre del pueblo –con piedras en lugar de pechos- para
recuperar el martillo que los trolls habían robado. De esta
manera, los seres humanos podían contribuir a que lloviera y a
que el grano creciera en el campo.
Conocemos muchos ejemplos de otras partes del mundo en los
que los seres humanos dramatizaban un «mito de estaciones»,
con el fin de acelerar los procesos de la naturaleza.
Sólo hemos echado un brevísimo vistazo al mundo de la
mitología nórdica. Existe un sinfín de mitos sobre Tor y Odín,
Frey y Freya, Hoder y Balder, y muchísimos otros dioses. Ideas
mitológicas de este tipo florecían por el mundo entero antes de
que los filósofos comenzaran a hurgar en ellas.
También los griegos tenían su visión mítica del mundo cuando
surgió la primera filosofía. Durante siglos, habían hablado de los
dioses de generación en generación.
En Grecia los dioses se llamaban Zeus y Apolo, Hera y Atenea,
Dionisio y Asclepio, Heracles y Hefesto, por nombrar algunos.
Alrededor del año 700 a. de C., gran parte de los mitos griegos
fueron plasmados por escrito por Homero y Hesíodo.
Con esto se creó una nueva situación. Al tener escritos los mitos,
se hizo posible discutirlos.
Los primeros filósofos griegos criticaron la mitología de Homero
sólo porque los dioses se parecían mucho a los seres humanos y
porque eran igual de egoístas y de poco fiar que nosotros. Por
primera vez se dijo que quizás los mitos no fueran más que
imaginaciones humanas.
Encontramos un ejemplo de esta crítica de los mitos en el
filósofo Jenófanes, (41) que nació en el 570 a. de C. «Los seres
humanos se han creado dioses a su propia imagen», decía.
«Creen que los dioses han nacido y que tienen cuerpo, vestidos e
idioma como nosotros. Los negros piensan que los dioses son
negros y chatos, los tracios los imaginan rubios y con ojos
azules. Incluso si los bueyes, caballos y leones hubiesen sabido
pintar, habrían representado dioses con aspecto de bueyes,
caballos y leones!»
Precisamente en esa época, los griegos fundaron una serie de
ciudades-estado (42) en Grecia y en las colonias griegas del sur
de Italia y en Eurasia. En estos lugares los esclavos hacían todo
el trabajo físico, y los ciudadanos libres podían dedicar su
tiempo a la política y a la vida cultural.
En estos ambientes urbanos evolucionó la manera de pensar de
la gente. Un solo individuo podía, por cuenta propia, plantear
cuestiones sobre cómo debería organizarse la sociedad. De esta
manera, el individuo también podía hacer preguntas filosóficas
sin tener que recurrir a los mitos heredados.
Decimos que tuvo lugar una evolución de una manera de pensar
mítica a un razonamiento basado en la experiencia y la razón. El
objetivo de los primeros filósofos era buscar explicaciones
naturales a los procesos de la naturaleza.
Sofía dio vueltas por el amplio jardín. Intentó olvidarse de todo lo
que había aprendido en el instituto. Especialmente importante era
olvidarse de lo que había leído en los libros de ciencias naturales.
Si se hubiera criado en ese jardín, sin saber nada sobre la
naturaleza, ¿cómo habría vivido ella entonces la primavera?
¿Habría intentado inventar una especie de explicación a por qué de
pronto un día comenzaba a llover? ¿Habría imaginado una especie
de razonamiento de cómo desaparecía la nieve y el sol iba
subiendo en el horizonte?
Sí, de eso estaba totalmente segura, y empezó a inventar e imaginar.
El invierno había sido como una garra congelada sobre el país
debido a que el malvado Muriat se había llevado presa a una fría
cárcel a la hermosa princesa Sikita. Pero, una mañana, llegó el
apuesto príncipe Bravato a rescatarla. Entonces Sikita se puso tan
contenta que comenzó a bailar por los campos, cantando una
canción que había compuesto mientras estaba en la fría cárcel.
Entonces la tierra y los árboles se emocionaron tanto que la nieve
se convirtió en lágrimas. Pero luego salió el sol y secó todas las
lagrimas. Los pájaros imitaron la canción de Sikita y, cuando la
hermosa princesa soltó su pelo dorado, algunos rizos cayeron al
suelo, donde se convirtieron en lirios del campo.
A Sofía le pareció que acababa de inventarse una hermosa historia.
Si no hubiera tenido conocimiento de otra explicación para el
cambio de las estaciones, habría acabado por creerse la historia que
se había inventado.
Comprendió que los seres humanos quizás hubieran necesitado
siempre encontrar explicaciones a los procesos de la naturaleza. A
lo mejor la gente no podía vivir sin tales explicaciones. Y entonces
inventaron todos los mitos en aquellos tiempos en que no había
ninguna ciencia.

Mapa de Grecia

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