viernes, 4 de julio de 2008

Una voz divina

Una voz divina

No era con intención de torturar a su prójimo por lo que Sócrates
les incordiaba continuamente. Había algo dentro de él que no le
dejaba elección. El solía decir que tenía una voz divina en su
interior. Sócrates protestaba, por ejemplo, contra tener que
participar en condenar a alguien a muerte. Además, se negaba a
delatar a adversarios políticos. Esto le costaría al final, la vida.
En 399 a. de C. fue acusado de “introducir nuevos dioses” y de
“llevar a la juventud por caminos equivocados”.
Por una escasa mayoría, fue declarado culpable por un jurado de
500 miembros. Seguramente podría haber suplicado clemencia.
Al menos, podría haber salvado el pellejo si hubiera accedido a
abandonar Atenas. Pero si lo hubiera hecho, no habría sido
Sócrates. El caso es que valoraba su propia conciencia –y la
verdad– más que su propia vida. Aseguró que había actuado por
el bien del Estado. Y, sin embargo, lo condenaron a muerte. Poco
tiempo después, vació la copa de veneno en presencia de sus
amigos más íntimos. Luego cayó muerto al suelo.
¿Por qué, Sofía? ¿Por qué tuvo que morir Sócrates? Esta pregunta
ha sido planteada por los seres humanos durante 2. 400 años.
Pero él no es la única persona en la historia que ha ido hasta el
final, muriendo por su convicción. Ya mencioné a Jesús, y en
realidad existen más puntos comunes entre Jesús y Sócrates.
Mencionaré algunos.
Tanto Jesús como Sócrates eran considerados personas
enigmáticas por sus contemporáneos. Ninguno de los dos
escribió su mensaje, lo que significa que dependemos totalmente
de la imagen que de ellos dejaron sus discípulos. Lo que está por
encima de cualquier duda, es que los dos eran maestros en el
arte de conversar. Además, hablaban con una autosuficiencia que
fascinaba e irritaba. Y los dos pensaban que hablaban en nombre
de algo mucho mayor que ellos mismos. Desafiaron a los
poderosos de la sociedad, criticando toda clase de injusticia y
abuso de poder. Y finalmente: esta actividad les costaría la vida.
También en lo que se refiere a los juicios contra Jesús y Sócrates,
vemos varios puntos comunes. Los dos podrían haber suplicado
clemencia y haber salvado, así, la vida. Pero pensaban que tenían
una vocación que habrían traicionado si no hubieran ido hasta el
final. Precisamente yendo a la muerte con la cabeza erguida,
reunirían a miles de partidarios también después de su muerte.
Aunque hago esta comparación entre Jesús y Sócrates, no digo
que fueran iguales. Lo que he querido decir, ante todo, es que los
dos tenían un mensaje que no puede ser separado de su coraje
personal.

Mapa de Grecia

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